Tegucigalpa – Después de estudiar cine en Austria y Cuba, la hondureña Emilia Anderson quiere dedicarse a la industria cinematográfica como «un gran reto» en su natal ciudad, La Ceiba, en el Caribe de Honduras, tal como lo hizo su padre, Guillermo Anderson, en el mundo de la música.
«Muchas de las historias que se están contando cinematográficamente, son contadas por capitalinos. Entonces es una perspectiva bastante diferente», dijo a EFE Anderson en su casa en La Ceiba, donde triunfó su padre, licenciado en Literatura latinoamericana en Estados Unidos.
Anderson considera que la visión de quienes hacen cine en Tegucigalpa es diferente a la suya y la de otros del interior porque en la capital hay un círculo complicado ya que todavía no existe un sistema de financiación, uno de los problemas principales para crear cine en Honduras.
«Para mí es un gran reto porque una de mis metas es hacer cine independiente, desde La Ceiba», subrayó la profesional, que estudió Ciencias de Cine, Teatro y Medios de Comunicación en la Universidad de Viena, y luego Dirección en la Escuela de Cine de Cuba, de donde regresó en 2022.
Actualmente, Anderson está haciendo gestiones para eventuales proyectos que define como «muy ambiciosos»; además, se dedica a escribir y cursar una maestría.
Luego de regresar de Cuba, logró con apoyo del Fondo del Instituto Hondureño del Cine producir el cortometraje «Flechazo», grabado, además, en Tegucigalpa, por lo que valora mucho lo aprendido con el equipo profesional que la acompañó.
«Flechazo» trata sobre un muchacho que, durante la pandemia de la covid-19 en Honduras, está buscando el amor en línea y diseña para su trabajo un sitio de citas.
Una «abuela anticovid, le regala al muchacho la imagen de un santo y le dice que vaya a visitar al amor que busca, además de pedirle que se olvide de buscar pareja en línea y que, en lugar de eso, se lo pida al santo», explicó Anderson sonriendo sobre su cortometraje, presentado en el Festival Ícaro Centroamericano. El próximo proyecto: la cotidianidad mujeres jóvenes.
Anteriormente, Anderson hizo otro corto en Cuba para su tesis final, que fue «una historia de desamor que es un triángulo amoroso entre una chica cubana, un chico cubano y un extranjero».
Lo que Anderson ve difícil, es hacer cine independiente desde La Ceiba, considerando que el círculo de cineastas y productores están en las dos ciudades más importantes del país, Tegucigalpa y San Pedro Sula, donde hay más posibilidades de apoyo.
Entre otros proyectos, la cineasta tiene previsto un largometraje y una serie para documentar lo cotidiano del país. En concreto, Anderson quiere reflejar el día a día de mujeres veinteañeras de los 18 departamentos del país, porque «es una edad muy romántica y la edad de los 20 son los mejores años».
Para esa producción, espera conseguir recursos económicos y el apoyo de los municipios, para involucrar de alguna manera al pueblo.
A su juicio, muchas producciones están orientadas al aspecto turístico «como que si fuéramos extranjeros», según Ardenson, mostrando las ruinas mayas de Copán o las paradisíacas islas en el Caribe para ir de vacaciones, obviando la pobreza extrema y la violencia, entre otros problemas nacionales. El recuerdo de su padre
La Ceiba también fue la cuna de Guillermo Anderson, el mejor cantautor que ha tenido Honduras al menos en los últimos 50 años y quizá el único que, con sus producciones, pudo hacer carrera en lo que más le gustaba.
Su hija recuerda con nostalgia a su padre, fallecido en agosto de 2016 a los 54 años. Dice que si estuviera vivo seguramente sus proyectos en el cine serían más fáciles porque le ayudaría a crear.