Asunción – La desigualdad de género y la falta de una educación sexual integral son algunos de los principales obstáculos para el ejercicio pleno de los derechos reproductivos en América Latina, según explicó a Efe el director de UNFPA para América Latina y el Caribe, Esteban Caballero.
Caballero detalló las conclusiones enfocadas en la región del informe «El Poder de Decidir: Derechos Reproductivos y Transición Demográfica», publicado hoy por el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA), que analiza los cambios en las tasas de fecundidad mundiales y los avances en los derechos reproductivos.
El estudio revela que existe una tendencia a la baja en las tasas de fecundidad a nivel mundial que se explica por un aumento en el ejercicio de los derechos reproductivos, que permiten a las familias decidir qué cantidad, y cuándo tener hijos, lo que hace que las familias sean más pequeñas.
Caballero, explicó que, aunque América Latina y el Caribe ya han hecho su transición demográfica hacia tasas de fecundidad más bajas, «no todos los grupos sociales han logrado su fecundidad deseada», debido a que «en zonas rurales o pobres», no es posible «el acceso» a las opciones de planificación familiar.
Así como los obstáculos que suponen la desigualdad de género y la falta de educación sexual, que provocan que América Latina tenga «la segunda tasa regional más alta del mundo» de embarazos adolescentes, sólo por detrás de África Subsahariana.
Caballero puntualizó que «hay una falta de igualdad de género en el sentido de no reconocer el derecho de la mujer a decidir» sobre su maternidad.
Por lo que «es importante darle a la mujer esa cobertura de programas y políticas públicas para que ella vaya adquiriendo los conocimientos y habilidades como para poder demandar el acceso a los servicios (de planificación) y tener las opciones que ellas quieran».
Otro de los principales obstáculos en la región a la hora de ejercer los derechos reproductivos es la falta de educación sexual integral en los programas gubernamentales de enseñanza.
«Cuando se inicia la vida sexual uno tiene que tener ciertos cuidados como no quedarse embarazada y prevenir infecciones de transmisión sexual y eso requiere de ciertos conocimientos básicos», explicó.
Y subrayó que «permanecer más tiempo en la escuela implica estar expuesto a un curso de biología o educación sexual y todos esos factores inciden» en que la persona sepa los recursos disponibles para tener el control de su fecundidad.
Además, indicó que existe una «dualidad» en la región, «en el sentido de que estamos, para un grupo de mujeres, con una fecundidad propia de una tercera transición demográfica» en la que la «mujer está decidiendo tener su primer hijo después de los 30 años», a la vez que «tenemos el fenómeno de la fecundidad adolescente».
En ese sentido, es necesario «entender que un porcentaje muy alto de adolescentes tienen actividad sexual y que, por tanto, hay que llegar a ellos» con políticas de planificación familiar.
Sin embargo, Caballero admitió que no sólo es cuestión de facilitar el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva a los adolescentes, sino que se trata de una «cuestión de diálogos y consensos», en referencia al «debate valorativo» que se da en varios países sobre si un adolescente «debería o no tener relaciones sexuales».
Por ello algunos países limitan su acceso, por ejemplo, a los anticonceptivos, por lo que Caballero pidió que a la hora de plantear políticas de planificación familiar «es mejor tener un enfoque de salud basado en evidencias que valorativo».
Por último, señaló que «en la región lo que estamos viendo es una toma de conciencia por parte de los sistemas de planificación familiar de la necesidad de (una mezcla) de anticonceptivos que sea adaptable a diferentes usos y culturas».
Especificó que en ámbitos rurales no existen las mismas posibilidades de acceder a todos los métodos, por lo que es preferible facilitar a las mujeres rurales el uso de «anticonceptivos de larga duración que no le cueste mucho en términos de dinero ni de idas y vueltas».
Finalizó diciendo que «no hay una tasa de fecundidad ideal» a nivel global, puesto que «cada individuo tiene su fecundidad ideal», por lo que las políticas públicas deben encaminarse a que «la mujer logre la fecundidad deseada» mediante una «pluralidad de opciones».