Tegucigalpa – Rossel Nectalí Barralaga Rosales dotado de manos prodigiosas, profunda imaginación y excelsa creatividad, como únicas armas de la vida, decidió librar dos batallas simultáneas, ingresar a la Escuela de Bellas Artes y por medio de la educación artística, romper la barrera de la inequidad en que vivía su familia.

 Las obras de Barralaga se distinguen por el color de la belleza, respeto y homenaje a la mujer.

 La pasión y la necesidad se conjugan en el arte, dice el pintor Barralaga.

 No pinto para competir, sino para ser feliz.

Gracias a su tenacidad y disciplina logró vencer en las dos batallas. Primero en la década de los 80 del siglo pasado abandonó su natal Trujillo, en el caribeño departamento de Colón para trasladarse a Tegucigalpa y poder ingresar a la escuela que forma a los artistas plásticos hondureños desde hace décadas.

Lograr cumplir su primera meta no fue fácil, pero solo el esfuerzo, disciplina y sacrificio, así como la ayuda de sus maestros, lograron que superará esa primera etapa, no sin antes vencer dificultades mayúsculas. Su familia no contaba con los recursos mínimos para que él pudiera instalarse en Tegucigalpa y acudir a la academia.

Inicios

Rossel nació en la humilde comunidad de La Tascosa, Trujillo, lugar que dejó en su plena adolescencia para formarse en la Escuela de Bellas Artes de Tegucigalpa, donde fortaleció sus técnicas de escultura y pintura; bajo la formación del maestro Obed Valladares (QDDG). Se graduó en 1992 y dos años después comenzó a exponer sus obras en Honduras, Nicaragua, Italia, Alemania, Francia y Estados Unidos, entre otros.

Su fortaleza es su técnica de detallar la figura de la mujer. Mantiene vivo su estilo, mismo que él considera único en Honduras, ya que trata de plasmar sus propios conceptos de manera que sean únicos.

En una amplia conversación con Proceso Digital, el artista caribeño recordó a sus abuelos como los eternos maestros de vida a quienes les guarda un profundo agradecimiento por haberse hecho cargo de él desde su infancia hasta los 12 años. Su abuelo lo instó a buscar la academia, entonces vio que era posible luchar por lo que soñaba. Cuenta que poco a poco fue avanzando, con la visión de llegar a la meta, dice que veces la miraba lejos, otras veces las condiciones en que vivía me hacían pensar en dejarlo todo.

Sacrificio, pobreza y oportunidad

“Tenía 16 años cuando vendí una de mis obras en 120 lempiras, en La Ceiba, las otras las vendí en 50 y 60 lempiras, me sentía realizado, en ese entonces, fue el logro más grande que pude alcanzar, ahí entonces creí que podría tener futuro como artista. Posteriormente hice el examen de admisión en Bellas Artes y lo pasé con alta calificación, pero en realidad lo que seguía estaba complicado porque en ese entonces mis papás no tenían como apoyarme, recuerdo que el director de la Escuela –Dino Mario Fanconi- llamó a mí mamá para rogarle que me dejara estudiar en Tegucigalpa”, relató el pintor.   

En su vivienda en la Residencial Villas del Río, al oriente de Tegucigalpa, ahí, tiene sus materiales y herramientas con que construye sus obras, generalmente dedicadas a la mujer, donde encuentra la más grande inspiración para pintar. Ahora después de tanto sacrificio la vida le sonríe porque logró darse a conocer y vivir del arte. Su talento le hizo ganarse una beca y con ella financió sus estudios en la escuela de artes, recibía 90 lempiras, una cantidad básica para la década de los noventas, de la cual sacaba 70 lempiras que costaba el alquiler mensual de un pequeño apartamento en la capital, con el resto debía comer y movilizarse.

“En el primer año en Bellas Artes, inicié a vender mis pinturas, no tenía otra opción, en el segundo aprendí sobre escultura, Obed Valladares, una eminencia en el arte latinoamericano, miró mi talento, me ofreció su ayuda, me dio la oportunidad de vivir en su taller, ahí aprendí, tenía donde dormir y comer, fue bueno conmigo me dejó además, grandes enseñanzas, tres años después me gradué, con muchas ilusiones y sueños, en ese entonces no había muchas oportunidades, pero yo tuve una y la  aproveché. Claro, había que fajarse y además luchar con los que eran los artistas consagrados, quienes tenían un círculo en el que pocos o nadie podría entrar”, recordó.

La inspiración nace desde la necesidad

Dijo que Honduras es un terreno complicado para los artistas, no solo para los que pintan, sino para todos, músicos, escultores, bailarines, entre otros, pero yo sí creo que sí se puede vivir del arte, hay momentos buenos en que si se le saca provecho, entonces el artista se levanta, despega y se da a conocer; ahora, las cosas son diferentes, la redes sociales son como una puerta de oportunidades que nosotros en nuestro tiempo no tuvimos,  ahora, con una simple publicación en Facebook, Twitter o Instagram, para dar a conocer una obra, relató.

En sus obras predominan las figuras humanas y especialmente las mujeres, ahí desnuda sus mejores dotes para pintar, su inspiración nace de sus necesidades de poder sobrevivir en un mundo en el que cada día es más difícil seguir.

“Yo todo el tiempo estoy inspirado, mi inspiración nace por la necesidad, nosotros que optamos por este camino, no tenemos otra opción que crear, luchar y hacer cosas nuevas, no podemos en una pintura, dar menos de lo que es mejor, estamos obligados a dar nuestro mayor esfuerzo, detrás de la pasión hay necesidad”, expuso.

Este país es rico en medioambiente, cultura, arte, entre otras cosas  –agrega el entrevistado- pero no se aprovechan los recursos naturales, ni humanos, existen buenos artistas, jóvenes con futuro pero sin apoyo, así es difícil que muchos prospectos salgan adelante o trasciendan internacionalmente, pues en sus múltiples viajes al exterior para exponer sus obras, nunca nadie le ha regalado nada, esa es una inversión que le toca al artista y en ocasiones es lo que menos tiene el artista, esa es una realidad que no se puede obviar, pero claro habría sido bueno que alguien nos apoye, tampoco hay que ser atenido, uno debe luchar siempre, dijo.

El alto costo de ser joven y soñador

Nicaragua fue la nación que le abrió las puertas a su primera participación internacional, era de los artistas más jóvenes y pocos conocidos, pues ahí habían artistas destacados, fue menospreciado, a tal grado que después de viajar al vecino país, lleno de ilusiones, los organizadores del evento no querían colgar sus obras en la exposición, pero gracias a la intervención de Terry Ávila (QDDG) –dueña en ese entonces de la reconocida galería Tríos-, logró colocar una de sus obras, ella se comprometió en que si no se le daba oportunidad a Rossel, nadie de los artistas de Honduras iba a exponer, como una acción de solidaridad y protesta para el evento.

“La verdad que me desmoralice con lo que estaba pasado, estaba triste, me fui para el hotel, sin esperanzas de nada y regresé a las 7:00 PM, fue un evento magistral, estaba lleno el salón, había artistas y gente de varias partes del mundo, era una de las exposiciones más organizadas en que pude participar, estaba entre ellos el maestro nicaragüense Armando Morales, quien llegó a vender sus obras hasta por un millón de dólares. Luego fui seleccionado para participar en la bienal de Cuenca en Ecuador -iba a buen paso en mi carrera-, después me gané una beca para capacitarme en Italia, donde estuve un año, fue una gran oportunidad”, recuerda.

El cáncer llegó a casa y todo se detuvo

Ese fue como el despegue para Barralaga, que ya del 2000 en adelante se había hecho un nombre en el mundo de la pintura, después de eso le esperaban destinos como: Alemania, Francia, Taiwán, Corea del Sur, Estados Unidos, –tres años seguidos-, en 2011 fue la última exposición en la que participó.

Luego tuvo que hacer frente quizás a la batalla más grande de su vida, ya que a su pequeña Abril Valentina le diagnosticaron cáncer. En su lucha puso alma, vida y corazón, a la que se unió su familia. Su fe alcanzó niveles altísimos, se aferró queriendo salir avante, fueron 2 años luchando contra el cáncer, siempre creyó que todo volvería a ser normal, pero el camino fue complicado.

“Cuando ella murió, me ausenté de la pintura, mucho de lo que yo era se fue con ella, no tenía ganas de nada, no encontraba inspiración, mi pasión estaba ahí, pero sin deseos de continuar, tampoco urgencia ni afán de exponer. Son procesos difíciles, complicados, porque uno cree que lo puede lograr, ahora, pues lo que nos queda es saber que lo intentamos hasta el último minuto, lo dimos todo por ella”, así recordó Rossel a su pequeña Abril Valentina, una menor de apenas 10 años a quien el cáncer le arrebató la vida.

Agregó que no ha pintado su mejor obra, que aún falta y que entre su arte pendiente está pintar a su madre, siente que una de sus mejores creaciones es Teofanía, una pintura que plasmó en 2002 y cuyo significado tiene un valor espiritual muy fuerte para quien conoce de la historia.

Un tributo a la divinidad por siempre

Rossel no se siente estancado en su carrera, desea tener sabiduría y salud para pintar hasta el último minuto de su vida, pues cree que a la par de su profesión hay también cosas importantes como la familia. Aspira a crear una obra espiritual basada en la creación del hombre.

El artista caribeño, reitera su admiración por la mujer, la considera un ser divino y respetable, con amplias y enormes virtudes que aportan grandes valores a la sociedad. La mujer tiene una figura encantadora, es el ser que da prácticamente todo a la humanidad, creo que es un culto, un tributo y un homenaje hacia ellas, cuando pinto trato que la obra sea la más bella que haya construido, tengo el placer de decir que he pintado a las mujeres en todas sus expresiones y eso me hace sentirme realizado. Me gustaría seguir pintando más rostros femeninos, quiero seguir homenajeando a las mujeres.

Las obras deberían pagarse por su calidad y no por su tamaño, pero en Honduras se paga tamaño, a veces hay obras grandes llenas de simplicidad y otras pequeñas en las que hay tanto tiempo, trabajo y talento que debería pagarse a un alto costo.