Madrid – La victoria del Real Madrid en un derbi incómodo por la fecha más que por la peligrosidad de un Getafe defensivo, dejó un momento esperado, el reencuentro de Gareth Bale con el madridismo 773 días después, hostil, pese a los intentos de Carlo Ancelotti.

Olvidó el técnico italiano la falta de compromiso de Bale en numerosos momentos de la temporada. El último incidente en un clásico en el que le necesitaba ante la baja por lesión de Karim Benzema y encontró la respuesta menos esperada de su jugador. Molestias para jugar en el Santiago Bernabéu pero no para ser decisivo con su selección cuatro días después en la repesca por una plaza en el Mundial de Qatar.

Esos comportamientos calaron en el madridismo que demostró que vive del presente y no de la importancia de Bale en el exitoso pasado repleto de ‘Champions’. Lo intentó Ancelotti en la previa elogiando su figura. “Es un jugador que ha entrado en la historia del club con sus partidos, sus goles y sus triunfos», afirmó sin éxito.

Cuando el Real Madrid sentenció un partido sin goles de Karim Benzema, autor de los siete últimos goles hasta que aparecieron Casemiro y Lucas Vázquez, Bale ya calentaba en la banda. De inicio, al saltar acompañado de Toni Kroos, pudo parecer que vencían los aplausos a los silbidos pero cuando sustituyó a Karim a los 74 minutos no hubo lugar a la duda.

La pitada del madridismo fue atronadora a un jugador que fue silbado cada vez que tocó el balón y que acabó encontrando el aplauso de un pequeño sector de la grada. Tras dos años, un mes y doce días sin comparecer en el Bernabéu, bien pudo ser su despedida definitiva.

Porque la relación de Bale con el Real Madrid se acabará, contractualmente, este verano tras nueve temporadas -con una cesión la pasada campaña al Tottenham Hotspur- en las que el mejor recuerdo del galés serán sus goles clave en finales, pero también un sinfín de lesiones y desplantes al club, en favor a su selección.

Bale no jugaba en su casa desde el 26 de febrero del 2020, en la eliminatoria de ida de la Liga de Campeones frente al Manchester City. La pasada temporada la disputó cedido en el Tottenham y en los seis encuentros que ha participado en la actual lo ha hecho de visitante.

Es más, Bale ni siquiera calentaba en la banda. Sus presencias en el Bernabéu se limitaban, con suerte, al banquillo y a la pitada que le brindaban cuando su nombre sonaba por megafonía. Y fuera de casa sí que parecía, por poco, uno más de la plantilla.

Ancelotti quiso contar con él para su segunda etapa en el Real Madrid. El galés fue titular en los tres primeros partidos de la temporada en los que anotó un gol. Se marchó con su selección, disputó siete minutos en un amistoso y volvió a Madrid lesionado. Fue el inicio del fin.

Dos lesiones, un positivo en coronavirus y unas molestias en la espalda después, Bale fue titular, por sorpresa, en la visita del Real Madrid al Villarreal cinco meses después de su última aparición. Lo hizo como delantero centro, ante la ausencia del galo Karim Benema, estuvo activo y tuvo varias oportunidades. Tres días después, en París, jugó los últimos tres minutos y volvió a desaparecer de los planes de ‘Carletto’.

Hasta que volvió a llegar el parón de selecciones. En el clásico del pasado 30 de marzo, que acabó con victoria del FC Barcelona por 0-4, la previa la marcó la ausencia a última hora por “molestias en la espalda”, según informó el Real Madrid, de un Bale que, sin embargo, viajó a Gales ante un partido clave de Austria.

Jugó los 90 minutos, marcó los dos goles que mantienen vivo el sueño de estar en Qatar 2022 y acabó con ligeras molestias. Otro ‘déjà vu’ para una afición madridista que vio como, otra vez por sorpresa, saltó al terreno de juego en Stamford Bridge en el minuto 86.

Las lesiones y actitud de Bale han hecho que el buen nivel futbolístico que mostró durante varias temporadas haya pasado a un segundo plano. El de Cardiff acumula un gran palmarés al ser parte de un equipo para la historia del Real Madrid, con cuatro ‘Champions’ en cinco temporadas. Junto a cuatro Mundiales de Clubes, tres Supercopas de Europa, tres Supercopas de España, dos Ligas y una Copa del Rey, dan forma a un currículum repleto de éxitos pero que no dejará huella en el madridismo. Solo el tiempo podrá borrar el daño final de la relación.