Guatemala – Los migrantes deportados de EE.UU. y México a Guatemala han vivido una pesadilla a su regreso a casa en los últimos meses. Algunos volvieron contagiados de coronavirus, con vuelos de más de 40 personas que resultaron con COVID-19. El estigma social en su contra cada vez es mayor.
Una radio de amplia difusión a nivel nacional en Guatemala mantuvo en vilo a sus oyentes en un día de abril. Sonaron las estridentes sirenas informativas de fondo que asemejan a una patrulla en plena persecución policial. Pero no fueron policías quienes montaron el espectáculo, sino locutores que animaron a la audiencias a buscar a un migrante.
Se trataba de un guatemalteco que, desesperado por el encierro como paciente del COVID-19, esquivó el control de seguridad del hospital temporal del Parque de la Industria en Ciudad de Guatemala (montado para la emergencia sanitaria) y huyó pese a ser un contagiado más con síntomas leves.
En sus redes sociales, los comentaristas de la persecución publicaron imágenes del «fugado». El público llamó para decir que lo vio en el sur de la Ciudad de Guatemala, otros al norte, otros debajo de un puente. La Policía detuvo a un indigente que no era el migrante. Vecinos de una colonia amagaron con linchar a una persona con barba.
Esto ocurrió a mediados de abril en Ciudad de Guatemala, cuando aún el país centroamericano presumía contar por decenas los casos positivos de COVID-19. Hoy, un mes más tarde, suma casi 1.000, y el presidente de la nación, Alejandro Giammattei, aseguró durante el mes que un porcentaje relevante de contagiados son migrantes, muchos de ellos procedentes de EE.UU. en un «vuelo maldito», como el mismo mandatario lo llamó.
El migrante que dejó el hospital nunca apareció y tras semanas sin saber su paradero, Giammattei lo catalogó como un «coyote» (traficante de personas) y detalló que lo más probable es que abandonara el país.
Con los migrantes como el foco de la atención social por supuestamente contagiar a sus comunidades, el Gobierno de Guatemala dejó de difundir el municipio y departamento, además de la ruta del contagio, de los nuevos casos de coronavirus desde que se rebasaron los 60 enfermos por el virus. Y han esgrimido que si se publican los datos las personas enfermas están en riesgo por represalias en sus localidades.
CHIVOS EXPIATORIOS
El director de la Casa del Migrante de Ciudad de Guatemala, el padre brasileño de la orden scalabriniana Mauro Verzeletti, señala a los Gobiernos de los países implicados en Centroamérica, México y Estados Unidos por haber contribuido al incremento del «racismo y la xenofobia» contra migrantes ocasionadas «por las políticas migratorias de los últimos años».
Políticas que han dejado como «chivos expiatorios de los problemas a los migrantes. Ahora se está poniendo al desnudo una realidad oculta y con el COVID-19 se pone a la luz: estas políticas nunca estuvieron enmarcadas en los derechos humanos de los niños, las mujeres, las personas de la tercera edad. De nadie», esgrime en entrevista con Efe.
Desde que Guatemala cerró fronteras aéreas y terrestres -salvo para guatemaltecos y residentes permanentes- a mediados de marzo, las deportaciones vía aérea desde Estados Unidos y vía terrestre desde México se han reducido en número y han sido suspendidos algunas semanas, pero no han dejado de llegar, incluso habiendo sido denunciado el envío de personas contagiadas desde el país norteamericano.
El Ministerio de Salud, Hugo Monroy, explicó a periodistas que en uno de los vuelos que llegó en marzo tendría al menos la mitad de los deportados contagiados, es decir más de 40 personas.
Verzeletti condena la forma en que Estados Unidos «está trasladando a los migrantes», pues «no han creado protocolos en centros de detención. Y lo mismo pasa en México, pues hay una situación de vulnerabilidad por el encierro que sufren durante meses los guatemaltecos».
Ahora la Casa del Migrante, una ONG que se mantiene en constante atención a cientos y miles de viajeros, nacionales o extranjeros, está cerrada por las condiciones de la pandemia. Pero Verzeletti menciona que aún con la casa cerrada están atendiendo personas y familias enteras en otros espacios alquilados e incluso con el suministro de víveres.
EN CUARENTENA
El último vuelo de deportados llegó el pasado miércoles, procedente de Brownsville, Texas, con 74 mayores de edad y cuatro menores sin acompañar. Los adultos fueron trasladados a un albergue deportivo reconvertido para uso exclusivo de migrantes, al sur de la capital, y los niños a otro sitio en custodia de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia.
Allí deberán pasar una cuarentena obligatoria para descartar contagios, luego de los cientos de casos procedentes de los centros de detención de Estados Unidos que magnificaron la pandemia en Guatemala.
Pero la situación es compleja para los migrantes, que siguen estigmatizados como focos de contagio. Pasaron de estar «bien castigados allá (en EE.UU.) y bien encadenados como si fuéramos criminales», tratados «peor que un animal», como musitó un migrante esta semana a periodistas, a vivir ahora con la presión social que los señala, que los empuja hacia la indolencia.