Tucson (AZ) – John “JP” Ávila cocina ahora en libertad la comida que improvisaba en la cárcel, y no solo vive de ella, sino que se convirtió en un ejemplo para jóvenes ex prisioneros de que hay oportunidades nuevas pese al pasado oscuro, según dijo en entrevista con EFE.

“Fue muy intimidante estar en la cárcel, especialmente cuando eres tan joven. Tienes que compartir con asesinos y personas muy peligrosas, algunos de ellos tienen condenas de por vida y por lo tanto ya no tienen nada que perder”, relató el latino, de 44 años.

Sin embargo, asegura que no todo fue malo, ya que durante los 25 años que estuvo encarcelado también encontró personas que le dieron apoyo y sobre todo fue donde aprendió a hacer la “comida de la cárcel”.

“Es muy mala, por eso los reos aprendemos a hacer nuestra propia comida, improvisando y utilizando los ingredientes que tenemos a mano”, explicó Ávila, quien no habla mucho de la condena y prefiere centrarse en el presente y el futuro.

Muchos de estos platillos además representan su cultura latina, como los chilaquiles, pasteles, menudo, sopa y tamales, pero al “estilo” de la cárcel.

Lo primero que aprendió a cocinar fueron los “tamales” hechos a base de una masa que se logra al combinar agua con las pequeñas tortillas de paquete de Doritos.

Estos ingredientes se amasan hasta obtener una consistencia sólida, para después utilizarla como la masa para el tamal, a la cual se le agrega carne desmechada y cualquier tipo de salsa.

“Aunque no lo crean, el sabor es muy similar al de un tamal tradicional”, asegura.

Además son “más rápidos” de hacer, ya que están listos cada uno en tres minutos, dice con orgullo.

Cuando salió de la cárcel, a la que ingresó a los 21 años, comenzó hacer estos peculiares platillos a su familia y amigos, algo que a todos sorprendió.

Fue esta aceptación y la curiosidad que causaban sus “comidas de la cárcel” que lo llevaron a establecer su propio negocio, además que carecía de oportunidades siendo un ex presidiario.

“Es un estigma que te sigue a dónde vas”, se lamentó Ávila.

Dispuesto a no rendirse y sobre todo a nunca más regresar a una cárcel, en 2020 Ávila compró un pequeño camión de comida donde comenzó a vender “comida de la cárcel”.

Vida después de la prisión

Surgió así “Prison Pies”, un versátil negocio que vende cada miércoles su menú en una esquina de la ciudad de Phoenix.

Igualmente ofrece sus servicios culinarios para eventos especiales, fiestas y shows.

“Mucha gente viene por curiosidad para probar la comida de la cárcel, pero siempre regresan por su sabor”, relató el empresario.

Ávila asegura que su principal objetivo es demostrar el “ingenio” que hay en las prisiones, y al tiempo abogar por cambios en el sistema carcelario y apoyo a las personas que salen de la cárcel.

Esta historia de superación incluso inspiró en 2022 a estudiantes de la Universidad del Estado de Arizona (ASU) a hacer un cortometraje sobre su vida titulado “Tamalero”.

El latino dedica así parte de su tiempo a compartir su historia con otros para mostrar que hay “vida” después de la cárcel.

Estudios oficiales indican que un alto índice de personas que son liberadas de las cárceles, reincide y vuelve nuevamente al sistema carcelario en menos de dos años.

Basado en su experiencia, Ávila urge que a los reos les enseñen trabajos técnicos como electricidad y carpintería, “algo que después puedan aplicar cuando salgan de la cárcel”.

Igualmente, el latino apoya la idea de que personas como él puedan recuperar su derecho de votar.

Ávila además forma parte del proyecto de “Historias del barrio”, una celebración sobre la herencia de los vecindarios mexicoamericanos en Arizona, establecido por el Teatro Borderlands.

“Lo ideal es que ninguna persona llegue a la cárcel, pero siempre quiero decir a los que están adentro que se puede salir y seguir adelante”, subrayó.