Texas (Análisis de Alberto García Marrder)- Hablemos claro. De nada van a servir la indignación y lamentos por la tragedia de la escuela de Uvalde (Texas), con 19 niños y dos profesoras asesinados por un latino de 18 años, que acababa de comprar un rifle automático.

Los congresistas en Washington, que son los únicos que pueden endurecer las leyes en las ventas de las armas, no harán nada. Su futuro político depende de su apoyo a los poderosos “lobby”  pro-armas y a no contradecir su electorado conservador, que cree a ciegas que poseer un arma es un derecho constitucional.

Y si que lo es: Lo está en la segunda enmienda de la Constitución de  1791:

A well regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed.

 (Cuya traducción, tomada de los Archivos Nacionales, es: “Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado Libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas”).

O sea que se guían por una constitución de hace casi tres siglos para regular a una población que por internet puede comprar un arma y donde ya no hay milicias armadas para defenderla, pero si ejércitos tecnificados.

En la población tejana de Uvalde, cerca de San Antonio y de la frontera con México, Salvador Ramos, esperó cumplir 18 años para comprar dos fusiles automáticos AR-15 y casi 300 balas.

En la armería “Oasis Outbank” de Uvalde no hicieron una investigación sobre la capacidad mental o delictiva del comprador y no tenían por que hacerla.

Ni despertó sospechas que Ramos, con problemas mentales y familiares, comprara también un chaleco anti-balas.

Texas, gobernada por republicanos, es uno de los estados de la Unión con leyes muy permisivas para la venta y compra de armas.

(He vivido, como periodista, dos años en Houston, y recuerdo como los vaqueros (sombreros tejanos,  botas altas decoradas y hebillas-cinturones de plata) entraban en los supermercados sin disimular que en el bolsillo trasero de sus “blue-jeans” llevaban un arma.)

Precisamente ahora se está celebrando en Houston la conferencia anual de la poderosa “Asociación Nacional del Rifle” (con las iniciales en inglés NRA), a la que le deben tanto los políticos republicanos por sus donaciones a sus campañas electorales.

En esta han hablado el expresidente Donald Trump y el senador republicano por Texas Ted Cruz. Los dos han lamentado lo ocurrido en la escuela de Uvalde, pero ninguno apoyaría leyes para endurecer las ventas de las armas.

Lo que está en juego aquí es no poner en peligro el poder político que ostentan. Trump, aunque no lo ha anunciado públicamente, aspira a presentarse a una reelección en el 2024 y tiene muchas posibilidades de lograrlo.

Tanto Trump, como Cruz, no quieren perder el patrocinio de la influyente NRA y mucho menos, los votos de ese electorado conservador. Especialmente de los estados sureños, que ven la posesión de las armas como un derecho sagrado, como parte de su cultura.

La columnista Maureen Dowd, lo expone muy bien en el diario “The New York Times” y titula su artículo así: “El sacrificio humano de los americanos”.

“Nos hemos convertido en un país de cobardes, tan aterrorizados por el poder profano del culto a las armas que ningún sacrificio de sangre joven es demasiado grande para apaciguarlo”.

En 2018 y cuando vivía en Miami, me tocó muy cerca la tragedia de un colegio en Parkland  (Florida), 17 estudiantes asesinados por Nikolas Cruz. Y escribí mucho sobre esa desgracia, siempre pensando que esta sería la última tragedia escolar.

Que ilusos somos. Habrán otras similares y siempre en escuelas. Todo por el egoísmo personal de unos políticos. Y solo pasa en Estados Unidos.