Castelgandolfo (Italia) – La pintora Maria Martinetti fue una pionera de la escena artística romana a finales del siglo XIX, pero su figura acabó en el olvido. Ahora los Museos Vaticanos la han reivindicado con la restauración de su obra maestra, ‘La Malaria’ (1887), y su exposición en la villa pontificia de Castelgandolfo.
«El nombre de esta mujer no nos dice mucho en la actualidad, pero tuvo una vida rica y un gran amor por el arte, por el que rápido demostró dotes excelentes», explicó en rueda de prensa la responsable del ‘Ottocento’ de los Museos Vaticanos, Micol Forti.
Esta artista decimonónica será hasta el 17 de noviembre la gran propuesta del Palacio de Castelgandolgo, antigua residencia estival de los pontífices, por ser más fresca en verano en que Roma, y ahora museo por la decisión del papa Francisco de no habitarla.
En los muros de esta villa repleta de historia se ha colgado la obra maestra de Martinetti, ‘La Malaria’, su único lienzo conocido y por el que fue premiada en la célebre Exposición Universal de París en 1889, en la que precisamente se inauguró la Torre Eiffel.
La pintora inmortalizó a un joven enfermo de malaria a punto de morir: recostado en una cama, con ojos violáceos y un escapulario al cuello. A su lado, una mujer teje un hilo como una parca, vestida con el traje típico de la zona del ‘agro pontino’, una campiña romana que hace un siglo era una ciénaga.
Martinetti pintó esta obra con solo 23 años y obtuvo un enorme éxito, hasta el punto de que recibió la Medalla de Plata de la Expo parisina y después lo mostró en la de Chicago de 1898, junto a una acuarela de título ‘Beggar’ (mendigo).
Pese al éxito, el cuadro acabó sufriendo los estragos del tiempo en forma de una oscura pátina de suciedad y de grietas por su traslado -presumiblemente enrollado-.
«La pintura podía perderse entre las miles de obras del Vaticano y podrá verse mejor en Castelgandolfo’, apostó por su parte la directora de los Museos pontificios, Barbara Jatta.
Pero la muestra de ‘La Malaria’ sobre todo servirá para valorar un siglo después a una artista «excelsa» pero poco conocida.
Maria Martinetti nació en una Roma en 1864 aún sometida al poder petrino, aunque tres años antes se había consagrado la Unificación de Italia.
Interesada por arte desde su infancia, sus padres secundaron su vocación matriculándola en el taller del pintor Gustavo Simoni, experto en representaciones históricas y de temática oriental.
Es su propio mentor quien firma un retrato de la joven artista sentada en una silla, vestida de negro y con la paleta de pinturas en la mano.
María enseguida se hizo notar en la esfera artística de la Ciudad Eterna, especialmente con sus acuarelas, y su éxito en París en 1889 le abrió las puertas del mercado de Estados Unidos, por lo que decidió mudarse y establecerse en ese país.
Pero no sería por mucho tiempo. En 1895 se vio obligada a regresar a Roma tras la muerte de su padre para tomar las riendas del restaurante familiar. Después, llegaría un matrimonio con un crítico literario y cuatro partos, aunque solo le sobrevivieron dos hijos.
Sin embargo, a pesar de su trabajo en el restaurante heredado y sus asuntos familiares, continuó pintando, como atestiguan los catálogos de exposiciones en Roma y en otras ciudades romanas (la mayoría de sus acuarelas se han perdido).
La pintora murió en su Roma natal en 1937 a las edad de 73 años y sus obras y vienes fueron subastadas o vendidas. ‘La Malaria’ la compró un coleccionista privado y acabó en los Museos Vaticanos después de que este se la regalara a Pío XII en 1953.
Su lienzo ahora recuerda en la Villa papal de Castelgandolfo a esta pionera que se dedicó a la pintura cuando todavía muy pocas mujeres lo hacían en Italia y que, de hecho, hacia 1920, decidió abrir un taller para señoras interesadas en los pinceles.
Muestra de ese deseo de reconocimiento femenino es que ‘La Malaria’ está firmada con nombre y apellidos, Maria Martinetti, evitando el uso frecuente de siglas, según apuntó en la exposición la restauradora de los Museos Vaticanos, Rossana Giardina. EFE