Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – En el marco del bicentenario, «Exactamente Juana», es la última publicación del historiador y escritor Rolando Sierra, en la cual recoge las andanzas de una de las poetisas más irreverentes de Honduras, quien construyó un discurso sobre sí y sobre la creación poética, que muchos consideraron como “…atrevida, desinhibida» desde donde «rechaza y enfrenta valientemente la sociedad hondureña».
– El libro surge de los diálogos formales e informales entre el autor y la irreverente Juana.
Auspiciada por Mujeres en las Artes (MUA), Exactamente Juana es una reconstrucción biográfica de la poetisa que nació en San Marcos de Colón, en el sureño departamento de Choluteca, el 20 de julio de 1945, el día en que se festeja al cacique Lempira, que, de acuerdo con la leyenda y los historiadores de época, se enfrentó a la conquista española.
Hija de un maestro rural que llegó a trabajar a una comunidad de San Marcos de Colón, como pagador de la compañía norteamericana que construía la carretera panamericana, Juana Pavón o “Juana, la loca” como se le conoció popularmente, no pudo conocer a su madre, quien murió en el parto, tenía apenas 14 años. Gregoria Pavón Garay, la madre de Juana Pavón, era oriunda de Pespire, Choluteca, y fue una de las tantas víctimas de los embarazos precoces en adolescentes, un hecho que sigue quitando vida a mujeres menores en pleno siglo XXI.
Su padre, Hernán Velásquez de León, originario de Tegucigalpa, era un hombre víctima del alcoholismo y como bien cita el autor a Juana en sus relatos, su padre “… cuando le pagaban se iba a beber semanas y meses. En una de esas idas a beber, mi mamá me dio a luz y se murió en el parto, porque le faltaban tres meses para cumplir quince años. Mi papá llegó al mes a verme a la clínica. Le dijeron que su mujer había muerto y que tenía una niña. Él se puso a beber y a beber, y me fue a reclamar, pero el doctor le dijo que borracho no me podía entregar. Él se regresó a Tegucigalpa y se murió poco después, de una intoxicación. Eso me han contado las gentes del pueblo”. (Pavón, J; 2003).
En completa orfandad, la poetisa hondureña fue adoptada por el médico Francisco Mata, quien atendió a su madre en el parto. La asentó con el nombre de Janette Mata y, años más tarde, la esposa de éste le cambió el nombre por Margarita Velásquez Pavón, que es el que tenía en su última cédula de identidad, destaca el libro de Sierra.
Pero Juana no pudo disfrutar de sus padres adoptivos, pues la conflictividad política de la época, producto de los años en el poder del caríato, llevaron al doctor Mata al exilio y dejó a Juana en un orfanato en la capital. Y así fue su vida, rodeada de religiosas y religión. Con la asunción de Villeda Morales, el padre adoptivo de Juana Pavón regresó al país, y la puso a estudiar en la Escuela Normal de Señoritas de Villa Ahumada, en Danlí, de ahí regresó al sur y estuvo interna en el colegio de monjas que hoy es el Santa María Goretti de Choluteca, uno de los más prestigiosos centros educativos del país.
Marcada por la intemperie
“Al acercarse a la trayectoria de vida de Juana Velásquez Pavón en sus diferentes etapas, desde su nacimiento, niñez, juventud, adultez y vejez se observa que su vida transcurrió a la intemperie, sin techo propio, propiedades personales y muy poca protección. Físicamente sin la “habitación propia’’ y la independencia económica que demandaba Virginia Woolf para que las mujeres pudieran escribir, pero sí con la suficiente independencia personal para expresarse (Véase Woolf, V; 2005). Razón por la cual, la crítica literaria norteamericana Janet Gold llamó a Juana la “poeta de la calle” (Gold, J; 2001: 142), o “la poeta del hambre” para el músico hondureño Alex Palencia (1986), porque la poeta escribió desde su experiencia de orfandad, olvido, de soledades diurnas y nocturnas”, destaca Sierra en su escrito.
Con una narrativa exquisita, el libro “Exactamente Juana”, detalla que la prosa literaria de Juana Pavón era más allá que la de una “poeta de la calle”. Juana Pavón era una maestra de educación primaria, una lectora incansable desde su niñez, a quien le gustaba Cortázar, Neruda, Vicent, van Gogh, Dalí, leía a Carl Marx, Sor Juana Inés de la Cruz (la primera mujer feminista según expresó), Antonio Machado, Federico García Lorca, Roberto Sosa, García Márquez, entre otros. Sor Juana Inés de la Cruz y el libro “Las mil y una noches”, marcaron en parte la vida de Juana Pavón.
En este sentido, “Exactamente Juana”, presenta la cosmovisión de la escritora, la coloca en el contexto del país y sus desigualdades, las crisis políticas, la exclusión, la pobreza y su eterno peregrinaje con su poesía a favor de las causas sociales, cargadas de una irreverencia al poder que no pasó inadvertida dentro de la vida cultural, social y literaria de Honduras.
Juana Pavón, según el autor del libro, fue una mujer en toda la extensión de la palabra que vivió en su tiempo, con su tiempo y defendió sus ideas y creencias, sin importar el qué dirán.
Fiel con ella y sus ideas
“Lo de exacta puede entenderse como cabal, correcta, pero, ante todo, fiel y leal consigo misma, con sus convicciones y con los otros, coherente con su modo de ser y de existir. Nadie que la conoció esperó algo diferente de ella en su modo de vivir al límite, en el equilibrio al querer cruzar sobre la cuerda y en la rectitud de sus posturas”, señala Rolando Sierra.
Exactamente Juana, es una narrativa en donde el autor no victimiza ni revictimiza a la poetisa, al contrario, la coloca en su contexto y potencia incluso la visión que ésta tenía acerca de las masculinidades.
La autora de Yo soy esa Sujeto, Exacta, entre otros, tuvo tres hijos, a los cuales dio en adopción, porque su destino no fue de rosas, y no quería más espinas para ellos. “… salí embarazada de mi primer hijo y estaba en la calle completamente. Yo me iba a acostar con hombres para que me dejaran con mi hijo en el hotel. Ese era el pago. Aunque yo sabía que estaba destruyendo mi vida y la de mis niños”, expresó la poetisa en uno de sus relatos.
Ese agite en que se convirtió la vida de Juana Pavón, la llevó a conocer la capital como su palma de la mano, y de acuerdo con el escrito de Rolando Sierra, se convirtió, sin proponérselo en una etnógrafa de la ciudad capital, donde hizo de la plaza central uno de los podios más aclamados por la gente de a pie. Juana Pavón sobrevivió, desde la poesía, la denuncia, valentía e irreverencia, las crisis políticas hondureñas, la luchas por la igualdad y el dolor que ha caracterizado a este país.
Juana Pavón, falleció víctima del cáncer el 28 de marzo de 2019. Y como señala Sierra “Si bien este es el registro de la vida de Juana, ella no se dejó vencer por este tipo de vida, necesitaba expresarse y encontró en la creación literaria una forma de hablar de sí y transmitir su experiencia de la vida, iniciando su camino como escritora, declamadora y actriz, así como sus luchas por causa de los desposeídos y excluidos”. Su vida ha sido representada en la pintura, el dibujo, la música y el teatro. Exacta, así era Juana Pavón, una mujer que se declaró una erótica de la libertad.