Miami – Dormir demasiado, poco o con interrupciones aumenta el riego de Alzheimer entre los latinos en el país, según un estudio divulgado este miércoles por la Universidad de Miami (UM) tras seguir durante siete años a más de 5.000 de estos pacientes en esta ciudad y en Chicago, Nueva York y San Diego.
El neurólogo Alberto R. Ramos, autor principal de la investigación, explicó a Efe que estas alteraciones del sueño pueden aumentar la demencia o Alzheimer en esta comunidad, que de por sí ya tiene «mayor riesgo» de padecerla y «más temprano» que los blancos no hispanos.
Ramos manifestó además que se prevé un aumento de la incidencia a medida que la población latina va creciendo y va envejeciendo, con el impacto «económico» que eso significa, y por ello la necesidad de estudiar su relación con los transtornos del sueño.
En ese sentido, el estudio halló que el insomnio y la duración prolongada del sueño parecen estar relacionados con una disminución en el funcionamiento neurocognitivo que puede preceder al inicio de la enfermedad de Alzheimer u otras demencias.
Ramos y su equipo de la Escuela Miller de Medicina de UM siguieron a 5.247 participantes de entre 45 y 75 años, escogidos de una muestra representativa de la población hispana en Estados Unidos de un total de 16.000.
Les dieron una prueba neurocognitiva al comienzo de la investigación y repitieron la prueba siete años después, explicó el experto en sueño.
Los especialistas observaron que los períodos prolongados de sueño y los síntomas de insomnio crónico condujeron a la disminución de la memoria, la coherencia y la velocidad de procesamiento mental.
Esas circunstancias «pueden preceder al desarrollo del deterioro cognitivo leve y la enfermedad de Alzheimer», subrayó Ramos.
El estudio epidemiológico también incluyó la observación de apnea del sueño (interrupciones en la respiración o respiración superficial al dormir), que se ha relacionado con la cognición deteriorada.
En ese sentido, Ramos hizo un llamado a los hispanos a «considerar el sueño de igual manera que la actividad física y la buena nutrición como uno de los pilares de tener una vida plena y una vida saludable a largo plazo».
«Hay que empezar a pensar sobre el sueño de otra manera, piensan que no es necesario dormir lo suficiente, y darse el esfuerzo de tratar de dormir», precisó
Recordó que un «buen sueño» es de 7 a 8 horas continuas, en horas y condiciones adecuadas, es decir en la noche, con una temperatura relativamente baja, con poco sonido, y tratar de evitar de utilizar equipos electrónicos por lo menos una hora antes de dormir, lo cual, reconoce que es «muy difícil, pero es lo recomendado».
La idea, dijo, es un sueño que «garantice el bienestar durante el día, es decir que haya la concentración y no estar irritado, por ejemplo.
La investigación, titulada «El sueño y el declive neurocognitivo en el estudio de salud de la comunidad hispana/Estudio de latinos», no abarcó los posibles factores sociales de las alteraciones del sueño.
Pero Ramos dijo que otras investigaciones demuestran que el «estrés» por el estatus migratorio, la discriminación y el reto de aculturación entre los hispanos en el país aumenta ciertos síntomas del sueño, como «más cansancio, más sueño fragmentado o menos cantidad».
Por otro lado, el especialista enfatizó que es la primera vez que un estudio utiliza datos de una muestra representativa de hispanos en el país para estos «múltiples tipos de trastornos del sueño» que pueden ser tratados para prevenir el deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer.
Señaló que los hallazgos proporcionan una base para crear conciencia entre los médicos de que los trastornos del sueño pueden estar relacionados con el deterioro neurocognitivo, particularmente en pacientes hispanos.
«También podríamos identificar pacientes en riesgo que podrían beneficiarse de una intervención temprana para prevenir o reducir el riesgo de demencia», dijo el profesor asociado de neurología.
Explicó que investigaciones futuras pueden encontrar la relación del sueño con enfermedad cerebrovascular entre los hispanos.
«También es posible que deseemos observar los ritmos circadianos o los relojes internos del individuo, así como los estudios genéticos que pueden aclarar las relaciones de los trastornos del sueño con el deterioro neurocognitivo», agregó.
La investigación, financiada por los Institutos Nacionales de Salud (NIH), fue publicado este miércoles en Alzheimer & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association.