Tegucigalpa (Proceso Digital /Por Alejandro García) – Una arquitecta jefa de proyectos de infraestructura encuentra cada día más dificultades en sus proyectos. Los albañiles y ayudantes con los que lleva tiempo trabajando no quieren vacunarse y eso hace reducir cotidianamente la mano de obra saludable. Ellos dicen que los pastores de sus iglesias les han aconsejado no hacerlo.
La mayoría de ellos usan una frágil mascarilla quirúrgica, más que todo por la exigencia social, no son pocos los que la usan de barbijo.
Como ellos son muchos los que, por miedo, dudas, religión, desinformación, creencias, influencias, no quieren la vacuna mientras el COVID-19 avanza despiadadamente en un país donde la vacunación llegó tarde y los vacunados con las dos dosis suman un millón; los inoculados con una dosis son dos millones, de acuerdo a las cifras oficiales, en tanto, los centros para poder hacerlo están abiertos y en muchas jornadas flojos en la demanda, algunos hasta vaciados.
Por ello los expertos en comunicación masiva y salubristas, recomiendan campañas que estimule a las personas a ponerse la vacuna. Incentivos, por ejemplo, como boletos para ingresar a partidos de fútbol de la Liga Nacional, que ya está abierta al público, con estadios hasta con 20% de su capacidad.
En el país que enfrenta una pobreza extrema que subió al 70% en 2020 y que se prevé puede alcanzar el 75% a finales de este año, según datos de Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo Económico (Fosdeh). En ese contexto, la pandemia tiene a los hospitales rebasados, en todos ellos hay sobrecupos y los centros de triaje (estabilización), los médicos ven cada día ven con impotencia que pacientes se mueren porque llegaron tarde o no lograron un cupo en los sanatorios.
También hay personas que urgen ser inmunizadas y hacen esfuerzos por lograrlo. Otros, son indiferentes y quizá se pondrían la vacuna si le llegará a la puerta de su casa.
En Honduras, cerca de 30% de la población que en su total alcanza los 9.7 millones, está inmunizada con una o dos dosis, indican los datos del Gobierno y estas cifras están lejos de alcanzar la inmunidad colectiva.
Los renuentes
Estados Unidos, uno de los países con mayor porcentaje de población vacunada en el mundo, reconoció que enfrentaba una “pandemia de los no vacunados”.
En su momento, el Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), señaló que la mayoría de las muertes por COVID-19 son de personas que no están vacunadas.
Honduras no es la excepción, en los puntos de vacunación de las principales ciudades, las autoridades sanitarias determinaron ir reduciendo el rango de edad para la inmunización, debido a la poca afluencia de personas.
Pese a que Honduras recibe semanalmente lotes de vacunas contra el COVID-19, este aumento en la llegada de inoculantes no influye en el ánimo y la voluntad de una importante parte de la ciudadanía para asistir a los puntos de vacunación a recibir sus dosis de protección.
Actualmente, el mundo afronta la variante Delta, que es más contagiosa que otras mutaciones y que ya ha decantado a países como los Estados Unidos, Israel y Chile entre otros, a la aplicación de la tercera dosis como refuerzo de protección, una realidad distante de los países con rezago como Honduras y la mayoría en Latinoamérica.
Me vacunaré hasta que sea obligatorio
Patricia es una mujer de más de 50 años y es universitaria, vive en la ciudad de La Lima, en el norte del país. Ella dijo que tiene dudas con la efectividad de la vacuna contra el COVID-19, al mismo tiempo, exclamó que se inoculará hasta que sea obligatorio.
Asimismo, remarcó que se vacunará si el gobierno establece que la vacunación es una obligación del ciudadano, “si no es una obligación de parte del gobierno que tenga que entrar a “X” lugar si no tengo la vacuna”, externó.
Temor
En tanto Juan Molina de más de 60 años, vive en La Lima, relató que no ha ido a recibir la vacuna contra el COVID-19 por aprehensión. “Por temor a la vacuna y no al pinchazo, que es un temor propio y no en base a lo que se dice en la televisión”, contó a Proceso Digital.
Narró que las personas de su entorno le han insistido que vaya a vacunarse, pero que no desea hacerlo.
Pese a haber contraído el COVID-19 el año pasado, no influye en su decisión de querer vacunarse.
No descartó en un futuro vacunarse, pero que en la actualidad no lo contempla, dijo desenfadado.
Un 35 % no quiere vacunarse
Durante los últimos días, el gobierno informó que Honduras superó los tres millones de ciudadanos que han sido vacunados; de los cuales, alrededor de un millón completó el esquema de inmunización.
El propio presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, reconoció que un 35 % de la población hondureña no quiere vacunarse por prejuicios infundados.
“Estudios nos indican que hay alrededor de un 35 % de hondureños, que por alguna u otra razón no creen en la vacuna o le tienen temor”, dijo el gobernante en una cadena nacional.
En ese sentido, manifestó que es necesario replantear la estrategia de vacunación con diferentes sectores para convencer a este sector de la población que no quiere vacunarse.
Mencionó que una estrategia es llevar la vacuna a las personas, que médicamente son elegibles para recibirla con las jornadas de Vacunatón que se intensifican los fines de semana.
“Cada vez es más claro que el segmento de la población que quiere vacunarse es más pequeño, cada día las filas de personas buscando la vacuna se vuelve más corta, aun teniendo la vacuna, la disponibilidad de personal y la logística”, subrayó.
Hernández responsabilizó a sectores que apostaron al fracaso de la vacunación por influenciar a ciudadanos de no querer inmunizarse.
Advirtió a las personas que no deseen vacunarse que tienen mayor riesgo de fallecer COVID-19 en comparación con los vacunados.
Ha habido tantas mentiras sobre las mentiras
El médico psiquiatra Javier Uclés indicó que la población percibe que el tema de la vacunación no es una obligatoriedad, por lo tanto, no tiene la responsabilidad de ir a inyectarse.
“Solo se ha dicho vacúnese, pero no hacen el acompañamiento de otra información”, expresó.
Analizó que el pueblo hondureño no entiende que la vacuna solo es una prevención contra el COVID-19 y no un tratamiento o método de curación.
Puntualizó que en el tema de las vacunas ha circulado mucha información falsa, que provoca que la gente se pierda “en una de estas mentiras”.
Uclés instó a los medios de comunicación a brindar información de las vacunas de forma precisa y amigable a la ciudadanía.
También dijo que ha habido muchas campañas de aterrorizar al pueblo hondureño que causan pánico, estrés y ansiedad.
Los pulpitos son claves en la trasmisión de los mensajes a la población respecto a la pandemia, en un país donde la fe religiosa es potente y hace que en el caso de los evangélicos siguen a pie juntillas lo que manda su parte. Muchos hacen labor de convencimiento, pero otros influyen contrariamente.
Las escuelas y academias superiores en Honduras siguen sin asistencia presencial y ese cierre hace que la influencia de la educación sobre las vitales vacunas no llegue a las familias. La escuela como influencia poderosa en la comunidad ha dejado de serlo porque en torno a ella la polémica es de un lado la necesidad de una apertura gradual mientras los docentes se niegan a acudir a las aulas hasta que la vacunación se complete en su totalidad en el país y esta es otra de las pandemias que enfrenta Honduras.