Jenn Budd, una exoficial de inteligencia de la Patrulla Fronteriza, posa el martes 29 de junio en la salida peatonal de la frontera de San Ysidro en San Diego, California. EFE/Manuel Ocaño

San Diego (CA) – Jenn Budd, una exoficial de inteligencia de la Patrulla Fronteriza, abandonó esa agencia a causa de la corrupción y el racismo que vio en la institución y ahora se dedica activamente a ayudar a los migrantes que buscan asilo en ambos lados de la frontera de Estados Unidos con México.

“Entré a la Patrulla en junio de 1995 y la abandoné en junio de 2001, después de que atentaron contra mi vida por querer denunciar actos de corrupción”, contó la exagente a Efe en una conversación este miércoles a unos pasos de la frontera con la ciudad mexicana de Tijuana.

Nacida en una familia liberal en Luisiana, al terminar la preparatoria Budd quería estudiar leyes con la intención de proteger los derechos humanos, pero recibió una invitación y aceptó reclutarse con la Patrulla Fronteriza.

Llegó a la frontera cuando comenzaban a contabilizarse los primeros resultados fatales de la Operación Guardián, que, de acuerdo con una coalición fronteriza, ha dejado 8.300 migrantes muertos y unos 5.700 desaparecidos, en su mayoría en terreno inhóspito como el que ella vigiló.

Con el tiempo, Budd ascendió a oficial de inteligencia en la semidesértica zona de Campo, en California, en las montañas a unas 70 millas (112 kilómetros) al este de San Diego.

“Por mi trabajo en inteligencia comencé a notar que el jefe en la zona dejaba deliberadamente tramos sin vigilancia a ciertas horas”, refirió.

“Yo quise hablar con la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), pero lo que pasó fue que, del trabajo de escritorio, me enviaron de nuevo a vigilar a campo abierto, en un sector a mí sola”, recordó.

Una noche sorpresivamente comenzaron a dispararle con arma de fuego desde Jacumé, del lado mexicano de la frontera. Ella reportó el ataque y pidió apoyo, pero solo horas después “se presentó el jefe de la zona a preguntarme si había aprendido mi lección”, dijo.

“Aprendí que era hora de dejar la corporación”, añadió.

Budd vivió en los años siguientes de fabricar muebles de cocina en una pequeña empresa familiar en San Diego.

Durante ese tiempo, dijo a Efe, cada vez que se enteraba por noticieros de la muerte de algún migrante en la zona o de incidentes en que las personas que cruzaban de forma indocumentada la frontera resultaban heridas en accidentes, a menudo con cargos, Budd recordaba todo lo que visto en la Patrulla: «Me sentía terrible”.

UNA INSTITUCIÓN RACISTA

La Patrulla Fronteriza, aseguró, hay «racismo” y recordó casos de abusos que presenció y dijo que a menudo “retuercen versiones” de incidentes.

Contó cómo le impactó personalmente la muerte del mexicano Anastasio Hernández Rojas a causa de las descargas eléctricas y los golpes que le propinaron agentes fronterizos en San Diego en 2010, uno de los casos que la llevaron a ayudar activamente a los migrantes.

A su mente vino igualmente un día en que un indocumentado mexicano detenido habló con ella “perfectamente en inglés, sin haber vivido en Estados Unidos”.

“Me preguntó si en la frontera de Canadá deteníamos a las personas como lo hacíamos en la frontera con México, como si fueran animales. Yo le respondí que no”, dijo Budd.

El hombre le preguntó a qué se debía esa diferencia y ella le respondió que tal vez a que los detenidos en la frontera canadiense eran más educados, “lo que en realidad no es verdad”, narró.

Resultó que ese hombre “era un abogado mexicano con título y estudios de maestría que defendía los derechos humanos de la gente”, es decir todo lo que Budd había deseado ser antes de incorporarse a la Patrulla. Pero el detenido había tenido que huir de México.

Budd dejó de hacer muebles de cocina y gradualmente se ha dedicado cada vez más a apoyar y defender a los migrantes.

A menudo se le ve como voluntaria de la organización de apoyo legal Al Otro Lado, a la que ayuda acompañando hasta la garita de San Ysidro a familias a las que la Administración del presidente, Joe Biden, permite cruzar la frontera para llevar sus casos de asilo en Estados Unidos. También cuida y orienta a las familias cuando han pasado a San Diego.

La exagente pasará el 4 de julio, Día de la Independencia estadounidense, con la familia del adolescente José Antonio Elena Rodríguez, quien murió del lado mexicano de la frontera a causa de diez balas que le disparó un patrullero desde Arizona.

“Les hará bien que una exoficial fronteriza les escuche y les diga que les entiende y les dé la razón”, dijo.

Los siguientes días va a El Paso, en Texas, a protestar por el envío de menores migrantes no acompañados a la base militar de Fort Bliss, donde se han reportado casos de ansiedad y autolesiones por parte de los inmigrantes allí alojados.

Todo por ayudar a los inmigrantes que en su día, en la Patrulla Fronteriza, debía detener.