Vista general del cruce de frontera con Venezuela desde Cúcuta (Colombia). EFE/Archivo

Caracas – Hace tres años que los documentos personales de Gregorio Blanco, colombiano residente en Venezuela, están vencidos. Como miles de compatriotas, está en situación irregular por el cierre los consulados en 2019, tras la ruptura de relaciones entre Caracas y Bogotá, que ahora retoman sus vínculos, un halo de esperanza para migrantes a ambos lados de la frontera.

Tras años de confrontación, la llegada recíproca de embajadores a ambas naciones para reconstruir lazos despertó la ilusión en los colombianos que viven en la nación petrolera, una población que supera los 4 millones, según en nuevo jefe de la misión diplomática de Colombia para Venezuela, Armando Benedetti.

La cifra sube si se tienen en cuenta los datos del Gobierno de Nicolás Maduro, que la eleva a 6 millones, mientras el director nacional de la Asociación de Colombianos y Colombianas en Venezuela, Juan Carlos Tanus, aseguró a Efe que son algo más de 4,5 millones.

Para Tanus, se trata de un colectivo que fue «desasistido» y cuyas necesidades no se limitan a la irregularidad en su documentación, sino que comprenden un abanico de requerimientos que van desde los aspectos sociales hasta los económicos, que no han podido ser resueltos por las diferencias entre Colombia y Venezuela.

El drama es visible en el caso de Gregorio, a quien vivir de forma irregular le ha impedido, según dijo a Efe, pedir créditos para su negocio de estampados, actualizar su documentación como comerciante e incluso le ha generado inconvenientes con policías que le advierten que «está ilegal», a lo que responde pidiendo la misma paciencia que él ha tenido esperando la reconciliación de países.

«Veo que las relaciones se van a normalizar. Estoy rogándole a Dios que eso se haga rápido», suplica el hombre.

DESASISTIDOS

El ansiado cambio es resultado de la llegada de un nuevo Gobierno en Colombia, presidido por el izquierdista Gustavo Petro, que propició el restablecimiento de las relaciones colombo-venezolanas, rotas cuando la Administración del país andino dejó de reconocer a Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela.

Desde entonces, la Asociación de Colombianos y Colombianas en Venezuela ha denunciado reiteradamente que estos ciudadanos no pueden ejercer el derecho al voto, registrar a sus hijos, obtener documentos o remesas e, incluso, solicitar el retorno a su país.

Según Tanus, lo vivido es un abandono que ha hecho mella en la calidad de vida de sus compatriotas.

«El Estado colombiano desasistió a la población colombiana en territorio venezolano, la dejó para que las inclemencias de las condiciones económicas de Venezuela y las circunstancias propias a nivel mundial que impactaron sobre la economía venezolana también los golpearan mucho más», manifestó.

Y aunque los últimos registros de la organización refieren que unos 32.000 colombianos estarían en situación irregular con su documentación por falta de consulados, Tanus cifra en unas 180.000 las personas que urgen por legalizaciones de algún tipo, más allá de documentos personales.

Esto sin contar -subrayó- a más de 1,8 millones de hijos de colombianos nacidos en Venezuela que tienen derecho a obtener la nacionalidad de sus padres.

«El doctor Armando Benedetti se va a encontrar un sinnúmero de situaciones que van a ameritar el acompañamiento del Gobierno venezolano y la decisión política de resolver los procesos de inclusión de la franja importante de colombianos en territorio venezolano», vaticinó Tanus para el nuevo embajador de Colombia.

ILUSIONADOS Y CON PLANES

Los colombianos en Venezuela esperan con ilusión que se cumpla la reciente promesa de Benedetti de abrir «progresivamente» los consulados en Caracas y en estados fronterizos con Colombia, como Zulia y Táchira, como un primer paso para atender a este amplio colectivo.

Con la mente puesta en la llegada de ese momento, Gregorio trabaja con entusiasmo en su empresa de estampados. Trata de mantener el negocio a flote, pese a no poder optar a algún financiamiento por no tener sus documentos «en regla».

«Ya estamos viendo la luz al final del túnel (…) La esperanza está ahí, eso está seguro (…) Yo sé que ya eso no va a demorar porque tiempo atrás ya eso se ha venido hablando. Queríamos cambio y el cambio llegó», sentencia.

Su testimonio da cuenta de la unión de dos naciones destinadas a entenderse, no solo por la frontera de 2.219 kilómetros que comparten, sino por la cercanía de quienes habitan sus territorios.

«(Soy) colombo-venezolano, se puede decir, con todo con todo lo grande que encierra esa palabra», agrega Gregorio, como si se tratará de un sello que marca el rumbo de este nuevo comienzo.