Estocolmo – El Premio Nobel de Medicina Svante Pääbo conoce como nadie el ADN de los neandertales, una parte del cual ha llegado hasta hoy, por eso se podría decir que no se extinguieron, sino que viven en muchos de nosotros e influyen en cosas como nuestra salud.

Esta es la primera vez que el Instituto Karolinska concede el Nobel de Fisiología o Medicina a un investigador de la evolución humana y, en este caso, Pääbo juega en casa, pues nació en Estocolmo (1955), aunque gran parte de su trabajo lo ha desarrollado y sigue en el Instituto Max Planck de Alemania.

De hecho, no creía que tuviera ninguna oportunidad y, cuando recibió la llamada anunciando la concesión del Nobel, pensó que un amigo del Karolinska le estaba gastando una broma. “Diez segundos después me sonaba demasiado serio, así que pensé que igual no era broma”.

A lo largo de su carrera ha conseguido extraer ADN de restos fósiles de hasta 400.000 años de antigüedad y ha realizado la secuenciación completa del genoma neandertal.

En su haber, también figura el descubrimiento de los denisovanos, una nueva especie de homínidos de la que solo se conoce un trozo de dedo, encontrado en una cueva de Siberia.

“Es bastante único darse cuenta de que existe ese nuevo grupo estudiando solo las secuencias de ADN, porque no hay ningún fósil que puedas ver”, dice en una entrevista con EFE.

El padre de la “paleogenómica” también reveló la mezcla entre Homo sapiens y neandertales, que ha hecho que algunos humanos modernos tengan de un 3 a un 4 % del genoma de aquella especie que vivió en Europa y Asia, pero que despareció, casi de forma repentina y sin que se sepan bien los motivos, hace unos 40.000 años.

Una herencia genética que es un factor de riesgo para enfermar más gravemente de covid-19, pero que a la vez puede proteger del VIH, según sus investigaciones.

Pääbo dice que ya se hacen estudios que comparan a personas, con y sin esas variantes de origen neandertal, para ver la predisposición a cosas como el dolor, el riesgo de aborto, la sensibilidad ante los fármacos y diversos aspectos de sistema inmunológico.

“Se puede decir que no están extintos, que viven hoy en día en mucha gente y algunas influencias son buenas y otras son malas”.

Premio Princesa de Asturias 2018, Pääbo tiene una estrecha relación con yacimientos en España, en especial el de Atapuerca. Un lugar “asombroso” que ha dado -recuerda- las secuencias de ADN más antiguas de un homínido que existen hasta ahora.

Tienen unos 400.000 años y son de homo antecessor, “un antepasado de los neandertales en Europa”, lo que es muy “sorprendente”, destaca Pääbo, quien seguirá visitando Atapuerca para tratar de descifrar más de ese genoma.

Sobre cuánto se puede retroceder en el tiempo, recuerda que esta misma semana se publicó un estudio basado en fragmentos de ADN ambiental de hace dos millones de años, conservado en el permafrost.

Fuera de los restos conservados en esa capa permanentemente helada, “me encantaría estar equivocado, pero no creo que podamos ir mas allá de unos poco cientos de miles de años”.

Algunas fotografías muestran al investigador con un cráneo de neandertal en la mano al que mira de frente. “Es que le gustaba al fotógrafo”, dice riendo y añade que “nos parecemos en muchas cosas”, por eso sería “realmente fascinante entender por qué eramos diferentes”.

Conocer el ADN permite establece una lista de cambios entre los dos genomas, actualmente se conocen unos 30.000, pero advierte de que hay “como una exageración” de lo que la gente piensa que el genoma puede decirnos sobre una persona y destaca la importancia en lo que somos de la cultura, la educación y la familia.

Hijo del nobel de Medicina de 1982, Sune Bergström, él se crió solo con su madre, la química Karin Pääbo, y aunque hay que tener ciertos requisitos previos para ser científico, “en lo que luego haces y cómo lo haces” influyó “mucho más” lo que le enseño su madre.

Pääbo se presta a un ejercicio de imaginación sobre cómo seríamos si los neandertales hubieran sobrevivido otras 1.400 generaciones, “que no es tanto”, y estuvieran aún la Tierra. “Es interesante fantasear sobre ello”.

El nobel se pregunta si “experimentaríamos un racismo contra ellos mucho peor, incluso que el que tenemos hoy en día, por ser realmente un poco diferentes, si vivirían en un jardín zoológico o si convivirían con nosotros”.

Si tuviéramos más diversidad biológica entre los humanos, «quizás no nos distinguiríamos tanto de los animales y eso influiría en cómo tratamos a otras especies”, dice Pääbo, quien concluye que “podríamos imaginar escenarios muy diferentes” de cómo sería convivir hoy con los neandertales.