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Ciudad del Vaticano – El papa Francisco abogó este sábado por la necesidad de «cambiar de mentalidad pastoral» en la Iglesia y defendió la implementación de sus reformas, al mismo tiempo que alertó de los peligros que conlleva la «rigidez».

En su mensaje navideño ante la jerarquía eclesial, el pontífice recordó una entrevista al arzobispo de Milán, el cardenal Carlo Maria Martini, publicada días antes de morir (2012): «La Iglesia se ha quedado doscientos años atrás. ¿Por qué no se sacude? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de valentía? Sin embargo, el cimiento de la Iglesia es la fe»

Sobre la implementación de la reforma de la Curia romana, el papa defendió que «no ha tenido nunca la presunción de hacer como si antes no hubiese existido; al contrario, se ha apuntado a valorar todo lo bueno que se ha hecho en la compleja historia de la Curia».

Pero recordó que «la memoria no es estática, es dinámica. Por su naturaleza, implica movimiento» y que «todo esto tiene una particular importancia en nuestro tiempo, porque no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época».

Agregando que «la actitud sana» es la de «dejarse interrogar por los desafíos del tiempo presente», con discernimiento y coraje, en vez de dejarse seducir por la cómoda inercia del dejar todo como está».

Y recordó una de las famosas frases de la novela italiana «Il Gattopardo» de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie».

A los cardenales y miembros de la Curia reunidos en la Sala Clementina del palacio apostólico, Francisco también indicó que la Iglesia debe «iniciar procesos y no ocupar espacios».

Alertó que, por ejemplo en las grandes ciudades, la Iglesia necesita «otros mapas, otros paradigmas que nos ayuden a reposicionar nuestros modos de pensar y nuestras actitudes».

«No estamos más en la cristiandad. Hoy no somos los únicos que producen cultura, ni los primeros, ni los más escuchados», advirtió.

Instó entonces a «un cambio de mentalidad pastoral», al explicar, que «no estamos ya en un régimen de cristianismo porque la fe -especialmente en Europa, pero incluso en gran parte de Occidente- ya no constituye un presupuesto obvio de la vida común» y resaltó que «de hecho, frecuentemente es incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada».

También destacó la creación del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que reagrupa los «ministerios» que se ocupaban de estos temas, y que se ocupa de los más débiles y marginados, especialmente a los migrantes forzados.

«La Iglesia está llamada a recordar a todos que no se trata sólo de cuestiones sociales o migratorias, sino de personas humanas, hermanos y hermanas que hoy son el símbolo de todos los descartados de la sociedad globalizada», dijo.

Y agregó: «Está llamada a testimoniar que para Dios nadie es «extranjero» o «excluído». Está llamada a despertar las conciencias adormecidas en la indiferencia ante la realidad del mar Mediterráneo, que se ha convertido para muchos, demasiados, en un cementerio».

Pero ante ello, Francisco dijo que «es necesario alertar contra la tentación de asumir la actitud de la rigidez» en referencia a algunas posturas de miembros de la Iglesia contra cualquier tipo de cambio.

«La rigidez que proviene del miedo al cambio y termina diseminando con límites y obstáculos el terreno del bien común, convirtiéndolo en un campo minado de incomunicabilidad y odio». señaló.

Su deseo fue que la Curia romana no sea «un cuerpo desconectado de la realidad» y que no puede ser «un edificio o un armario lleno de trajes que ponerse para justificar un cambio».