Héctor Soza, de 90 años y descendiente de una de las familias fundadoras de la ciudad de Tucson, posa para Efe junto a fotos de su familia el 13 de octubre de 2019, en su casa en Tucson, Arizona (EE.UU). EFE/ María León

Tucson (AZ) – Los Soza presumen de ser una de las pocas familias que puede remontar su linaje a tiempos en los que ni siquiera existía todavía Estados Unidos y de ser una de las familias fundadoras de Tucson, a donde llegaron a vivir cuando este territorio todavía formaba parte de la Nueva España, hoy México.

Los ojos de Héctor Soza se iluminan al hablar de su familia. A pesar de tener 90 años recuerda perfectamente cada nombre, cada lugar, cada apellido relacionado con un amplio árbol genealógico.

Familias como la de Soza llegaron a esta zona desértica de lo que hoy en día es el estado de Arizona poco después de que el militar irlandés naturalizado español Hugo O’Conor estableciera en 1775 el fuerte Presidio Real de San Agustín de Tucson, a partir del cual nació la actual ciudad de Tucson.

La historia de la familia de Soza en Estados Unidos comienza en México en 1743 con el nacimiento de su antepasado José María Sosa en Sonora. Siendo muy joven se alistó como soldado en la Nueva España, que pertenecía al imperio español.

Fue asignado a servir en la comunidad de San Ignacio de Tubac, en la actual Arizona y principal presidio militar en la zona. Después de casarse se trasladó para formar parte de la caballería del Presidio Real de San Agustín de Tucson.

En entrevista con Efe, Héctor Soza explica que su tatarabuelo falleció en 1800, diez años antes de que estallara la guerra de independencia en contra del dominio de la corona española y que terminó en 1821 con el establecimiento del primer gobierno de México.

Hace unos años, como parte de las renovaciones del centro de la ciudad, se encontraron huesos humanos y, aunque las pruebas genéticas fueron inconclusas, Soza está convencido que se trata de su antepasado José María Sosa.

Las cenizas fueron esparcidas en dos diferentes lugares, en la reserva indígena Tohono O’odom y en la sección dedicada a las familias pioneras de Tucson del cementerio Holy Hope.

«Lo más importante es la familia. Es importante que las generaciones futuras sepan sobre su historia», dice este nonagenario que desconoce con exactitud cuándo cambiaron su apellido de Sosa a Soza.

Con el objetivo de preservar la historia escrita y oral de las familias fundadoras de la ciudad de Tucson se estableció en 1990 la organización Los Descendientes del Presidio de Tucson, quienes buscan involucrar a las nuevas generaciones para que este legado no caiga en el olvido.

Annie López, que forma parte de esta organización que trabaja para celebrar eventos y mantener vivas las tradiciones de esta región, coincide con Soza en la relevancia de preservar «documentos, fotografías y las historias», esfuerzo que les llevó a crear recientemente el primer museo de historia mexicoamericana en Tucson.

Otra familia fundadora es la de Raúl Ramírez. Su abuela materna, Margarita Jiménez Villegas, llegó a este país en 1907.

«Estoy muy orgulloso de la historia de mi abuela Margarita, una mujer muy fuerte que puso los cimientos para nuestra familia», afirma.

Como muchos otros, Ramírez aprendió sobre la historia de su abuela a través de unos relatos que le contó su madre y que desea que sean preservados.

Para Ramírez, quien anteriormente fungió como presidente de Los Descendientes del Presidio de Tucson, la historia oral que se trasmite de generación a generación no es algo que se pueda aprender en las escuelas.

«Tenemos entre nosotros un buen pedazo de la historia de Tucson desde el periodo de la Nueva España, una mirada a la historia de nuestra región desde como vivían las familias, los problemas que enfrentaron y cómo sobrevivieron», dijo.

Mucha de la información sobre estas familias ha sido obtenida después de que la ciudad de Tucson iniciase el proyecto Río Nuevo, un plan aprobado en 1999 por los votantes de la ciudad para renovar y preservar los sitios históricos del centro de la ciudad de Tucson.

Pero la familia Soza inició antes, hace décadas, su propio esfuerzo para documentar su historia con la ayuda de historiadores y pruebas genéticas.

Ese trabajo les llevó a encontrar documentos, como actas de nacimientos y títulos de propiedad, que demuestran su presencia cuando estalló la guerra entre los Estados Unidos y México que derivó en que esta región pasase a ser territorio estadounidense.

Y actualmente la familia cuenta con más de 600 miembros repartidos no solo en Tucson sino a lo largo de todo el país, explica el anciano.