Ahmad Alhamsho tiene 29 años, dejó Siria hace seis, huyendo de la guerra, cruzó a Turquía para subirse en una patera rumbo a Grecia con otras 80 personas, sin saber nadar, y pasó año y medio en un campo de refugiados griego en el que creía que "moriría lentamente". . EFE/Marta Pérez.

Barcelona (España) – Ahmad Alhamsho tiene 29 años, salió de Siria hace seis para huir de la guerra, cruzó a Turquía, se subió en una barca rumbo a Grecia con otras 80 personas, sin saber nadar, y pasó año y medio en un campo de refugiados en el que creía que «moriría lentamente»…

Ahora, ya en la ciudad española de Barcelona (noreste), ha publicado un libro en el que cuenta su historia, «Todos los Ahmad del mundo».

«Siria antes de la guerra era el lugar más bonito del mundo», dice en una entrevista con EFE, en la que se acuerda de lo segura y lo barata que era la vida allí y de la amabilidad de la gente, aunque reconoce que ya había falta de libertad antes del conflicto.

Comenzó el servicio militar, obligatorio en Siria durante año y medio, justo antes de que estallara la guerra, de la que se libró gracias a un quiste en el hígado, que lo apartó del Ejército.

«Ese quiste me salvó la vida», reconoce Alhamsho, quien cree que, de no ser por eso, habría muerto en la guerra porque solo una semana después llamó a sus compañeros y nadie contestó al teléfono. Habían muerto en una de las batallas.

El médico le ha dicho a Alhamsho que fue probablemente en el Ejército donde comenzó su problema de hígado debido a la mala alimentación.

EL ESTADO ISLÁMICO «SOLO QUIERE MATAR»

Una vez comenzada la guerra, algunos miembros del Estado Islámico que se acercaban a su tienda de repuestos para motos lo intentaron convencer para que se uniera a ellos, lo que motivó más de una discusión: «No me gusta callarme cuando tengo razón y ellos no son musulmanes, no saben nada del islam. Solo quieren dar órdenes y matar, porque matar para ellos es como beber agua», explica.

Asegura que conoce de dónde son muchos de ellos porque algunos viven en su pueblo, aunque vienen de todos los lugares del mundo y luego «se inventan un nombre que dicen en alto cuando sacrifican a alguien en la plaza, pero todos saben que es falso», como uno de los doctores que se encarga de certificar las muertes, que «todo el mundo sabe que es alemán».

Con el avance del conflicto en Siria decidió salir de su país con sus tíos y cruzar hasta Turquía, algo que lo llevó a tener que alejarse de su familia. «Lo más duro que he tenido que hacer, mucho peor que todo lo demás», confiesa Alhamsho.

Ya en Turquía tuvo que hablar con las mafias para cruzar a Grecia: «Es tan fácil como preguntar por un contacto a alguien que ya ha salido o ir a la plaza, ahí siempre puedes preguntar», rememora.

PAGAR 750 DÓLARES POR JUGARSE LA VIDA

Según Alhamsho, para subir a una balsa de plástico repleta de personas piden 600 dólares, aunque si la cantidad que se paga es mayor puedes conseguir que vaya menos gente en el viaje, uno de 15 personas puede costar entre 1.500 y 2.000 dólares.

Su tío pagó 750 dólares por una embarcación minúscula, en la que iban 80 personas, los hombres sentados en círculo y las mujeres y los niños de pie en el centro, en un trayecto que le habían prometido que sería de quince minutos, pero que duró más de cinco horas.

«Cada minuto pensaba que me iba a morir», narra, sobre todo cuando la barca se quedó sin gasolina y a la deriva en medio del mar antes de ser rescatados por un buque griego.

Lo trasladaron a un campo de refugiados donde estuvo durante año y medio, un tiempo en el que lo peor no era dormir mal, comer poco o no poder ducharse con agua caliente, sino la incertidumbre de no saber hasta cuándo estaría ahí encerrado, mientras seguían por la radio cómo la Unión Europea debatía si acogía a los refugiados sirios o no.

«Un día fui a los de Unicef y les pedí que me dejasen volver a Siria porque prefería morir rápido, pero con mi familia, que ahí lentamente», dice Alhamsho.

Cuando finalmente fue acogido por España, le sorprendió que hubiera personas que opinaban que no debían aceptarlo.

«No sabía que existían este tipo de pensamientos hasta que llegué aquí, no creía que una persona que vea cómo estamos sufriendo sea capaz de no acogernos», se lamenta.

Nombra directamente a partidos españoles como Vox (extrema derecha) y asegura que no hablaría con sus líderes, pero contaría su historia a los votantes.