Fotografía del 19 de febrero de 2020 donde se muestra a Hipólita Hernández elaborando un petate con fibras de ramas de tule, una planta que sirve para la elaboración de diversas artesanías en Nahuizalco, (El Salvador). EFE/Rodrigo Sura

Nahuizalco (El Salvador) – Con una sonrisa en su rostro con arrugas y sentada en el piso de tierra en su humilde vivienda en el occidente de El Salvador, María elabora artesanalmente petates (tapetes o alfombras tejidas) de palma de tule, un arte que le fue enseñado cuando era una niña y que le permitió criar a sus cuatros hijos.

La elaboración artesanal de petate está en peligro de desaparecer por la situación económica del país y por los efectos de la crisis climática, que en los últimos años han causa estragos considerables en este país centroamericano.

Sin embargo, estas amenazas parecen no importarle a María Natividad Tesorero, de 79 años, quien se rehúsa a dejar este trabajo artesanal con el que dio de comer a sus hijos, a quienes también les enseñó a elaborar este producto, y lucha por su conservación aunque ya no le sea rentable económicamente.

La elaboración del patate es asociado a una labor a los que los indígenas, especialmente las mujeres, se dedicaban. Las mujeres indígenas se quedaban en casa con sus hijos y los elaboraban, mientras los hombres cultivaban la tierra.

«Mi mamá me enseñó cuando yo estaba pequeña y me pegaba cuando un petate no me salía bien (…) mi papá nos dijo a mis hermanos y a mí que éramos pobres y que por eso no nos mandarían a la escuela y teníamos que aprender a hacer petates», contó a Efe la anciana, que también ha enseñado a sus nietos el arte del petate.

María vive con su hija Julia Guzmán, de 53 años y también dedicada a la elaboración de patates, en una humilde casa ubicada en el cantón Cusamaluco del municipio de Nahuizalco, 60 kilómetros al oeste de la capital salvadoreña, una localidad habitada por descendientes de los aborígenes pipiles o yaquis.

Cada petate que esta anciana confecciona los comercializa ahora entre 5 y 6 dólares, según comentó, e indicó que «antes con el colón (moneda de El Salvador) era mejor la venta, el dinero abundaba más».

A criterio de Morena Ramos, de 40 años y residente del cantón Anal Abajo, también en Nahuizalco, la dolarización en el país «vino a afectar la venta de petate».

La dolarización está vigente en El Salvador desde el 1 de enero de 2001 mediante la Ley de Integración Monetaria, que permitió el curso legal de la divisa estadounidense junto con el colón salvadoreño, cuyo cambio quedó fijado en 8,75 unidades por dólar.

Sin embargo, al día de hoy en el país solo circula el dólar y el colón prácticamente ha desaparecido.

Ramos dijo a Efe que ella invierte 50 dólares en materia prima -palma de tule- para elaborar una docena de petates – que miden 1,60 metros de ancho y 1,80 de largo- para comercializarlos a 6 dólares cada uno, 72 dólares en total.

La mujer recuerda que su abuela, quien le enseñó esta labor, «vendía los petates a 10 colones (1,15 dólar) y ahora al venderlos a 5 o 6 dólares tendría que abundar más, pero no vemos el dinero».

«Vimos una gran deficiencia en los precios desde que vino el dólar, antes con el colón era mejor. Yo creo que 6 dólares no es nada, aunque son más de 50 colones, pero no se ven», señaló.

Indicó que «ahora para poder sobrevivir, las mujeres que nos dedicamos al petate buscamos otras actividades para lograr otros centavitos, como la venta de hortalizas».

Ramos también apuntó que la delincuencia que se vive en al país ha derivado en que menos personas se dediquen a este trabajo, porque «ya no nos podemos movilizar como antes».

«Yo me acuerdo que cuando mi abuela no vendía los petates en Nahuizalco, se iba a otros lugares cercanos para acabarse la venta, pero ahora nosotros no podemos porque los muchachos (pandilleros) están por todos lados y es peligroso», agregó.

Otro factor que también está influyendo en la desaparición de esta labor es el de los efectos que provoca la crisis climática.

La palma de tule necesita un clima equilibrado para desarrollarse, ni mucho calor ni mucha lluvia, según comentó Julia Guzmán.

Sin embargo, en los últimos años la sequía por falta de lluvia ha afectado a buena parte del territorio salvadoreño, lo que ha generado pérdidas de varios cultivos.

Guzmán señaló que los cambios en el clima de los últimos años «han provocado que los dueños de plantaciones de tule decidan ya no sembrar y dedicarse a otros cultivos».

El Salvador registró entre junio y agosto de 2018 una de las sequías más fuertes de la historia reciente del país y que causó la pérdida de 2,13 millones de quintales de maíz, uno de los principales granos de la dieta salvadoreña.

En este país centroamericano se han registrado sequías en los años 2012, 2013 y 2014, pero la de 2015 fue un «precedente importante» ya que generó un impacto «mayor» en los recursos hídricos, según lo señaló en su momento el Ministerio de Medio Ambiente.