San José – La poeta y escritora desnacionalizada nicaragüense Gioconda Belli vivió su primer exilio en Costa Rica, recién había cumplido 26 años cuando huyó de la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. Viajó de Nicaragua a México y a los pocos meses se estableció en Costa Rica, a donde regresó esta semana para recibir un doctorado honoris causa.

Eligió Costa Rica para estar más cerca de Nicaragua, contribuir a organizar el apoyo político para la guerrilla sandinista que luchaba contra Somoza, buscar empleo para sobrevivir y, sobre todo, recuperar a sus hijas, de 1 y 5 años, a quienes había dejado en su país.

“Aquí (en Costa Rica) vine a encontrar la esperanza, una esperanza tan verde y abundante como los paisajes de estas tierras”, asegura Belli, que recibió el jueves el doctorado honoris causa de la estatal Universidad de Costa Rica (UCR) por sus aportes a la cultura, la educación y la lucha por la democracia y los derechos humanos.

Su primer augurio: Julio Cortázar y Sergio Ramírez

Su primer augurio de sus experiencias vividas en Costa Rica las tuvo a su llegada, que coincidió con una conferencia que dictaría en el Teatro Nacional de San José el novelista, cuentista y poeta argentino Julio Cortázar.

Cortázar fue un personaje fundamental en su formación y amor por la literatura. Al final de esa conferencia, en el vestíbulo del teatro, Belli lo vio bajando las escaleras, acompañado del escritor nicaragüense Sergio Ramírez.

“Esa tarde los conocí a ambos, con los que con el tiempo me hice amiga (…) y soy tan amiga de Sergio que ahora hasta comparto con él y su esposa, Tulita, el exilio en Madrid”, comenta.

La autora de libros como ‘La mujer habitada’ y ‘Sofía de los presagios’ se asentó con sus hijas en San José en 1975. Consiguió un empleo como publicista donde la aceptaron sin “asustarse” de sus circunstancias de perseguida política y haber sido condenada en ausencia en Nicaragua.

Una vez establecida en Costa Rica, contribuyó a montar una red de solidaridad que fue esencial para la caída de Somoza en Nicaragua, en 1979.

En Costa Rica también nació su tercer hijo: Camilo, que está vivo de milagro y “por el cuido y sabiduría de la medicina tica”, porque al nacer pesó apenas dos libras, cuenta la escritora.

“Como si la vida se moviera en círculos, ahora Camilo (desnacionalizado) está exiliado también en Costa Rica y aquí nació su hijo Julián Camilo”, reflexiona.

En Costa Rica conoció la esperanza

La escritora, que dictó una conferencia en la UCR titulada ‘La esperanza: una isla en la niebla’, sostiene que en Costa Rica conoció la esperanza en medio de las dificultades del destierro.

En Costa Rica, afirma, recibió un apoyo sólido y generoso de tantos costarricenses, que fue un “apoyo decidido y cómplice para un empeño libertario que parecía más sueño” de una Nicaragua sin Somoza.

Los nicaragüenses que se refugiaron entonces en Costa Rica pasaron poco a poco de la incertidumbre pesimista a una incertidumbre constructiva, y de la esperanza a la fe de que sería posible derrocar a la dictadura somocista.

Por eso, explica Belli, tituló a su conferencia ‘La esperanza: una isla en la niebla’, porque cree que actualmente se atraviesa en el mundo, “y en esta nuestra misma región, no solamente una crisis política, sino una crisis existencial nacida del desconcierto y la incertidumbre en el futuro”.

Y como si de un ‘déjà vu” se tratara, tras las crisis que estalló en Nicaragua en abril de 2018, nuevamente miles de nicaragüenses han huido a Costa Rica.

Esta vez huyen del antiguo guerrillero que también se refugió en Costa Rica para luchar contra Somoza: Daniel Ortega, quien se encuentra en el poder en Nicaragua desde 2007.

“No pensamos que nos declararían la muerte civil en nuestro propio país. No imaginamos el desvío que nos preparaba la vida”, razona Belli.

Belli: No hay mejores en este barrio que los ticos

Al igual que hace 50 años, dentro de la incertidumbre que tenían, dice Belli, vuelven a tener una certidumbre: la de que Costa Rica sería un refugio.

“Nunca serán suficientes las gracias que les demos por su solidaridad”, reconoce la escritora, que a su vez se disculpa porque “nuestra torcida historia nos haya obligado a venirles a caer tantas veces”.

“Gracias le damos a la geografía que los hizo ser nuestros vecinos. No hay mejores en este barrio que ustedes”, razona Belli, que asegura guardar en su memoria, con afecto y sin arrepentimiento, esos años de exilio en Costa Rica “como una experiencia colectiva que dio fruto”.

En Costa Rica, Belli nutrió su oficio de escritora, encontró el amor que le dio vida a su hijo Camilo y fue aquí donde recibió la noticia de que había resultado ganadora, en 1978, del premio Casa de las Américas.

“Aquí conocí la derrota de Somoza. Aquí nació mi nieto Julián. Aquí hoy recibo mi primer doctorado honoris causa (…). Costa Rica ocupa una hermosa escalinata pintada de verde”, sentencia.EFE