Washington – El presidente estadounidense, Donald Trump, dedica más de la mitad de su agenda diaria a lo que la Casa Blanca define como «tiempo ejecutivo»: horas que el mandatario puede dedicar a hacer llamadas, ver la televisión y tuitear, libre de las ataduras y la transparencia de un calendario definido.

Un empleado anónimo de la Casa Blanca filtró recientemente a la prensa todas las agendas diarias del presidente desde comienzos de noviembre hasta el 1 de febrero, en un aparente intento de poner en evidencia al mandatario y corroborar su afición por el «tiempo ejecutivo», un término que suscita bromas en todo Washington.

De esos documentos, publicados el domingo en la web de noticias Axios, se desprende que Trump pasa alrededor del 60 % de su horario de trabajo en actividades indefinidas, con casi 300 horas «libres» y solo 77 dedicadas a reuniones programadas en los últimos tres meses.

La revelación hizo las delicias de los más críticos con Trump, que vieron en ella lo más parecido a una confirmación de que el mandatario pasa sus días tuiteando y viendo su cadena de televisión favorita, Fox News, sin trabajar apenas.

La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, trató de disputar esa idea al asegurar que Trump tiene «un estilo de liderazgo diferente al de sus predecesores», y que sus horas flexibles estimulan su «creatividad» y le hacen «más productivo».

A Trump nunca le ha gustado ceñirse a un horario fijo, como ya reconoció en 1987 en su libro superventas «The Art of The Deal».

«Intento no programar demasiadas reuniones. Dejo mi puerta abierta. No puedes ser imaginativo ni emprendedor si todo está demasiado estructurado», escribió el entonces magnate inmobiliario.

Fue el segundo jefe de gabinete de Trump, el general John Kelly, quien se inventó el concepto de «tiempo ejecutivo» para apaciguar al presidente, que detestaba tener una agenda regular, según Axios.

Aunque sus tuits matutinos demuestran que madruga, Trump alarga su tiempo en la residencia y no suele llegar al Despacho Oval hasta las 11.00 de la mañana, bastante más tarde que sus predecesores.

Son pocas las veces que Trump recibe en persona el informe diario de inteligencia -apenas 17 en tres meses- y muchas veces tampoco lo lee cuando se lo entregan por escrito, de acuerdo con la cadena NBC News.

La Casa Blanca insiste en que el mandatario dedica buena parte de su «tiempo ejecutivo» a hacer llamadas y mantener reuniones privadas, y un análisis del diario The Washington Post demuestra que Trump no siempre tuitea durante sus ratos flexibles.

Pero el hecho de que esos contactos no estén en la agenda de Trump significa que sus subordinados no están necesariamente al tanto de ellos, lo que da rienda suelta a sus frecuentes impulsos de llamar a sus aliados en la cadena Fox News para pedirles consejo, o a los periodistas del New York Times para criticar su cobertura.

«Lo preocupante respecto al presidente Trump es que permita que los caprichos del ciclo de noticias determinen su agenda, y que sienta que sus opciones están determinadas por quienquiera que haya hablado con él ese día», afirmó a Efe el profesor de Política Matthew Beckmann, de la Universidad de California en Irvine.

Beckmann está escribiendo un libro sobre la forma en la que los presidentes estadounidenses manejan su tiempo, y le resulta difícil encontrar un precedente para la agenda semivacía de Trump.

«Todos los presidentes intentan tener flexibilidad en su agenda diaria, pero normalmente eso incluye una hora aquí y otra allá, en el contexto de un horario repleto», explicó Beckmann.

«Lo que parece único en el caso de Trump es que su agenda es básicamente lo contrario: muchas actividades ad hoc y solo unas pocas planeadas», agregó.

Beckmann no cree, sin embargo, que la opacidad de la agenda de Trump signifique necesariamente que no esté haciendo nada, y no descarta que, como dice Sanders, ese estilo de Gobierno sea el más adecuado para él.

«La Presidencia es tan compleja, y cada presidente tan distinto, que no hay una forma ‘correcta’ de hacer el trabajo», opinó.

Pero su tendencia a dejarse llevar por los rótulos en mayúsculas de las cadenas de televisión, recopilados cada tarde para él en un documento especial, sí «significa que sus posiciones pueden variar drásticamente de un día para otro, y eso lleva a que su personal no las tome demasiado en serio», advirtió.