Tegucigalpa – En la homilía dominical la iglesia católica de Honduras reprochó a quienes quieren reducirla a institución social y se definió como el corazón de Dios para el mundo, y el corazón del mundo ante Dios.
Así lo externó el arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher, quien explicó que el Reino es el fin, la Iglesia es el medio; el Reino es la realidad eterna a la que está llamada la humanidad, la Iglesia es el pueblo que escucha esa llamada y la anuncia.
El Reino, es decir, el proyecto de salvación de Dios, es la razón de ser de la Iglesia y el destino culminante de la humanidad, agregó.
Podemos ahora ya, sin confusión, definir a la Iglesia como “sacramento del Reino de Dios” aquí en la tierra, es decir, signo de que el Reino, sembrado en el corazón de este mundo, está llamado a crecer sin límites, para la historia humana, a la que la Iglesia sirve y acompaña, en Cristo y por Cristo, llegue a ser “historia de salvación”, continuó.
“Mientras algunos -desde fuera o desde dentro- quieren reducir a la Iglesia a mera institución social, ésta en cambio, será siempre una realidad distinta a los criterios de este mundo, justamente porque, los cristianos, aun siendo habitantes de este siglo, somos ciudadanos del cielo”, reflexionó.
La Iglesia, para servir al Reino, debe partir de lo pequeño y crecer despacio, añadió.
Jesús, para anunciar su Reino a todas las gentes, cuenta con la Iglesia, para que en nuestra fragilidad se muestre su grandeza, concluyó.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según San Marcos
Mc 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.