México.- La firma del tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en la Cumbre del G20 de Buenos Aires dará al presidente Enrique Peña Nieto una despedida un tanto endulzada que, sin embargo, no revierte su criticado legado y su bajísima popularidad.

«Está capitalizando este tratado y se quiere llevar los reflectores y los aplausos internacionales», dijo hoy a Efe el especialista en Negocios Internacionales del Tecnológico de Monterrey, Manuel Valencia.

Este viernes 30 de noviembre se firmará en la Cumbre del G20 en la capital argentina este acuerdo comercial que da continuidad al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y se ha rebautizado como T-MEC (en español, USMCA, en inglés).

Si bien falta conocer algunos detalles de la firma en Buenos Aires, el Gobierno de México informó ya que Peña Nieto conversó por teléfono con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, sobre la suscripción del acuerdo en el G20 «para posteriormente ser enviado al Poder Legislativo de cada uno de los tres países».

Durante la conversación, el mandatario mexicano señaló que el nuevo acuerdo «moderniza la alianza comercial estratégica de América del Norte, fortalece la competitividad de la región y ofrece certidumbre a las inversiones».

Y este miércoles el canciller mexicano, Luis Videgaray, confirmó que el convenio será firmado por los tres países el viernes por la mañana en Buenos Aires.

La negociación, que comenzó en agosto de 2017, fue una auténtica montaña rusa con idas y venidas de la Casa Blanca, con un Donald Trump empeñado en mejorar las condiciones del que, para él, era el peor tratado comercial de la historia de Estados Unidos.

Del lado mexicano había mucho en juego. Estados Unidos es su principal socio comercial, con un volumen de exportaciones e importaciones de alrededor de 500.000 millones de dólares.

Hacia el país vecino, la segunda potencia latinoamericana después de Brasil destina 80 % de sus ventas al extranjero.

En la compleja renegociación jugó un papel esencial el equipo negociador mexicano, encabezado por el ministro de Economía, Ildefonso Guajardo.

«El trabajo mexicano fue un trabajo extraordinario. Los mismos empresarios y funcionarios públicos estadounidenses y canadienses lo reconocieron. También el trabajo en conjunto del sector empresarial con los negociadores oficiales», apuntó en entrevista con Efe el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón.

Para el representante de esta importante cúpula empresarial, la negociación «fue un éxito» pese a que, reconoció, «había una alta posibilidad de rompimiento».

En la difícil ecuación también tuvo un papel relevante Jesús Seade, el jefe negociador del gabinete del presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, quien asumirá la Presidencia el 1 de diciembre.

Seade se sumó en la recta final de la negociación, y su participación fue decisiva para lograr el cierre de algunos capítulos como el energético.

Pero sobre todo la participación de Seade fue importante por el mensaje entre líneas que lanzaba el líder izquierdista: el de apoyar este acuerdo comercial pese a tener un discurso nacionalista y centrado en el desarrollo interno del país.

«López Obrador se alineó perfectamente a la negociación, sin hablar de más y permitiendo que su gente se incorpore a la negociación. Y ello dio lugar a que finalmente se acordaran las cosas (…). Y Trump tomó la misma actitud de Andrés Manuel, mantenerse suficientemente atentos sin contaminar la negociaciones», señaló Valencia.

En los libros de historia, la firma del nuevo convenio será recordada como un logro de Peña Nieto, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en materia económica consiguió mantener la estabilidad, y un cierto crecimiento, pese a choques externos como la victoria de Trump en EE.UU. o la caída del precio del crudo.

No obstante, el mandatario será mucho más recordado por los escándalos de corrupción y sobre todo por la creciente ola de violencia, que zanjó 2017 con 31.174 homicidios, la cifra más alta en dos décadas.

Una reciente encuesta de la consultora Mitofsky reveló que en noviembre el mandatario obtuvo una aprobación a su gestión de solo 24 %, siendo el presidente que cierra su mandato con el nivel de popularidad más bajo de los últimos 30 años.