McAllen (Texas, EEUU) – Varios migrantes hondureños que se encuentran en el Centro Caridades Católicas en McAllen, Texas, en espera de ser trasladados a las ciudades donde seguirán su proceso legal correspondiente calificaron su travesía hacia Estados Unidos como un camino de dolor y sufrimiento, donde se exponen a peligros y muchos estuvieron a punto de perder sus vidas.
Este centro de voluntariado fue visitado este jueves por las primeras damas de Honduras y Guatemala, Ana García de Hernández e Hilda Marroquín, respectivamente, quienes se encuentran en McAllen para conocer las nuevas medidas migratorias implementadas por las autoridades estadounidenses.
Las primeras damas fueron recibidas por la directora del centro, Norma Pimentel, quien destacó la hermandad entre los países, teniendo como prioridad que los seres humanos se traten con dignidad y respeto.
La esposa del presidente Juan Orlando Hernández destacó el trabajo de voluntariado que esta organización ha hecho durante años en beneficio de los migrantes que ingresan a Estados Unidos de forma irregular.
En el recorrido, la señora de Hernández pudo compartir con sus compatriotas, a quienes les dio un mensaje de esperanza y les recordó que su país siempre los va a recibir con los brazos abiertos.
A la vez les recordó que al llegar a su destino final se aboquen a los consulados hondureños para que puedan tramitar la documentación correspondiente, así como cualquier apoyo o seguimiento en cada uno de los casos.
Los hondureños se acercaron a la primera dama y le relataron la situación que enfrentaron en la ruta migratoria, donde, manifestaron, muchos sufrieron hambre y miedo hasta de perder sus vidas.
Tal es el caso de Élida Lobo, una madre de 39 años que viajó con su pequeña de siete años y al ver a la esposa del mandatario hondureño no pudo contener las lágrimas mientras le contaba su sufrimiento en el camino y la tristeza que le ocasionaba haber dejado a su otra hija, de 19 años, en su natal El Progreso, Yoro.
Élida llamó a sus compatriotas a no seguir ese camino de dolor, donde se enfrentan a muchos peligros, mientras sufren hambre y mucho miedo.
“No sigan ese trayecto; el camino es duro, no es como a uno se lo pintan. Todos dicen que es fácil, pero cuando lo emprende la situación es difícil”, manifestó la madre.
De la misma manera Juan Pablo Martínez Aguilar, un joven padre originario de Siguatepeque, que viajó con su pequeña de seis años, contó la odisea que pasaron cuando estuvieron a punto de morir ahogados en el camión donde se transportaban.
“Fue difícil. Estuvimos muchos días en Villa Hermosa aguantando hambre, durmiendo en el suelo en unas bodegas; muchas veces mi niña tenía miedo, más cuando veníamos en un tráiler porque el aire acondicionado dejó de funcionar y estábamos ahogándonos. Tuvimos que romper con un hacha para poder respirar; tuve miedo de morir y los niños más pequeños se empezaban a desmayar”, externó.