Beirut – ‘La barbera de Beirut’ es el sobrenombre de Kristie Rahal, una joven que desde hace un mes recorre las plazas y calles de la capital libanesa ofreciendo sus servicios de forma gratuita a niños, jóvenes y ancianos desplazados por los ataques israelíes en el sur del país.
Acompañada por su ayudante, planta uno de los taburetes de su barbería delante de un albergue, con vistas al puerto beirutí, que acoge en estos momentos a decenas de familias desplazadas que huyeron en las últimas semanas de los bombardeos.
«Empecé hace un mes cuando comenzó la guerra. Decidí venir a la calle cuando vi un vídeo de un hombre pidiendo donaciones y una de estas donaciones era para pagarse un barbero. Entonces decidí ir yo», relata a EFE mientras corta el pelo a un hombre mayor ante la puerta de la posada.
Cuidar la imagen personal
Rahal es consciente del impacto que genera en uno mismo la imagen personal y cómo puede afectar al estado mental, especialmente en una situación tan difícil donde la estética, dice, pasa a un segundo plano para focalizarse en lo primordial, la supervivencia.
Por ello considera que cuidar el peinado de estas personas es más que un servicio a la comunidad y se convierte en una acción que genera bienestar y ayuda también a romper con la «mala imagen» que se asocia a los ciudadanos desplazados y con pocos recursos.
Para cumplir con este propósito, compagina su trabajo en su barbería, ubicada en un conocido gimnasio, con su servicio ambulante que realiza tres días por semana cargada con un taburete, delantal y sus herramientas de trabajo: tijeras de diferentes tipos, maquinillas, peines, botes de espuma y otros productos para el cuidado capilar.
Gracias a las donaciones de ciudadanos anónimos puede comprar los materiales necesarios para seguir adelante con su labor itinerante y atender diariamente una treintena de hombres de todas las edades. «He perdido la cuenta de todos los que han pasado por mis tijeras», dice.
De momento solo atiende a hombres. Le gustaría peinar también a mujeres, pero requieren de un espacio más íntimo, sobre todo para tratar a aquellas que llevan el velo y no quieren mostrar su cabello en público, pero es difícil citarlas en su establecimiento y conseguir un transporte para trasladarlas de un punto al otro de forma altruista.
Rompiendo estereotipos
Cuando Rahal decidió lanzarse a la calle con tijeras en mano ya se había hecho un nombre como una de las poquísimas mujeres que regentan su propia barbería en el país y que habían conseguido ganarse una clientela fija a base de esfuerzo, dedicación y conocer los gustos de cada uno de los hombres que pasaban por su local.
Hace siete meses que montó su barbería tras revolucionar su vida y dejar atrás su empleo como técnica odontológica en una clínica después de decidir soltarse la melena y lanzarse a por su pasión: crear una imagen única en cada cliente que muestre su verdadera personalidad.
«Al principio los clientes se mostraban reacios a venir a mi barbería, pero poco a poco fueron ganando confianza y ahora no me falta trabajo», afirma, orgullosa, por sentirse una de las pioneras que abren camino en este sector más masculino.
Ahora le resulta mucho más fácil que los varones desplazados confíen en ella, que también se da a conocer a través de las redes sociales donde publica las ubicaciones en las que prestará servicio durante la semana.
«Lo que me importa es dar un corte de pelo decente y hacer feliz a la gente», concluye mientras limpia sus accesorios y los deja listos para su próxima sesión.