María de Lourdes Silva posa el lunes 13 de julio con una camiseta del seleccionado brasileño de fútbol y banderas de su país, en Río de Janeiro (Brasil). EFE/Antonio Lacerda

Río de Janeiro – María de Lourdes Silva tenía 8 años cuando fue testigo directo del Maracanazo, la mayor tragedia del fútbol brasileño y que este jueves completará 70 años.

A pesar de la «enorme tristeza» que le produjo ese aciago día, Maria de Lourdes consiguió superarlo hasta convertirse en una de las aficionadas más famosas de Brasil.

Conocida como ‘Vovo tricolor’ («Abuelita tricolor»), hoy en día es la hincha más emblemática del club Fluminense y acude con frecuencia al Maracaná, considerado el mayor templo del fútbol brasileño.

Lourdes, una abuela de 78 años, relató en entrevista con Efe que la final del Mundial de 1950, en la que Uruguay derrotó por 1-2 a Brasil y enmudeció a un Maracaná repleto con 200.000 hinchas, era el primer partido al que acudía en su vida.

Pero la profunda decepción no la hizo alejarse del fútbol.

«Conocí el Maracaná en 1950 cuando asistí al partido entre Brasil y Uruguay. Un juego muy bonito, con la afición muy animada y, al final… Brasil perdió. Y el Maracaná quedó triste, quedó fúnebre, muy triste. Los brasileños animaron mucho pero la fiesta acabó», afirmó la aficionada que se ha hecho famosa por llevar al estadio gallos vivos que ha bautizado con los nombres de los mayores astros del Fluminense.

«Aquel día fue una tristeza total. Yo sólo vi a las personas llorando. Ay Dios mío. Fue una gran tristeza. Parecía que el Maracaná se hubiese desplomado. Fue una gran tristeza. Fue realmente muy triste. Todo el mundo con esperanza, gritando «Brasil, Brasil», y acabó en silencio total. Silencio total. Es la mayor tristeza que he tenido», agregó.

El 16 de julio de 1950, contra todo pronóstico, Uruguay venció a Brasil en la final del Mundial de ese año ante 200.000 hinchas casi que en su totalidad brasileños, un público nunca visto entonces en un partido de fútbol, y en un estadio inaugurado un mes antes para el evento y que era un orgullo nacional por ser el mayor del mundo.

Brasil llegó como favorito tras haber conseguido dos victorias -contra una de los uruguayos- en el cuadrangular final, y luego de una campaña invicta con dos goleadas (7-2 sobre Suecia y 6-1 a España).

A Brasil le bastaba un empate para levantar la copa, por lo que tanto la prensa como el público festejaron por adelantado, con un carnaval fuera de época, el que sería primer Mundial brasileño.

Esa fiesta llegó a su auge cuando el brasileño Friaça abrió el marcador al comienzo del segundo tiempo. Pero nadie esperaba que Juan Alberto Schiaffino en el minuto 66 y Alcides Ghiggia a sólo 11 minutos del final consiguieran remontar, garantizarle el título a Uruguay y convertir a Barbosa, por un dudoso movimiento en el segundo tanto, en un portero maldito por el resto de su vida.

La ‘Vovo tricolor’ era entonces una niña que pudo acudir a la final casi que por casualidad. Entonces era estudiante de un colegio interno femenino, del que sólo salió a los 21 años ya para casarse, y, por su buen comportamiento, la directora le dijo que le concedería uno de los ingresos que habían recibido.

«Fui criada en el colegio interno y tenía muy buen comportamiento. Y la directora me dijo que me iba a dar de regalo el paseo al Maracaná, y yo ni sabía qué era, pero dije que bien. Y asistí esperando una victoria, pero terminé saliendo triste. La directora también quedó triste pero me dijo que cosas mejores vendrían», relató Lourdes.

La ‘Vovo tricolor’ recordó que fue una de las últimas en salir del estadio y que, aún niña, no entendía muy bien por qué todas las personas estaban tristes y llorando. «Me preguntaba qué había pasado. Entonces era principiante en el Maracaná», afirmó.

Agregó que superó la decepción por el amor que tiene al fútbol.

«Siempre digo que el Maracaná es mi casa. El Maracaná es lindo», manifestó.

Lourdes ha lamentado la extinción de la tribuna ‘Geral’ (General), que había sido concebida como un espacio para los hinchas de pocos recursos y en donde la fiesta siempre estuvo garantizada.

«Era a donde yo iba. La hinchada era maravillosa. Podía ser un Fla-Flu (el clásico entre Flamengo y Fluminense) y yo estaba en medio de todos y nunca había pelea. En la época me llamaban la Geraldina. Ahora cambió. Le pusieron sillas y ya no puedo saltar ni danzar», se quejó.

Agregó que, ya adolescente, comenzó a acudir al Maracaná siempre que podía para ver de nuevo a la selección brasileña, pero, especialmente, al Fluminense de su corazón.

Lourdes dice que ya tuvo otras tristezas en el Maracaná, algunas con la selección y otras con el Fluminense, como cuando el conjunto carioca perdió en los penaltis la final de la Copa Libertadores de 2008 ante los ecuatorianos de la Liga de Quito, pero que ninguna como la de su primera experiencia en el estadio.

«Cuando perdimos frente a Liga de Quito me puse triste, pero después me animé. Siempre digo que el Fluminense va a vencer después. Para mí el fútbol es alegría. Lo que más me alegra en el Maracaná es cuando el Fluminense anota un gol y todo el mundo me abraza y me besa. Si perdemos, no hay problema, ya vendrá el próximo», afirmó.