EFE/EPA/ROBIN UTRECHT

Róterdam (Países Bajos) – Junto a su entrada y el DNI, llevan en el móvil un certificado de PCR negativa que se han hecho la mañana de este martes. No les falta glamur, prendas pomposas y muchas banderas, y hacen cola con la mascarilla puesta, a metro y medio de distancia, y los nervios a flor de piel para ver la primera semifinal de Eurovisión 2021.

Los primeros 3.500 espectadores del festival, los afortunados que han logrado entrada para la edición de 2021 del festival de canciones, han desfilado este martes con una sonrisa en la cara sabiéndose testigos del Eurovisión más peculiar de las más de seis décadas de historia que tiene: un espectáculo a prueba de pandemia, en el que la regla principal es demostrar que no se tiene SARS-CoV-2.

“Nos hemos hecho una PCR esta tarde para ver si teníamos el coronavirus, y cuando dio negativo, nos fuimos primero a casa para cambiarnos de ropa y luego vinimos aquí”, dice a Efe Peter Engelsman, que ha llegado junto a un amigo, ataviados ambos con mascarilla y bufanda con colores del festival. “Nos sentimos a salvo”, confirman.

Que la salud y la seguridad de los participantes sean la prioridad e impidan los abrazos, los saltos en el aire o las “afterparty”, tampoco significa que Eurovisión esté exenta del glamur y el baño de banderas que tanto caracteriza este espectáculo que este año se celebra en una “burbuja segura”, con la imposición de medidas estrictas a los empleados del centro de eventos Ahoy, los artistas, sus equipos, los técnicos o los periodistas.

Roberto Santana, mexicano residente desde hace dos décadas en Países Bajos, se ha preparado para la ocasión como público del festival y ha invertido tiempo en disfrazarse para la ocasión. Con una peluca de los colores de la bandera de Países Bajos, conjuntados con unos pendientes rojos, un collar y plumas azules, y un vestido con los colores de Eurovisión.

“Nos sentimos seguros, no debería haber ningún problema porque todos necesitan hacerse pruebas para venir aquí”, dice a Efe Santana, que ha pasado la noche en un hotel de Róterdam junto a su amigo Geert van den Berg, también ataviado en un vestido azul decorado con perlas y un cinturón de banderas, incluida la de España, además de una peluca blanca con una pluma naranja. Ambos residen en Zwolle, en el este de Países Bajos.

Solo pueden acudir a esta semifinal, aunque habrá otra el jueves con 3.500 espectadores, el mismo número que tiene entradas para la final del sábado. Están todos sometidos a estrictas medidas de seguridad e higiene para evitar que el coronavirus se cuele en el escenario y eche por tierra el festival: estarán sentados y sin poder bailar de pie al ritmo de su canción favorita.

Las delegaciones que acompañan a los artistas, al igual que los periodistas, deben hacerse una prueba rápida «in situ» cada 48 horas, con resultado en 15 minutos, y su movilidad se limita a acudir al centro de eventos y volver al hotel. De detectarse un positivo, saltan las alarmas y se declara la cuarentena para sus contactos.

Los geles para desinfectarse las manos forman parte de la decoración del festival de Eurovisión. Los vigilantes del cumplimiento de las normas están en todas las esquinas, y los hospitales de la zona están en alerta, a la par que cuidan a sus pacientes de covid-19.

El año pasado, la pandemia obligó a cancelar el festival por primera vez en sus más de 60 años de historia, lo que llevó a los organizadores este año a tomar todas las precauciones, no solo para evitar contagios, sino también para que ninguna actuación caiga del programa por un posible positivo: todos los artistas tienen sus actuaciones grabadas para permitir que el mundo escuche su canción en el caso de que tengan que someterse a una cuarentena.

“Todas esas delegaciones tienen que estar bien alojadas, tienen que comer, tienen que poder ensayar. Y todo de acuerdo con las reglas de la covid-19, lo que no lo hace una tarea fácil”, dijo el alcalde de Róterdam, Ahmed Aboutaleb, que subrayó que le “preocupa la seguridad de toda esta gente” y seguirá el festival “desde el sofá de casa, solo como un espectador”.

El productor ejecutivo de Eurovisión, Sietse Bakker, recuerda que se pide a los artistas que “permanezcan en su hotel todo el tiempo, solo se pueden desviar de esa regla durante las actividades recogidas en el programa del festival, como los ensayos y las ruedas de prensa, así que no hay escapadas a tomarse algo al aire libre, ni fiestas ni compras».

La responsabilidad final queda en manos de los artistas y sus equipos porque se juegan cantar en directo desde el escenario de Eurovisión, o ver en la televisión su actuación grabada desde la habitación del hotel. “La emoción estará ahí hasta el último día”, dice Bakker.