Kinsasa – El papa Francisco aseguró este jueves a cerca 65.0000 jóvenes y catequistas de la República Democrática del Congo (RDC) que de sus manos «puede llegar la paz que falta en el país» en el encuentro que mantuvo con ellos en el estadio de los Mártires de Kinsasa, que se convirtió en una auténtica fiesta.

«Ahora quisiera pedirles, por unos instantes, no me miren a mí, sino que miren sus manos. Abran las palmas de las manos, mírenlas atentamente. Amigos, Dios ha puesto en sus manos el don de la vida, el futuro de la sociedad y de este gran país», dijo a los jóvenes, que recibieron al papa con un entusiasmo atronador.

«De vuestras manos puede llegar la paz que falta en vuestro país», indicó a la multitud, que con sus cantos y bailes durante horas convirtió el estadio en una autentica fiesta.

Como suele ser habitual en este tipo de actos, el papa les aconsejó: «Huyan de decisiones individualistas, que al principio parecen atractivas, pero después sólo dejan un gran vacío interior», de la droga que «te esconde de los demás, de la verdadera vida, para hacerte sentir omnipotente» o «la dependencia del ocultismo y de la brujería, que te atrapan en las garras del miedo, de la venganza y de la rabia»

«No se dejen encantar por esos falsos paraísos egoístas, construidos en base a la apariencia, los beneficios fáciles o unas religiosidades desviadas», les aconsejó el pontífice en un país donde crecen las sectas, pero que también ha vivido tres décadas de conflicto y donde la violencia se ha recrudecido en el este.

En ese contexto, Francisco les pidió que «no se dejen vencer por el mal, no se dejen manipular por los individuos o los grupos que buscan usarlos para mantener vuestro país en la espiral de la violencia y la inestabilidad, para poder así seguir controlándolo sin tener consideración por nadie».

«Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien, sean ustedes los que transformen la sociedad, los que conviertan el mal en bien, el odio en amor, la guerra en paz. (…) No permitan que sus vidas sean arrastradas por la corriente contaminada; no se dejen llevar como un tronco seco en un río de lodo. Siéntanse indignados, sin caer nunca en los halagos de la corrupción, que son persuasivos pero envenenados», añadió el pontífice.

Y pidió a los jóvenes que gritasen alto: «No a la corrupción», lo que desencadenó los coros que aclamaron al papa interrumpiendo su discurso en varias ocasiones

Francisco también les instó a evitar «la tentación de señalar a alguien con el dedo, de excluir a otro porque tenga un origen distinto, del regionalismo, del tribalismo, que parecen fortalecerlos en su grupo y, en cambio, representan la negación de la comunidad».

«Primero se cree en los prejuicios sobre los demás, después se justifica el odio y, por tanto, la violencia, y al final nos encontramos en medio de la guerra», enfatizó.

También les animó a perdonar porque «para crear un futuro nuevo necesitamos dar y recibir perdón. Esto es lo que hace el cristiano: no ama sólo a aquellos que lo aman, sino que sabe detener con el perdón la espiral de las venganzas personales y tribales».

Benin, un joven de la capital lleva esperando horas con sus amigos la llegada del papa, explica a EFE que «la situación es diferente en Kinsasa, donde podemos trabajar y estudiar, pero nos preocupa en el este del país donde hay mucha violencia, aunque el papa nos trae esperanza».

El catequista responsable de una parroquia de Kinsasa Andre, pide «paz y unidad para el país» porque sin estas «no hay futuro».

Como al resto de los jóvenes del mundo, el papa también les advirtió del peligro de vivir una vida «virtual»: «No podemos conformarnos con el mero interactuar con personas lejanas e incluso falsas. La vida no se escoge tocando la pantalla con el dedo. Es triste ver jóvenes que están horas frente a un teléfono».

Y se despidió pidiéndoles que, «gracias» a ellos, «el país vuelva a ser un jardín fraterno, el corazón de paz y de libertad de África».