Nueva York – Un grupo de inmigrantes en Nueva York han concluido hoy una semana de protestas en la que durante varias noches han dormido a la intemperie frente a la residencia de un senador clave en la discusión de una reforma migratoria que definirá las vidas de ocho millones de indocumentados y que continúa estancada en el Senado.
Pendientes del debate en la Cámara Alta ante el temor de que se desvanezca la reforma migratoria prometida por la Administración del presidente demócrata Joe Biden, los inmigrantes continúan luchando desde diversos frentes para que sea una realidad, y uno de sus gestos más llamativos ha sido el de pernoctar frente a la residencia del líder de la mayoría demócrata, Chuck Schumer, sin importar las bajas temperaturas que ya se sienten en otoño.
Reclaman al legislador que ejerza su poder para que el proyecto sea incluido en el plan de gasto social de 3.5 billones de dólares propuesto por Biden, luego de que la encargada de interpretar el reglamento del Senado, Elizabeth MacDonough, haya rechazado incluirlo en dos ocasiones.
Otra de las actividades de protesta se expresó hoy sobre ruedas, con un grupo de ciclistas que recorrieron durante una hora el parque frente al hogar del senador mostrando letreros con mensajes como ‘Quiero mi ciudadanía para poder ir a visitar a mis abuelos’ o ‘Necesitamos un camino a la ciudadanía ahora’.
El proyecto de reforma, que enfrenta a demócratas y republicanos, propone la regularización de los jóvenes traídos en su infancia al país, los conocidos como ‘soñadores’, los trabajadores del campo, los llamados esenciales (como personal médico) y los que se han beneficiado del Estatus de Protección Temporal (TPS, en inglés), como la salvadoreña Delmi García.
García, con TPS desde el 2003 y que se unió a la ‘acampada’, aseguró a Efe que su mayor temor es que el proyecto fracase y como resultado pierda el amparo migratorio y con ello su empleo, lo que le aboca a una deportación que la separaría de su esposo y cuatro hijos.
«Es muy estresante vivir así», dice.
En 2018 el presidente Donald Trump puso fin al TPS para los salvadoreños y les dio hasta septiembre del 2019 para abandonar el país, pero ese año se anunció una prórroga. En 2021 la Administración del presidente Joe Biden la extendió hasta el 31 de diciembre de 2022.
«Después de más de 20 años es difícil pensar en regresar (a El Salvador). No tengo nada que hacer allá», afirma sentada en la silla donde pasó la última noche de protesta junto a una veintena de personas en el improvisado acampado.
De los árboles del parque cercano han colgadoletreros con mensajes como ‘somos inmigrantes, somos esenciales’ o que piden llamar a Schumer para abogar por la reforma, y frente a ellos, algunos colchones, mantas, bolsas con ropa, una mesa donde se colocaban emparedados, jugos, café y agua en un ambiente donde era evidente la solidaridad.
Aunque no se conocieran, todos comparten historias similares, además de las noches de frío y la esperanza de un futuro mejor.
Hace 35 años que el Congreso no aprueba una reforma migratoria desde que en 1986 el presidente Ronald Reagan firmara una ley que permitió regularizar a 3 millones de indocumentados.
El temor de García es compartido por las mexicanas Julia Rojas y Vicky Rivera, con hijos nacidos en este país y que aseguran que su vida como indocumentadas no ha sido fácil.
«Ha sido complicado porque no tengo todos los beneficios de los ciudadanos aunque todos pagamos impuestos y contribuimos al país. Espero que no sea mentira lo que todos prometen. No es justo», dice Julia, madre de dos, de 16 y 14 años.
Vicky, que llegó a los 14 años para vivir con familiares, asegura que su vida «ha sido desafiante desde que llegué hasta ahora» en la que no ha faltado la incertidumbre por su estatus legal, que no le ha permitido ver a su madre en 17 años, y, al igual que el resto de los inmigrantes, espera ‘algo bueno’ del Congreso.
«Pasamos frío, pasamos hambre (en la acampada), pero no vemos las barreras porque estamos atentos a algo positivo’ y de no ser así ‘nos mantendremos en pié de lucha».