Tegucigalpa – La Navidad es la fiesta de la vida reflexionó la Iglesia Católica de Honduras en el cuarto domingo de Adviento, tiempo de espera en la víspera del nacimiento del Niño Jesús.

En la homilía de la misa celebrada por monseñor Teodoro Gómez, obispo auxiliar de Tegucigalpa, el sacerdote reflexionó que ya estamos cerca de celebrar la Navidad, que es la fiesta de la Vida ya que Cristo viene como luz para todos.

“Tú naces para todo hombre y mujer y solo tú tienes el secreto que puede disipar nuestros miedos y fortalecer nuestras esperanzas”, apuntó el religioso.

En ese orden, oró y pidió que el fuego de Cristo encienda los corazones de los hondureños y se haga acogida y apoyo para los aquejados por la necesidad y el sufrimiento.

Pidió contemplar a la Virgen María embarazada y en camino para dar a luz al salvador del mundo.

María revela el amor traducido en servicio, acentuó al tiempo que dijo que María es muestra del amor solidario.

“En María se nos manifiesta la verdadera solidaridad humana, lo que no se queda en puros sentimientos de lástima, si no en lo que se hace acción”, razonó.

Con base en lo anterior el obispo auxiliar de Tegucigalpa exhortó a movilizarnos y promover un compromiso más solidario con los demás.

No se trata de ofrecer cosas grandes, quizás solo ofrecer nuestro apoyo a una persona hundida en la soledad o en la depresión, tener paciencia con los ancianos, escuchar a los hijos que tiene dificultades, ayudar a las familias pobres o visitar a los enfermos.

Resumió que Jesús es vida y viene al mundo al ofrecer vida en abundancia.

A continuación Departamento 19 reproduce la lectura del día tomada del santo Evangelio según San Lucas (1,39-45):

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».