Foto/ilustrativa

Tegucigalpa – Al pedir su testimonio, aterrada lo primero que solicitó es que no se diera a conocer su nombre verdadero y mucho menos su voz. El temor para identificar es una de las terribles secuelas que tienen las víctimas de trata, y con justa razón después de haber sufrido todo tipo de abusos.

A la protagonista de esta historia la llamaremos Odalis, nombre ficticio acordado debido al temor de la víctima a ser identificada, ella es una de las tantas mujeres que bajo engaños han caído en las garras de los tratantes y que ahora está bajo tratamiento y ayuda de competente en este tema.

La joven Odalis comienza su relato destacando que cuando fue engañada tenía serias dificultades económicas -en ese momento tenía mucha necesidad económica y fue a través de un amigo que me contacté con alguien que enviaba personas a otro país, en ese momento me ofrecían buen dinero para atender personas en un restaurante-, detalló.

“Salí de Honduras de forma irregular pasando fronteras. Primero nos llevaron a una casa de habitación en donde vivía la señora que nos enviaría fuera del país, luego dormimos una noche en esa zona, después, nos transportaron en un carro particular de un amigo de ella hasta San Pedro Sula; luego nos subieron a un bus público y nos bajamos cerca de la frontera de Guatemala.

Odalis relató que no solo las obligaban a tener relaciones sexuales
con los clientes en el lugar donde las mantenían cautivas bajo amenazas.

“Estando allí llegó otro carro con dos personas más y nos llevaron por un lugar muy oscuro para pasar la frontera y que no nos detectara la Policía; luego las dos personas del carro pagaron un guía para que nos pasaran la frontera”.

Después seguimos el trayecto en algunas partes caminando, en ese recorrido llegamos a Belice, cuenta.

“Ahí nos esperó una señora en un hotel quedándonos una noche, al siguiente día a las 4:00 de la madrugada, salimos en un bus de ruta, siempre con una persona que nos guiaba, luego en ese bus estuvimos como cuatro horas; de ahí nos dijo la señora que si la Policía nos paraba dijéramos que no conocíamos a nadie que íbamos solas”, continuó Odalis en su testimonio.

“De ahí nos bajaron en otra casa de la supuesta jefa del restaurante…pero… llegando al mismo nos explicaron que debíamos trabajar de otra cosa, llevándonos a un cuarto que estaba en el bar, lugar que era realmente donde trabajaríamos y nos explicó las reglas del lugar: como ser atender clientes y entrar a cuartos para mantener relaciones sexuales, también que teníamos que “fichar”, que es tomar cervezas con los clientes”.

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