El Papa Francisco (d) se reúne con inmigrantes en las instalaciones de la Caritas diocesana en Rabat, Marruecos. EFE

Rabat – El papa Francisco acudió este sábado durante su viaje a Marruecos a un centro de Cáritas que se ocupa de inmigrantes subsaharianos en Rabat, donde relanzó la petición de canales regulares para la inmigración y condenó las expulsiones masivas.

En la sala de este pequeño centro, donde le esperaban cerca 60 inmigrantes subsaharianos, varios de ellos niños, y algunos de los cooperantes de Cáritas, Francisco se refirió a la inmigración como «la herida grande y dolorosa que continúa desgarrando los inicios de este siglo XXI».

«Una herida que clama al cielo, y por eso no queremos que nuestra palabra sea la indiferencia y el silencio», dijo Francisco después de escuchar la travesía de un inmigrante camerunés y sus intentos fallidos de llegar a España.

«Nadie puede ser indiferente a este dolor», agregó el papa, que recordó a las «víctimas de la trata y de las nuevas formas de esclavitud en manos de organizaciones criminales».

Denunció que a los inmigrantes no se les garantice sus derechos fundamentales, porque «un migrante no es más humano o menos humano, en función de su ubicación a un lado o a otro de una frontera».

Para Francisco, «el progreso de un pueblo es la capacidad de dejarse conmover por quien llama a la puerta».

Abogó, como se recoge en el Pacto Mundial para la migración que fue firmado en diciembre, por «la ampliación de los canales migratorios regulares» para «no otorgar nuevos espacios a los mercaderes de carne humana que especulan con los sueños y las necesidades de los migrantes».

Y denunció «las formas de expulsión colectiva, que no permiten un manejo correcto de los casos particulares, no pueden ser aceptadas».

También instó a que se pueda dar «asistencia médica, psicológica y social adecuada» a los inmigrantes para devolverles «la dignidad».

Defendió que las sociedades pueden enriquecerse si saben valorar la «aportación de los migrantes, evitando todo tipo de discriminación y cualquier sentimiento xenófobo».

Para ello, exhortó a que se fomente el aprendizaje del idioma, así como «toda forma positiva de responsabilizar a los migrantes respecto a la sociedad que los acoge, aprendiendo a respetar las personas y las relaciones sociales, las leyes y la cultura, para que así ofrezcan una mejor aportación al desarrollo humano integral de todos».

Pidió no olvidar que el derechos de las personas comienza en el garantizar que «junto al derecho a emigrar, también existe el de no estar obligados a emigrar, es decir, el derecho a encontrar en la propia patria las condiciones que permitan una vida digna».

Francisco reiteró la necesidad de la integración y lamentó que «a menudo renunciamos al encuentro con el otro y levantamos barreras para defendernos».

El pontífice concluyó pidiendo la fuerza necesaria para que los inmigrante no se desanimen y «para ser unos con otros «puerto seguro» de acogida».