Ciudad Juárez (México)– El cuerpo del migrante mexicano Jesús Iván Sepúlveda, quien fue asesinado el pasado 27 de septiembre por un exguardia de EE.UU., al cruzar la frontera y llegar a Estados Unidos, fue entregado este viernes por autoridades de aquel país en la mexicana Ciudad Juárez, fronteriza con Texas.

Diecisiete días después de los hechos, los familiares de la víctima, quienes han calificado el hecho como un crimen de odio y racismo, recuperaron el cuerpo y ahora se dirigen al estado mexicano estado de Durango, de donde son originarios, para darle sepultura.

«A partir de próximo lunes, vamos a solicitar una visa humanitaria, para que los padres puedan cruzar a Estados Unidos e interpongan una denuncia en contra de quienes cometieron el homicidio», dijo a EFE Daniel Sepúlveda, tío de Jesús Iván.

Refirió que las autoridades del consulado les han apoyado en cubrir los gastos de traslado e igual que el ataúd, sin embargo, siguen esperando justicia sobre el crimen cometido en contra del joven.

Organizaciones que abogan por los derechos de los migrantes han exigido una investigación profunda sobre el hecho.

Fernando García, director de La Red Fronteriza por los Derechos Humanos (BNHR, en inglés), señaló hace unos días, en una conferencia de prensa, que los sospechosos «literalmente cazaron» a los inmigrantes.

Por su parte, la congresista Verónica Escobar, que representa a El Paso, comentó el pasado viernes, en otra conferencia, que espera que el Departamento de Justicia de Estados Unidos «investigue esto como un crimen de odio».

Jesús Iván murió en el desierto al sur de Sierra Blanca, Texas, mientras viajaba acompañado de 13 personas provenientes de la misma región.

Los viajeros pararon para tomar agua tras cruzar la frontera y, en ese momento, el exjefe de un centro de detención de migrantes y su hermano gemelo dispararon contra ellos, lo que resultó en la muerte de Jesús Iván y la hospitalización de Brenda Berenice Casías, migrante mexicana.

Pese al tiroteo, los hermanos Mark y Mike Sheppard quedaron libres el 5 de octubre tras pagar fianzas de 250.000 dólares cada uno mientras esperan el juicio.

El joven viajaba hacia Estados Unidos porque en su pueblo no había trabajo, se había casado recientemente y quería comprar una casa.