Tegucigalpa (Especial Proceso Digital) – Un estudio regional sobre 33 años de corrupción en los países del Triángulo Norte de América Central, revela los patrones comunes que rigen estas formas de opacidad que van desde fraudes, sobornos, partidas confidenciales, compras y contrataciones directas, compras de emergencia, entre otros mecanismos, acompañados de políticas autoritarias. Las democracias no han podido contrarrestar estos modelosy parecen caminar en paralelo con este tipo de ilícitos, advierten.
La firma de los acuerdos de paz centroamericanos, que pusieron fin a las guerras intestinas en el istmo centroamericano, generó esperanzas en torno al rumbo que tomaría Centroamérica por mejores estadios de bienestar y desarrollo, pero la práctica ha indicado que la región sigue siendo frágil, con institucionalidades mayormente debilitadas y con los mismos problemas que originaron la sublevación de las armas: pobreza, desigualdad, inequidad y corrupción.
El agravante de esta nueva época y crisis de conflictividad regional lo constituye la presencia del crimen organizado, en especial el narcotráfico que en países como Guatemala y Honduras logró penetrar la institucionalidad y cooptar dependencias claves del Estado para el control y marcha sin cortapisas de su negocio. La narcoactividad penetró la élite política de los partidos políticos mediante financiamiento ilícito de campañas o haciendo a los políticos socios de sus actividades. En tanto, en El Salvador, los nexos del narcotráfico apenas florecen.
El Centro contra la Corrupción y la Impunidad en el Norte de Centroamérica (CCINOC), junto a otras instancias civiles, realizó con sus organizaciones socias un estudio sobre 33 años de corrupción en el Triángulo Norte de Centroamérica: Guatemala, El Salvador y Honduras, a fin de identificar patrones comunes, formas de operar, los avances y desafíos de las iniciativas internacionales anticorrupción y los retos a la ciudadanía y sociedad civil para seguir luchando contra este flagelo que parece caminar en paralelo con la democracia y con las instituciones encargadas de combatir las formas y prácticas de opacidad.
Hilos comunes de la corrupción
En los países del Triángulo Norte las organizaciones que acompañaron el trabajo de análisis, documentación y entrevistas fueron el Foro Social de la Deuda de Honduras (FOSDEH), Acción Ciudadana en Guatemala y Cristosal en El Salvador. Cada una de ellas escogió al menos siete casos emblemáticos por país de la década de los años noventa hasta 2024.
Identificaron el poder que sustenta la corrupción en los países del Triángulo Norte, las formas de operar, sus conexiones y cómo la corrupción pasó a teñirse del narcotráfico en su expansión territorial, regional y transnacional. La corrupción dejó de ser en estos países el delito menor de la sustracción de fondos públicos de casos domésticos para dar un salto de redes más sofisticadas con conexiones regionales y transnacionales. La corrupción se volvió un nodo con ramificaciones complejas y profundas.
Según los investigadores del informe regional, la prometedora fase de negociación de la paz abrió el camino para que fuerzas insurgentes pudiesen ser parte del debate político, aún a pesar de ideologías diferentes, y el entusiasmo popular por participar en democracia pronto, se vio eclipsado por el desencanto causado por múltiples casos de corrupción directamente relacionados con recursos públicos procedentes de los impuestos pagados por la población.
Simultáneamente —agregan— la propia corrupción, comenzó a teñirse del fenómeno del narcotráfico y con ello aumentó la sospecha popular que toda la organización política estuviese involucrada:
“Hablar del narcotráfico en Centroamérica nos lleva fácilmente a la pregunta sobre cuál es la particularidad que éste adquiere en la región, dado que como actividad de economía ilegal no es muy diferente de lo que ocurre en otras regiones del continente y del mundo. Al hablar del narcotráfico y Centroamérica, podremos entonces establecer la relación simbiótica que esta actividad tiene con las trayectorias del sistema político en los países del istmo. El énfasis no estará en las especificidades de esa actividad sino en lo que sucede cuando ésta se entrelaza con un sistema político que encuentra en ella una oportunidad, una ventaja. (…)”, destaca el informe.
Del soborno a formas más sofisticadas
Para los investigadores, a medida que se consolidaron los gobiernos de la era democrática contemporánea, los casos de corrupción aumentaron. De la aceptación de sobornos o el cobro por decisiones administrativas, la corrupción pasó a la apropiación de recursos públicos. En consecuencia, su impacto social varió, de contrataciones no-idóneas a necesidades sociales insatisfechas. Este patrón que destaca en Guatemala aplica también para Honduras y El Salvador.
En los tres países la constante de la corrupción es el soborno, las partidas confidenciales, las contrataciones directas, las compras de emergencia, el uso de figuras como subsidios o subvenciones, el nepotismo, tráfico de influencias y cooptación de instituciones del Estado creadas precisamente para combatir la corrupción.
“El uso de la partida de gastos reservados o partida secreta ha sido uno de los traspiés más grandes en el despilfarro de recursos públicos”, señala el informe al identificar esta práctica común en los países; así como el impulso de reformas legales para blindarse o las interpretaciones antojadizas de la ley para justificar sus exabruptos, abuso de poder, nepotismo y corrupción.
Las tres décadas de corrupción en los tres países del Triángulo Norte, iniciaron en pequeños actos de corrupción, hasta llegar a la apropiación cuantiosa de recursos públicos. Estas exacerbaciones se han construido con decisiones totalmente viciadas y bajo la impunidad, tejidas por una red de complicidad entre funcionarios, actores privados, alguna parte de la cooperación y medios de comunicación que corrompieron el pacto social.
En Honduras destacan casos como “El Chinazo”, los “Hospitales Móviles”, el nepotismo entre otros, como esas prácticas en donde el fenómeno de la corrupción evoluciona y hace del Estado un botín particular con conexiones que vuelven más complejas las investigaciones dada la fragilidad institucional, la penetración en instituciones claves y la creación de redes de corrupción que conforman todo un entramado del fenómeno.
En El Salvador el fenómeno de la corrupción ha llevado a varios de sus gobernantes a la cárcel, en proceso otros, y prófugos de la justicia, al menos dos más. La corrupción, como en el resto de los países del Triángulo Norte es estructural, sistémica, endémica y trasversal.
Las comisiones internacionales
anticorrupción generaron “pánico”
En los tres países el problema de corrupción no se considera algo menor pues afecta, realmente, todas las relaciones sociales y hace desaparecer inmensas sumas de recursos públicos que debieron ser utilizados en financiar amplios programas de bienestar social, sostiene el trabajo desde la visión regional del fenómeno, al margen del trabajo particular que se hizo para cada país.
El fenómeno de cooptación o poder de influenciar las decisiones gubernamentales con miembros que toman decisiones sobre la gestión de problemas, es parte de la permanente capacidad de influencia de los grupos económicos, legales e ilegales, de mayor capacidad hegemónica, asevera la investigación del CCINOC.
La investigación destaca, entre otras acciones, la presión ciudadana que culminó con la instalación de iniciativas internacionales contra la corrupción como la Comisión Internacional contra la Corrupción e Impunidad en Guatemala (CICIG), la Misión de Apoyo contra la Corrupción e Impunidad en Honduras (MACCIH) y la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador (CICIES), iniciativas que generaron esperanzas de cambio, pero terminaron siendo ahogadas por los pactos de elites amenazados porque el brazo de la justicia desmontara esas formas de operar y lucrarse de la corrupción amparados en la impunidad y la fragilidad institucional. En El Salvador, por ejemplo, la CICIES ni siquiera se terminó de instalar y arrancar cuando murió en el intento.
Las misiones internacionales contra la corrupción en el Triángulo Norte “generaron “pánico” al comienzo y al final. Desataron un imaginario de cárceles, multas, descrédito y peores cifras de negocios entre los involucrados. Este pánico fue, evidentemente, de aquellos que habían cometido actos de corrupción.”, indica el informe, para agregar que: estas misiones, a medida se iban fortaleciendo y exponiendo diversos casos, iban ganando la confianza de los ciudadanos en el funcionamiento propio de la misión.
La corrupción —agrega— afecta la vida de las personas, llegando hasta normalizar el hecho de vivir y convivir con los actos de los corruptos, e incluso creer que, a estos, la justicia no los alcanzará. La ciudadanía pareciera aferrarse a no protestar ni movilizarse por casos de corrupción.
En tal sentido, el informe señala que “la Democracia “realmente existente” en países del Triángulo Norte, no suele admitir cruzadas, nacionales o regionales, para ascender a nuevos procesos de democracia incluyente”, poniendo entre los desafíos un rol más protagónico de la sociedad civil y la ciudadanía para seguir en la cruzada de no claudicar frente a la lucha contra la corrupción y empujar las reformas y mecanismos precisos que impidan que las “fallas democráticas” lleven a los países a convertirse en Estados fracasados. Haití, advierten, es el mejor ejemplo. (PD)