Roma– La violencia que ha hecho huir a Europa a decenas de miles de emigrantes de El Salvador y otros países centroamericanos es «como una sombra» que no se separa de ellos, cuenta a Efe el escritor Jorge Galán (San Salvador, 1973), que prepara en Roma una novela sobre este drama.
«Quiero escribir una novela sobre emigrantes. Algo del presente que sensibilice un poco sobre por qué hay tanta emigración que viene de Centroamérica, Honduras, Guatemala, El Salvador… Los problemas de violencia en Centroamérica se ven muy lejos en Europa, pero la verdad es que están aquí», afirma Galán.
Exiliado en España desde 2015 por las amenazas recibidas tras publicar su novela «Noviembre» (Tusquets, Premio de la Real Academia Española) sobre el asesinato de los jesuitas de 1989, el escritor investiga ahora en Roma -becado por la Academia de España- sobre ese fenómeno de la violencia importada tras conocer que «Milán se ha convertido en la capital europea de las pandillas».
En esa ciudad del norte de Italia entró en contacto con la comunidad centroamericana y quedó impresionado porque «no habían venido solos. También habían traído con ellos, como una sombra que no se separaba, aquello que les había hecho huir, que es la violencia».
«Cuando un salvadoreño deja su país es un sacrificio, no es porque salga de vacaciones… No tiene que ver solo con lo económico, huye porque San Salvador es un campo de batalla ahora mismo», afirma.
Las cifras lo dicen todo: «Tenemos más muertos al día que durante la Guerra Civil y ha habido periodos con un asesinato cada hora. En 2018 se fueron cerca de 150.000 personas, de una población total de 6 millones de habitantes».
No es ese el único tema que quiere contar sobre su país, donde suceden tantas cosas que todo es una provocación para escribir, es una fuente de historias tremenda».
Ha terminado, y está corrigiendo, un libro de poesía -que quizás se llamará «Ruido»- donde habla sobre las víctimas de casos «espeluznantes», como las chicas condenadas a cárcel por abortar aunque hayan sido violadas, casos provocados por «una religiosidad mal entendida».
«Hay un montón de víctimas silenciadas y quería dar voz a esas gentes. Hay una voz interior que tiene la poesía y puedes explayarte de otra manera».
Cree que «se piensa muy poco desde un sentido humano» en esas víctimas de «casos terribles, la chica condenada a 30 años por un aborto y el padre violador a 10, o la chica que tiene al niño muerto dentro y no le dejan abortar, o la violan cinco pandilleros y no puedes abortar».
«No puedes ser indiferente a ese tipo de cosas que tienen más que ver con los derechos humanos. Me conmovía mucho, esto genera odio y más odio, qué clase de sentimientos tendrán en su interior, de no obtener justicia, debe ser espantoso».
Estos dramas los aborda también en otra novela que también está ya corrigiendo, mientras espera que el próximo junio se publique la edición en inglés de «Noviembre», cuando se cumplen 30 años del asesinato de los seis jesuitas y sus dos colaboradoras.
Aunque se acaba de informar de que un juzgado de San Salvador va a reabrir el caso contra los supuestos autores intelectuales del crimen, opina que «todo está por verse».
«Espero que se haga porque en mi país han pasado muchísimas cosas, pero vivimos en la impunidad. Cosas demasiado terribles se han quedado en ese olvido».
La reciente victoria electoral de Nayib Bukele, que asumirá como presidente en junio tras derrotar a los candidatos de los partidos tradicionales, la ve como un duro voto de castigo tanto a la izquierda, el FMLN, como a la derecha.
«La violencia en El Salvador es muy grande pero no se hace nada para resolver el problema, para crear otras condiciones sociales. Entonces la gente se siente agobiada y busca con ilusión una tercera opción, como quien busca un salvavidas, para ver si existe una posibilidad de que el país pueda resurgir. El Salvador es ahora algo que agoniza», subraya.
¿Es optimista? «No desde la ingenuidad. Es muy difícil», pero cree que solo queda tener esperanza de que «alguien se de cuenta de que necesitamos invertir en educación seriamente, hacer cosas enfocadas en el ser humano y no vernos como hasta ahora, con políticas sociales han sido populistas pero sin cambios profundos».
Y recuerda «campañas nacionales de libros sin libros, chicos de 9ª grado que no han leído un libro en su vida porque no pueden comprarlo y las bibliotecas vacías».
Acerca de su futuro personal, asegura que quiere regresar a El Salvador: «Es un país difícil donde pasan muchas cosas terribles, pero uno no puede olvidar su país. El Salvador es una herida constante».