Vicuña (Chile) – Sesenta y dos años después de la muerte de la poeta chilena Gabriela Mistral su figura aún sirve como referencia a sus compatriotas, a través de su consagrada obra y polifacética vida, para abordar cuestiones como el rol de la mujer o la diversidad sexual, presentes hoy en el debate mundial.
La ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1945 nació con el nombre de Lucila Godoy Alcayaga (1889-1957) en la ciudad de Vicuña, principal localidad del Valle del Elqui, unos 500 kilómetros al norte de Santiago, un entorno profundamente rural que marcaría para siempre su particular relación con la naturaleza y la sociedad.
Un enfoque entre lo tradicional y lo progresista que inició una revolución cultural aún latente en su país, que le concedió el Premio Nacional de Literatura en 1951, seis años después de haber ganado el Nobel.
«Yo creo que cuando nacemos, los que vamos a hacer versos traemos en el ojo una viga atravesada que nos deforma todo lo que miramos, y nos hace, para toda la vida, antilógicos y antirrealistas», escribió Mistral en uno de sus célebres Recados (1957).
Y es que la poeta chilena pertenece, junto a la escultora boliviana Marina Núñez del Prado, la pintora mexicana Frida Kahlo y la poeta uruguaya Juana de Ibarbourou a una generación de artistas latinoamericanas fundamental en la modernización del arte y del rol de la mujer en la región.
En concreto, Mistral destaca por su polifacética vida, en la que «no solo marcó un legado con su obra poética y narrativa, sino también como pedagoga, diplomática y laica franciscana, practicante del voto de pobreza», explicó a Efe el encargado de desarrollo institucional del Museo Gabriela Mistral, Óscar Hauyon.
A lo que hay que sumar su vida personal, en especial la relación que mantuvo con la estadounidense Doris Dana, que sigue siendo punto de estudio y tabú dentro de la sociedad chilena, quien la acompañó hasta sus últimos días hasta escribir «first night alone» (primera noche sola) en su diario personal tras la muerte de Mistral.
«Ya en 1906, con tan solo 17 años, Mistral escribió un articulo titulado ‘La instrucción de la mujer’ en el periódico La Voz del Elqui», continuó Hauyon, «donde muestra su preocupación por igualar la equidad y paridad de contenidos educativos» entre los dos sexos.
«Retrocedamos en la historia de la humanidad buscando la silueta de la mujer (…). La encontraremos más humillada y más envilecida mientras más nos internemos en la antigüedad (…). Ha conquistado ya lo bastante, pero aún le queda mucho de explotar para entonar un canto de victoria», escribió Mistral en los primeros párrafos.
Un precoz dibujo de su compromiso con la plena igualdad que consagró tras haber trabajado como docente tanto en Antofagasta como en Punta Arenas, dos de los extremos del país, al convertirse en la primera directora del liceo científico humanista para mujeres de Santiago.
Logro que precedió a la publicación de «Desolación» (1922), su primera obra maestra, que la acercaba al reconocimiento internacional, ya que fue publicada, como casi toda su obra, en el extranjero.
A pesar de esto, «solamente cuando la poeta Gabriela Mistral ganó el Premio Nobel de Literatura en 1945», recuerda el escritor chileno Alfredo Sepúlveda en su libro «Breve historia de Chile», «la absurda paradoja de que ella no podía elegir al presidente de su país terminó por derribar la muralla» y en 1952 el voto femenino fue legalizado.
Para esa fecha, la poeta ya había impartido clases a gente de todo Chile, recomendado literatura a un adolescente Pablo Neruda, participado en la reforma educativa de México, trabajado en la Liga de las Naciones, dictado conferencias en Estados Unidos, nombrada cónsul y mucho más, pero nada de eso bastaba.
No lo hizo la publicación de obras como «Nubes blancas» (1930), «Tala» (1938) o «Lagar» (1954), entre otras, ni tampoco la profunda impronta que dejó en la lírica del cancionero chileno, mucho menos sus deseos de escoger libremente cómo vivir.
Por ello, aún hoy el legado de Gabriela Mistral está más vivo que nunca y sigue apareciendo en cada manifestación, concierto, exposición o paseo por las calles de Chile, donde su figura representa tanto para unos como otros la necesidad de seguir luchando para equiparar los derechos de toda la sociedad.
O como ella misma escribió en «Instrucción de la mujer»: «!Más porvenir para la mujer, más ayuda! (…) Búsquesele todos los medios para que pueda vivir sin mendigar la protección. Y habrán así menos degradas (…) Hágasele amar la ciencia más que a las joyas y las sedas (…) Y se alzará con toda su altivez y su majestad».