Washington – Tanto la Casa Blanca como el Congreso de Estados Unidos seguían aguardando este domingo el informe del fiscal especial Robert Mueller sobre los contactos entre la campaña de Donald Trump con las autoridades rusas en las elecciones de 2016.
Ni Trump ni nadie en la Casa Blanca ha recibido aún el informe de Mueller ni ha sido informado de su contenido, informó el portavoz presidencial Hogan Gidley, que le acompaña este fin de semana en su residencia de descanso de Mar-a-Lago, en Florida.
Desde que el viernes se anunciara el cierre de la investigación de Mueller sobre la supuesta confabulación entre el Kremlin y el equipo de campaña de Trump para perjudicar a su rival demócrata, Hillary Clinton, el gobernante se ha mantenido en silencio.
En sus primeros tuits desde entonces, el gobernante, quien se ha quejado continuamente de que esa investigación se convirtió en una nube que ha ensombrecido su presidencia, se limitó a saludar a sus seguidores y animarlos a que hagan unos «Estados Unidos grandes de nuevo», como reza el lema de su permanente campaña.
De momento el informe de Mueller, que es confidencial, está siendo revisado por el fiscal general, William Barr, y su segundo en el Departamento de Justicia, Rod Rosenstein, quienes han de informar de sus conclusiones a la Casa Blanca y al Congreso, y al tiempo decidir en qué medida puede hacerse público.
Mueller ya anunció que tras el cierre de la investigación, que ha durado casi dos años, no planea presentar más cargos en relación a este tema, lo que, según fuentes citadas por la cadena de televisión CBS News, ha sido interpretado por los abogados de Trump como una señal de que el informe exime a Trump del caso.
Sin embargo, en el Congreso hay expectación por saber el contenido del informe y los demócratas ya han amenazado con llegar hasta el Tribunal Supremo con el fin de acceder a todo su contenido.
«Es absolutamente crucial que se divulguen al público tanto el informe completo como las pruebas que lo respaldan», aseguró el presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes, el demócrata Jerrold Nadler, en un programa dominical de debate en CNN.
El fiscal general Barr, nombrado por Trump en diciembre pasado tras despedir a Jeff Sessions luego de haberlo criticado repetidamente por su manejo de esta investigación, de la que se inhibió poco después de ocupar el cargo, no se ha comprometido en ningún momento a divulgar el informe una vez hubiera llegado a sus manos.
Nadler aseguró que los demócratas primero negociarán, pero deben revisar toda la investigación porque están seguros de que Trump obstruyó la Justicia durante esta investigación independiente.
Aunque aseguró que es «demasiado pronto para especular» sobre la posibilidad de un juicio político a Trump, los republicanos ya han señalado que están seguros de que pase lo que pase, los demócratas van a intentar poner al gobernante en el banquillo.
«Tienen toda la intención de destituir al presidente», dijo en el mismo programa el senador republicano Ted Cruz, quien agregó que lo que básicamente están diciendo los demócratas «es que van a acusar al presidente sólo por ser Donald Trump».
El senador republicano Marco Rubio aseguró hoy que él también quiere ver el informe en su totalidad, aunque por diferentes motivos: determinar si en su raíz hubo un «uso extraordinario» del poder de vigilancia del Gobierno del anterior presidente, Barack Obama, a la campaña de Trump.
A raíz de esta investigación, se ha imputado a 34 personas, incluidos seis exasesores de Trump -Paul Manafort, Rick Gates, George Papadopoulos, Michael Cohen, Michael Flynn y Roger Stone- y 26 rusos que probablemente no serán juzgados porque EE.UU. no tiene tratado de extradición con Rusia.
El informe de Mueller no incluye nuevos cargos ni imputaciones bajo secreto de sumario, lo que descarta la posibilidad de que Trump pueda quedar sujeto a una acusación que se haga pública una vez que abandone la Presidencia, pero es posible que su contenido derive en imputaciones presentadas por las Fiscalías de otros estados.
Trump ha insistido en que esta investigación ha constituido una «caza de brujas» activada por la oposición demócrata y ha negado en todo momento que en la campaña electoral de cara a las elecciones de 2016 hubiera habido un complot entre su equipo y el Gobierno ruso para ayudarlo a ganar socavando la candidatura de Clinton.