Tegucigalpa – La Iglesia Católica celebró hoy la fiesta del bautismo del Señor, con lo que cierra el ciclo del tiempo de Navidad, con lo que lamentó que hasta el día de hoy pareciera que Jesús sigue siendo invisible para quienes lo esperan entre los “poderosos”.
Así lo reflexionó hoy el diácono Hugo Mejía en la homilía dominical celebrada en la Catedral San Miguel Arcángel de Tegucigalpa.
“Jesús el santo por excelencia, se pone en la fila de los pecadores dejándose confundir con ellos. Hasta el día de hoy Jesús sigue pareciendo invisible para muchos que lo esperan entre los poderosos”, expresó el religioso.
A renglón seguido dijo que Jesús está entre los pobres y añadió que con la celebración de la fiesta del bautismo del Señor se da por finalizado el ciclo del tiempo de Navidad en el que de manera progresiva hemos sido testigos de la manifestación de Dios a toda la humanidad.
Recordó que a través del sacramento del bautismo se entra a la Iglesia y nos hacemos hijos en el Hijo de Dios.
“El cristiano no es el que reclama derechos o privilegios, sino el que se identifica con el Hijo Amado, Jesucristo. El bautismo nos hace participes de los bienes mayores”, caviló.
Nada valioso alcanzamos sin el bautismo, enfatizó.
La fe es un don que Jesús dejo a su Iglesia para que por el anuncio de la Buena Nueva y el bautismo alcanzara la redención, razonó.
Todos los bautizados somos iguales en gracia y dignidad y todos estamos llamados al compromiso por el Reino y la herencia eterna, cerró.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según San Lucas
Lucas 3, 15-16. 21-22
En aquel tiempo, como el pueblo estaba en expectación y todos pensaban que quizá Juan el Bautista era el Mesías, Juan los sacó de dudas, diciéndoles: “Es cierto que yo bautizo con agua, pero ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.
Sucedió que entre la gente que se bautizaba, también Jesús fue bautizado. Mientras éste oraba, se abrió el cielo y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible, como de una paloma, y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”.