Sonia Dubón, cocinera y dueña de un restaurante familiar, se dedica a la venta de verduras y frutas a las afueras del restaurante debido a la escasa clientela, este jueves, en Tegucigalpa (Honduras).EFE /Gustavo Amador

Tegucigalpa – La pandemia de COVID-19 en Honduras sigue al alza y con problemas de retraso en las pruebas de laboratorio PCR, mientras que personal médico de al menos un hospital público se está retirando de sus puestos porque, según sus denuncias, les adeudan dos meses de salario.

Según fuentes médicas, se necesitan entre 2.000 y 3.000 pruebas PCR diarias para tener mayor claridad sobre la expansión de la pandemia, pero ese recuento no ha sido posible en un país en el que la COVID-19 de nuevo desnudó su deficiente sistema de salud, un problema de vieja data.

PROBLEMAS CON LABORATORIO DE VIROLOGIA

Según el estatal Sistema Nacional de Gestión de Riesgos (Sinager), cuyo portavoz, Francis Contreras, le pidió esta semana a la Secretaría de Salud que se agilice las pruebas de laboratorio PCR, hasta el miércoles en Honduras se han registrado 1.423 muertos y 45.098 contagiados, cifras que, médicos que están al frente de la pandemia, aseguran que van con retraso.

Al respecto, el ministro de la Presidencia, Ebal Díaz, dijo el miércoles en redes sociales que «no se valen excusas para no procesar más pruebas» y exigió una respuesta inmediata del Laboratorio Nacional de Virología.

Díaz también se pronunció por «reconocer la labor del Sinager y todos los que día a día están allá afuera colaborando para atender esta pandemia».

En la práctica, el compromiso del personal sanitario se ha visto reflejado no solo en la entrega diaria, sino también en la muerte de unos 50, entre médicos, varios de ellos especialistas, laboratoristas, enfermeras y enfermeros, entre otros.

Además, mucho personal de salud, como el del Hospital Leonardo Martínez, de San Pedro Sula, en el norte del país y principal epicentro de la pandemia, se retiró esta semana porque la Secretaría de Salud les adeuda dos meses de salario, según su denuncia.

El presidente del Colegio de Microbiólogos y Químicos Clínicos de Honduras (CMQCH), Marco Moncada, dijo que no pueden estar exigiendo pruebas rápidas, cuando el Laboratorio Nacional de Virología está trabajando sin todos los requerimientos necesarios.

«Cómo quieren que demos respuesta si no nos dan las condiciones, los reactivos y los equipos con los que se tiene que trabajar», recalcó Moncada.

El profesional señaló que el Laboratorio demanda insumos, reactivos, equipos de extracción y termociclador, entre otras cosas.

Además, el país solamente tiene dos laboratorios, uno en San Pedro Sula, y otro en Tegucigalpa, la capital del país.

«Estamos dispuestos a dar una respuesta, pero que no vengan a echarnos la culpa de esa situación», expresó Moncada sobre el retraso de las pruebas, lo que al parecer obedece a que parte del equipo está en reparación y la falta de insumos.

En lo que respecta al retiro de un importante grupo de personal médico del Hospital Leonardo Martínez, la ministra de Salud, Alba Consuelo Flores, ha reconocido que se adeudan salarios y ha afirmado que se está buscando una solución.

El miércoles, Flores pidió que retornen porque se les necesita, máxime ahora que se teme que surjan muchos nuevos casos de contagios de COVID-19.

El director del Leonardo Martínez, José Medina, también le pidió al personal médico que regrese a colaborar para atender a los pacientes y advirtió que, con la reapertura económica, a la que se volvió la semana pasada, habrá más contagios con COVID-19.

LENTA REACTIVACION ECONOMICA

La reapertura de la actividad económica en el país ha ido de manera lenta en muchos sectores, como en centros comerciales, en los que son pocos los negocios abiertos, mientras que los microempresarios buscan sobrevivir, muchos de ellos innovando.

Sonia Dubón, quien con su esposo ha venido trabajando en un modesto restaurante de mariscos, en el barrio El Hogar, en Tegucigalpa, ha dejado a un lado las ollas para dedicarse a la venta de frutas y verduras, porque el primer negocio se les ha venido abajo por la pandemia.

Sonia recordó a Efe que el restaurante es un negocio familiar, con su esposo (Walter Cáceres) y sus dos hijos, que tienen desde hace diez años, con una clientela que, aunque no es muy numerosa, les ha sido suficiente para vivir sin mayores apuros.

Añadió que llevan «casi cinco meses de estar cerrado el restaurante» y que recientemente han «empezado a vender para llevar».

«La economía ha bajado y las deudas han aumentado; entonces, debido a eso nosotros improvisamos, decidimos entonces poner la venta de frutas y verduras, y gracias a Dios está funcionando, creo que ahora es lo que más se está vendiendo», subrayó.

Los pocos clientes que ahora tiene el restaurante «Island sea food», en una pequeña casa de madera, de color azul, a la sombra de un almendro, piden por teléfono lo que desean y luego pasan a recogerlo porque el negocio de Sonia y Walterno tiene entrega a domicilio.

Sonia relató que su esposo trabajó unos 20 años en restaurantes de la paradisíaca isla de Roatán, en el Caribe hondureño, donde aprendió muy bien el arte de cocinar, lo que les ha servido para independizarse.

«El es el chef, yo soy la cocinera, y nuestros dos hijos nos ayudan», expresó Sonia, originaria, con su esposo, de la caribeña ciudad de La Ceiba.

Mientras ella atendía su nuevo puesto de ventas en la parte exterior del restaurante, Santos Efraín Pineda, de 47 años, hizo una pausa en su trabajo de hace 30 años, vender frutas y verduras en una carretilla de mano, por lo que da «gracias a Dios».

Santos Efraín dijo a Efe que vive en el barrio Las Mercedes y que todos los días trabaja de seis de la mañana a seis de la tarde, con «días malos» en los que «no se vende nada», y «buenos», en los que se puede ganar hasta 300 lempiras (unos doce dólares), con los que sobrevive su vida de soltero, desde «siempre».