Tegucigalpa – Las nuevas generaciones de hondureños no conocen quién fue José Antonio Velásquez (1906-1983), un destacado pintor primitivista cuya imagen quiere ser rescatada y resaltada por un proyecto cultural impulsado por su familia.

Se trata del proyecto «Tras la huella del pintor Velásquez», artista declarado en 1972 por la Organización de Estados Americanos (OEA) como el primer pintor primitivista de América y quinto a nivel mundial.

«Nosotros como familia de José Antonio hemos querido sacar del olvido a un hombre que le dio renombre al país en el siglo pasado y en la actualidad», dijo a Efe Elia Ruth, una de los seis hijos del pintor, mientras recorría con su nieto José Antonio las calles de piedra del pintoresco pueblo de San Antonio de Oriente.

José Antonio Velásquez

José Antonio Velásquez (1906-1983).Este pueblo, situado 40 kilómetros al este de Tegucigalpa, quizá sea el que más hizo trascender Velásquez a nivel internacional con sus cuadros en galerías de Europa, EEUU México y Centroamérica.

El proyecto que impulsa la familia del pintor consiste en una Casa Museo José Antonio Velásquez, que se complementará con Producciones Velásquez y una Galería Café Velásquez para la celebración de diversos eventos culturales.

«Lo que buscamos es que se siga hablando de José Antonio Velásquez, porque actualmente las generaciones jóvenes no saben quién es el pintor y es justo que se haga un homenaje a ese hombre que dio tantas glorias al país», enfatizó Elia Ruth.

Lamentablemente la Casa Museo no será posible en San Antonio de Oriente porque la antigua casa de adobe donde vivió Velásquez ya no existe, y el pequeño pueblo no reúne condiciones para un proyecto cultural de tal naturaleza.

Sin embargo, se prevé que la Casa Museo José Antonio Velásquez se abra en la capital hondureña, para lo que la familia del pintor ha recibido el compromiso de la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa, que les ha ofrecido apoyo para el proyecto cultural.

Producciones Velásquez se encargará de promocionar la imagen a través de materiales impresos educativos con la vida y obra del artista, que nació en Caridad, en el sureño departamento de Valle, el 8 de febrero de 1906 y murió en Tegucigalpa el 14 de febrero de 1983.

Cuando tenía unos quince años, Velásquez se fue a la zona norte de Honduras, donde tenía auge la industria bananera y había más comercio y oportunidades de trabajo y allí aprendió el oficio de barbero, pero a los pocos años decidió trasladarse a Tegucigalpa, donde se hizo telegrafista.

Hacia 1930, Velásquez consiguió un contrato para irse a San Antonio de Oriente como telegrafista, sin imaginarse que desde ahí trascendería fronteras y con él su país, a través de la pintura.

A San Antonio de Oriente, con sus calles empedradas, sus casas de adobe con techo de tejas rojizas de barro y su blanca iglesia, con sus bosques de pino de fondo, lo pintó desde todos los ángulos, aunque también hizo lo mismo con varios rincones de Tegucigalpa.

En 1932, Velásquez se casó con Raquel Maradiaga después de un noviazgo de año y medio y quien le daría seis hijos, de los que dos, José Antonio y Tulio, heredaron su arte de pintar.

El pintor, que se dio a querer entre su pueblo, según relatos de sus hijos, alternaba su arte con el de barbero y telegrafista, además como alcalde de San Antonio de Oriente durante tres períodos.

Durante varios años fue el barbero de estudiantes, personal docente y autoridades de la otrora prestigiosa Escuela Agrícola Panamericana, ahora Universidad Agrícola Zamorano, cercana a San Antonio de Oriente, desde de donde bajaba a caballo los lunes, miércoles y viernes para cortarle el pelo a sus clientes masculinos.

Con los años Velásquez se trasladó con su familia a Tegucigalpa con un nombre hecho y su querido San Antonio de Oriente reconocido a nivel internacional.

En los cuadros de Velásquez de San Antonio de Oriente no falta su gente y lo cotidiano, un cura, que fue su cuñado, y un perro negro que se convirtió en el icono de sus pinturas, recordó Elia Ruth.

Al respecto, su hijo Tulio dijo a Efe en Tegucigalpa que el perro negro, que era de su casa en San Antonio de Oriente, era «el complemento de la firma» de Velásquez, por recomendación del crítico cubano de arte José Gómez, de la Unión Panamericana en Washington.

Tulio define a su padre como «un hombre muy dedicado a su trabajo, muy humilde y muy disciplinado».

«Lo que sé de pintura se lo debo a mi papá, él fue mi único maestro de la pintura», enfatizó Tulio mientras mostraba las pequeñas diferencias entre sus cuadros y los de su padre.

A inicios del decenio de los 70 del siglo pasado la OEA le rindió un homenaje a Velásquez con una filmación en 16 milímetros sobre su vida y obra para que perdure en el tiempo y los hondureños no olviden quién fue.