Captura de pantalla del video de la Homilía de este domingo 04 de julio de 2021. Archivo / Proceso Digital.

Tegucigalpa – Honduras no es lo peor, defendió este domingo el cardenal Óscar Andrés Rodríguez quien reprochó el círculo vicioso de la corrupción.

Durante la homilía correspondiente a la celebración eucarística que tuvo lugar en la Basílica Menor Nuestra Señora de Suyapa, el arzobispo de Tegucigalpa afirmó que Honduras no es lo peor y recriminó los comentarios de comunicación social que refieren que el país es lo peor.

“Si destaca algún ciudadano aparecen en las redes sociales tantos desocupados para insultar o denigrar”, lamentó el jerarca de la Iglesia Católica en Honduras.

Seguidamente instó a no despreciar a Honduras y no despreciar a los hermanos y hermanas, ya que todos somos hijos de Dios.

“Es cierto que hay defectos, dificultades, pecados y cosas negativas, pero no somos lo peor y cuando está Cristo en el corazón somos capaces de vencer cualquier tipo de dificultad”, razonó el cardenal hondureño.

El también coordinador del Consejo de Cardenales del Vaticano reflexionó durante la homilía sobre la corrupción en el país centroamericano.

“Cuántas personas no aceptan al Señor Jesús y su santa ley de amor y viven en la violencia, muerte, mentira, robo, indiferentes a la novedad del mensaje del Evangelio y ese es el problema, por eso vivimos encerrados en el círculo vicioso de la corrupción”, aseveró el religioso.

Resumió que solamente volviendo a Jesús se podrá encontrar un camino para vencer el mal de la corrupción en Honduras.

“Jesús no podrá transformar nuestra Honduras si no abrimos nuestro corazón a la verdad del Evangelio, la justicia y libertad”, caviló.

De esta manera se destierra este tipo de maniobras que lo único que hacen es querer adueñarse del poder, no para servir si no para servirse, dijo el cardenal que exhortó a volver a Jesús y cumplir su palabra.

 A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del Evangelio según Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.