Tegucigalpa – En la homilía de este domingo la Iglesia Católica de Honduras reflexionó que no será ambicionando fama y riqueza, ni mirando servilmente a los poderosos donde encontraremos a Jesús.

En una eucaristía presidida por el sacerdote David Morales en la Catedral Metropolitana de Tegucigalpa se leyó el mensaje de Monseñor Vicente Nácher, arzobispo de Tegucigalpa.

En ese orden, el sacerdote Morales reflexionó que no será ambicionando fama y riqueza, ni mirando servilmente a los poderosos donde encontraremos a Jesús.

“Hoy Jesús se acerca a nosotros y nos pregunta, ustedes ¿dónde me buscan?”, caviló el religioso.

Recordó que hoy la Iglesia celebra la fiesta de Asunción al Cielo de Jesús, pero que el Hijo de Dios sigue con la humanidad hasta el fin del mundo.

A continuación Departamento 19 reproduce la homilía del arzobispo Vicente Nácher para este domingo:

Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”, nos dice Jesús antes de ascender al Padre. Y nos podría hoy decir: “yo estoy con ustedes, y ustedes ¿con quién están?”. La promesa de Jesús supera toda expectativa humana. Jesús, realizada su Misión en la tierra, vuelve al cielo, donde va delante de nosotros a prepararnos un lugar, es decir, prepararnos nuestro destino definitivo.

Jesús se va, y al mismo tiempo queda: en la Palabra, en los sacramentos y en los pobres. Y el que queda no es “otro Jesús”, ni tampoco una parte de Él, sino realmente es Jesucristo en su Iglesia todos los días hasta el fin del mundo, para que el mundo tenga un buen fin. Ese es el fin de la Iglesia: llevar el mundo a Jesús (llevando Jesús a todo el mundo). Porque para ello Jesús vino al mundo, y fundó la Iglesia, para “que vayan al mundo entero y los hagan mis discípulos”. Conforme a lo indicado por Jesús, es en Mt 28, 16-20 Mons. José Vicente Nácher Tatay C.M. Arzobispo de Tegucigalpa Galilea donde los discípulos re-encuentran a Jesús. Porque difícilmente encontrarás al Jesús Glorioso, si no lo has conocido sufriente.

Con todo, el momento del encuentro en Galilea, no fue tan evidente, porque la duda aún estaba entre los discípulos. Jesús sigue hoy entre nosotros, pero la fe sigue siendo necesaria para reconocerle. Creer para adorarle, adorarle para creer. Porque al adorarle y servirle en su Palabra, sus sacramentos y en los pobres, nuestra fe se fortalece.

Cuando hoy vamos reverentemente a nuestra oración ante el Santísimo, necesitamos hacerlo con profunda humildad, es decir, con sentido de nuestra pequeñez, porque estamos ante el mismo Jesús que “obró y enseñó” en nombre de su Padre Dios. Él nos promete: “Ustedes serán bautizados con Espíritu Santo dentro de pocos días”.

Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes, y los capacitará para que den testimonio de mí. Por tanto, la Iglesia Misionera es un signo de la vitalidad del Espíritu Santo en ella. Y si quieren, a nivel personal, un signo de nuestro sacramento de la Confirmación es que compartimos a todos la alegría de la fe. “Dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo arrebató de su vista”. Seguían aún contemplando… cuando unos ángeles les dijeron: “Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo?” “Igual que lo han visto ir al cielo, volverá”. Y cuando vuelva, lo podremos ver con claridad en su gloria, si hoy lo seguimos viendo (y reconociendo) en las personas que sufren hambre, violencia, soledad, enfermedad… (Mt 25).

Hoy Solemnidad de la Ascensión, podemos preguntarnos: nuestra mirada ¿a dónde se dirige? Si Cristo permanece entre nosotros en los pequeños y sencillos, no será ambicionando fama o riqueza, ni será mirando servilmente a los poderosos de este mundo dónde le encontraremos. Hoy Jesús se acerca a nosotros, y nos pregunta: “y ustedes, ¿dónde me buscan?”.

 A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Mateo (28,16-20):

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».