Tegucigalpa – «Cuando nosotros nos apoyamos en los otros para cumplir la voluntad de Dios está bien, eso es una sana amistad y eso es bueno, pero cuando lo hacemos para tapar nuestros errores o deseos inconfesables entonces es una dañina complicidad», reflexionó hoy el arzobispo de Tegucigalpa, José Vicente Nácher Tatay. 

En la homilía dominical el arzobispo reprochó la dañina complicidad para tapar errores o deseos inconfesables. 

En cambio, dijo que cuando se busca el apoyo del otro para hacer la voluntad de Dios se trata de una sana amistad.

 Monseñor exhortó a perseverar en Cristo y no se tardará en descubrir santos y santas en la puerta de al lado, es decir en nuestra cercanía. 

El religioso destacó la importancia de participar cada domingo en la celebración de la Eucaristía ya que eso nos acerca como comunidad. 

No tengan miedo, estén tranquilos, sabemos que puede haber algún error, pero recuerden hay que ayudar para sanar, externó. 

A renglón seguido, acotó que no todos los que anuncian el evangelio son perfectos, pero instó a estar tranquilos ya que el Evangelio es más grande que sus portadores. 

Nuestra confianza no es solamente en quién habla, sino de quién nos habla y el Evangelio nos habla de Jesucristo, agregó. 

Finalmente invitó a todos a ser servidor de los demás primero, al igual que Jesús, y así ganar el Reino de los Cielos. 

A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23,1-12):

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»