
Tegucigalpa – El arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher reflexionó hoy sobre la sinodalidad solidaria y señaló que cuando lo que se recibe se comparte -destino universal de los bienes-, alcanza para muchos.
Podríamos decir, que hoy necesitamos también del milagro de la honesta generosidad, que no quita a los demás ni guarda para sí, sino que busca con audacia y justicia que todos tengan lo necesario, externó el arzobispo en la homilía de este domingo.
Eso es comprender que “solo poseemos verdaderamente lo que damos”, dijo.
El don de Dios es maravilloso, no dejemos de admirarnos y llenarnos de su pan, agregó.
Señaló que como iglesia hoy interrumpimos, durante unos domingos, la lectura continua del Evangelio de Marcos y la liturgia nos trae el Capítulo 6 de San Juan, con la multiplicación de los panes.
En ese contexto, caviló que Jesús no solo es el Emanuel, “Dios con nosotros”, sino que también es “Dios que actúa con nosotros”, aunque propiamente sería, nosotros trabajamos con él.
Dios no usa nuestras medidas, ni usa nuestra lógica. Para Él la medida es el amor, su lógica es la donación, concluyó.
En definitiva, y lo veremos los próximos domingos, la intención de Jesús, es mostrarnos que el pequeño pedazo de pan que comulgamos en la Eucaristía, es realmente el verdadero alimento que puede saciar al mundo, cerró.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según san Juan
Jn 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea o lago de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía curando a los enfermos. Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, festividad de los judíos. Viendo Jesús que mucha gente lo seguía, le dijo a Felipe: «¿Cómo compraremos pan para que coman éstos?» Le hizo esta pregunta para ponerlo a prueba, pues él bien sabía lo que iba a hacer. Felipe le respondió: «Ni doscientos denarios de pan bastarían para que a cada uno le tocara un pedazo de pan». Otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: «Aquí hay un muchacho que trae cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es eso para tanta gente?» Jesús le respondió: «Díganle a la gente que se siente». En aquel lugar había mucha hierba. Todos, pues, se sentaron ahí; y tan sólo los hombres eran unos cinco mil.
Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Igualmente les fue dando de los pescados todo lo que quisieron. Después de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos sobrantes, para que no se desperdicien». Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco panes llenaron doce canastos.
Entonces la gente, al ver el signo que Jesús había hecho, decía: «Éste es, en verdad, el profeta que habría de venir al mundo». Pero Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró de nuevo a la montaña, él solo.