Tegucigalpa – En el cuarto domingo de cuaresma y en el marco de la Semana Santa la Iglesia Católica reprochó el consumismo y la ambición de poder que se suscita en la actual sociedad y pidió, al igual que el hijo pródigo, volver al Padre.
En la homilía dominical monseñor Teodoro Gómez, obispo auxiliar de Tegucigalpa, expresó que al salir de uno mismo se suscita la necesidad de llenar el vacío de alguna manera, puede ser malgastando las riquezas, el consumismo compulsivo y la ambición de poder y tener.
Lo mismo sucedió con el hijo pródigo, reflexionó al tiempo que dijo que el placer inmediato deja vacío y una profunda desolación.
Al buscar una autonomía absoluta, lejos del Padre Dios, nos encontramos con un rotundo fracaso, apostilló.
Con Dios lo tenemos todo, por eso es necesario regresar al Padre, esgrimió el obispo auxiliar de Tegucigalpa.
El religioso también recriminó la violencia en el país así como en el mundo con la guerra entre Rusia y Ucrania.
El sacerdote caviló la parábola del hijo pródigo y preguntó ¿habrá una manera más hermosa de sentir a Dios sino como muestra la parábola?, a lo que respondió el padre recibe al hijo con besos.
Entonces el hijo cae en cuenta dolorosamente de su pecado y dice Padre he pecado contra el cielo y contra ti, en otras palabras me he equivocado de camino y he malgastado mi vida, meditó. Necesitamos ponernos en la verdad y reconocer nuestra fragilidad, continuó.
Acotó que al vivir el cuarto domingo de cuaresma se convierte en una ocasión propicia para evaluar a nivel personal y comunitario hasta qué punto se ha tomado en serio este tiempo de gracia.
Enfatizó que durante este tiempo previó a la Semana Mayor la palabra de Dios llama seriamente a la conversión y volver a Dios con un corazón arrepentido, así como el hijo menor de la parábola.
A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3.11-32):
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
– «Ese acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
– «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros. «
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».
Pero el padre dijo a sus criados:
«Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
«Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.»
Él se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
«Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.»
El padre le dijo:
«Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado». (RO)