Tegucigalpa – La depresión Eta dejó en Honduras al menos medio centenar de muertos, mucha destrucción y miles de damnificados, entre los que hay quienes no saben si perdieron su trabajo y los que nunca habían «sentido tanto miedo», como el día en que el desbordamiento de los ríos les inundó o destruyó sus casas.
«Fueron días difíciles para nosotros, hemos perdido todo, lo que quiero resaltar es que hemos vivido una tragedia todos los vecinos», dijo a Efe Alex Díaz, un campesino que vive en el populoso barrio Palermo, en la ciudad de El Progreso, en el norte hondureño.
El Progreso es una de las ciudades en el extenso valle de Sula que quedaron inundadas por el desbordamiento de ríos caudalosos como el Ulúa y el Chamelecón, entre otras vertientes que cruzan la región, en las que a medida que el nivel del agua ha ido bajando, han asomado muertos y los graves destrozos materiales que dejó Eta.
Alex indicó que entre «todos los vecinos» de Palermo se han venido ayudando desde el martes, cuando se produjo la inundación en su barrio, como parte de las torrenciales lluvias que azotaban a Honduras, derivadas de las bandas que generaba Eta cuando se acercaba a Nicaragua como huracán categoría 4.
Agregó que de la pequeña casa de bloques de cemento, en la que vive con sus suegros, Pedro Molina y Alicia Cáceres, y los otros miembros de su familia, con los que suman once, solamente quedó una de sus dos habitaciones y el terreno inundado de basura arrastrada por las riadas.
«NOS SALVARÁN LOS VECINOS, NO EL GOBIERNO», DICE ALEX
Alex y su familia tuvieron que salir de Palermo cuando el barrio comenzó a ser inundado, según su suegro, por aguas del río Pelo, que cruza por el sur de El Progreso y desemboca cercano a Ulúa.
El agua que inundó Palermo le llevó las pertenencias a la familia de Pedro y su yerno Alex, quienes coincidieron en que están subsistiendo con la ayuda de los vecinos.
«Creo que es el vecino que nos va a salvar la vida, no el Gobierno», enfatizo Alex, quien además aseguró que esta vez la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) no pasó por el barrio alertando de las inundaciones que habría en el norte del país.
Cuando se comenzó a inundar el barrio, Alex dice que envió a sus hijos a la casa de un cuñado, que vive en un sitio de menor riesgo y que él se quedó en la casa cuidando sus pertenencias, sin imaginarse lo que vendría horas más tarde.
«Eran las cuatro de la mañana (10:00 GMT) cuando otro vecino decía salgámonos, nos estamos ahogando. Entonces, yo salí corriendo, otro cuñado mío se despertó y también dijo nos estamos ahogando», relató Alex, quien quiso llevar las colchonetas de dormir para no perderlas, a lo que otros familiares le dijeron que «no» y se fueran sin nada porque «la vida es más importante».
NUNCA SINTIÓ TANTO MIEDO
Alex lamenta la pérdida de todas sus pertenencias, pero a la vez le pide «fuerza» a sus vecinos, que también han perdido sus cosas.
En 1998, Alex vivió el paso del devastador huracán Mitch, de categoría 5 en la escala Saffir Simpson, que llegó por el Caribe, dejando en Honduras una estela de muerte y destrucción en el que es el peor desastre natural que ha vivido el país centroamericano.
Cuando el Mitch, según dijo Alex, estaba en Olanchito, en el extremo este del norteño departamento de Yoro, pero no sintió miedo.
El martes en la madrugada, cuando Palermo se inundó, escucharon «estruendos parecidos al del mar» cuando las olas están altas.
«Nunca había sentido tanto miedo, aquello era horrible, la gente gritaba, los niños lloraban por aquí, por allá. Todo fue una cosa rápida, en término de 30 minutos se llenó todo, cuando menos acordamos no habían salidas para salvar nada, nosotros salimos nadando, de ahí para allá y otros vecinos, nadando todo el mundo», relató Alex.
QUE EL GOBIERNO LLEGUE A PALERMO
Sumido en la tristeza, Alex señaló que quería «decirle al Gobierno que tenga la capacidad de venir a ver el desastre que tenemos nosotros; que pongan un granito de arena para todos los que estamos aquí, hemos perdido todo, totalmente, lo que necesitamos es ayuda de lo que sea».
A falta de camas, Alex, sus hijos y sus suegros, se alternan las pocas sillas que tienen para dormir en la noche, mientras limpian lo que ha quedado de su humilde hogar con la esperanza de recibir alguna ayuda para levantar nuevas paredes.
«Aquí no ha venido Copeco, aquí no creemos que tenemos gobierno», recalcó Alex, a quien también le preocupa lo que pasará en Finca Cobb, bananera unos tres kilómetros al norte de El Progreso, donde trabaja, porque «ha quedado totalmente destruida y no sabe si empezaran de cero a levantarla o si cerrará operaciones.
También le preocupa de qué vivirán ahora sus hijos, porque las inundaciones causadas por Eta «dejará a muchos sin trabajo».
LOS POLÍTICOS SOLO SE ACUERDAN DE PALERMO EN ELECCIONES
Al suegro de Alex se le quiebra la voz y llora al recordar que varias personas han muerto en Palermo por las inundaciones.
Pedro dijo a Efe, frente a lo que quedó de su casa, que la inundación en Palermo fue por la ruptura de un bordo causada por el río Pelo, que en verano su cauce apenas es un hilo de agua.
«Cuando eso pasa, los pensamientos se le ponen a uno que no haya qué hacer. Nosotros no hemos recibido ayuda de ninguna clase, somos once personas, ayer estuvimos hasta como a las siete de la noche y no probamos comida», agregó.
El septuagenario damnificado también recordó que a Palermo los políticos solamente llegan por votos en tiempos de campaña política.
«Nosotros miramos que cuando hay elecciones, hasta cualquiera que quiere ser diputado se acerca a nosotros» y «cómo es posible que cuando tenemos problemas no se acuerden de uno», recalcó, mientras observaba a su esposa Alicia tender ropa sobre unas piedras amontonadas de las que arrastró la inundación.
Pedro señaló que «aquí hay que ser claros, el Gobierno tiene que ayudar a todos los hondureños, porque no somos de otro lado, y aunque fuéramos de otro lado, siempre somos hijos de Dios, todos tenemos derecho a que nos ayuden».