Las Palmas de Gran Canaria (España) – Las peligrosas travesías atlánticas de la llamada «Ruta Canaria» migratoria, que siguen miles de personas desde África hacia España, se han cobrado al menos 357 vidas en los doce últimos meses, según datos facilitados a Efe por la Organización de Naciones Unidas para las Migraciones (OIM).
Solo la semana pasada, 44 personas murieron cuando intentaban llegar a las islas españolas de Canarias desde África: 17 ahogados, 27 consumidos lentamente por la sed, el hambre y el sol; y otros 63 fueron dadas ya por perdidas tras veintitantos días en el Atlántico a bordo de una lancha neumática.
«Estamos seguros de que estos datos son subestimaciones del número real de muertes y desapariciones. Es muy difícil documentar con exactitud las que ocurren durante las experiencias de tránsito y movilidad de las personas migrantes. Todas las cifras existentes, incluyendo las oficiales, son incompletas», asegura Marta Sánchez Dionis, del programa «Missing Migrants» («Migrantes desaparecidos») de la OIM.
La ONG Caminando Fronteras lleva su propias cuentas, casi siempre superiores a las de la OIM. Todavía no ha cerrado las del primer semestre de 2020, pero solo entre enero y marzo pasados registraron 245 muertes en doce naufragios de la Ruta Canaria. Según su seguimiento, fueron 365 víctimas a lo largo de 2019 (155 más que las del programa «Missing Migrants» de la OIM).
UN MUERTO POR CADA 16 SALVADOS
Ante los obstáculos cada vez mayores para cruzar el Mediterráneo hacia Europa, la mayoría de las ONG dedicadas a los inmigrantes certificaron que la Ruta Canaria ya se había reactivado el 5 de diciembre de 2019, cuando más de 60 personas perecieron frente a las costas de Nuadibú (Mauritania) al volcar el cayuco con el que habían partido desde Gambia hacia las islas españolas.
Las organizaciones sociales -y también los servicios de emergencia- tienen especial temor por los antecedentes. La crisis de los cayucos de 2006 se cobró cientos -si no miles- de vidas de jóvenes africanos que se aventuraban en el Atlántico en recorridos cada vez más largos y en barcas siempre precarias para las condiciones del mar en esta zona.
Desde Tarfaya, en Marruecos, uno de los lugares habituales de salida de pateras, solo hay 100 kilómetros hasta el punto más cercano de Canarias, y de allí generalmente parten embarcaciones neumáticas, como la de los 63 desaparecidos del 19 de julio. Desde El Aaiún, son 150 kilómetros; desde Dajla, también en el Sáhara Occidental, 450; desde Nuadibú (Mauritania), 760; desde Dakar, 1.450; y desde Gambia, más de 1.600.
Y de casi todos esos puntos de partida hay inmigrantes entre los 3.531 llegados este año a Canarias, cinco veces y media más que en el mismo período del año anterior, una cantidad sin precedentes desde 2008, cuando fueron 9.181, desde el final de la llamada «crisis de los cayucos».
Esta ruta atlántica comenzó a reactivarse en agosto de 2019, según revelan los datos del Ministerio español del Interior.
A falta de completar la segunda quincena de agosto, el acumulado interanual de llegadas en doce meses roza las 5.800 en 204 pateras. Si ese número se cruza con el de fallecidos que reporta la OIM, se aprecia que, en el último año, murieron intentando llegar a Canarias una persona por cada 16 que lo consiguieron.
Las cifras aún están lejos de las 31.678 inmigrantes que recibió Canarias en 2006, pero las ONG empiezan a ver similitudes e, incluso, casos más dramáticos.
«NUNCA VIMOS TANTOS BEBÉS»
Entre 2005 y 2008 llegaron a las islas muchos menores, casi siempre adolescentes. Esta vez, rara es la semana en la que no aparece una patera con bebés, después de varios días de navegación a la intemperie.
«En 2006 no veíamos la cantidad de niños y recién nacidos que nos está llegando ahora», confirma José Antonio Rodríguez Verona, responsable de Inmigración de Cruz Roja en la ciudad canaria de Las Palmas. «Este año hemos atendido ya a tres mujeres que han dado a luz en la patera», recuerda, aunque el primero de ellos no sobrevivió.
Y el pronóstico de la Cruz Roja es que la ruta se intensificará en el último trimestre del año, cuando las condiciones atmosféricas y de navegación son más favorables para llegar. Lo mismo piensa la representación del Gobierno español en Canarias.
La ruta ha provocado muchos momentos dramáticos estos meses. La activista Helena Maleno, de Caminando Fronteras, tuvo al teléfono el 3 de agosto, hasta que se hundieron, a los 60 ocupantes de una lancha neumática que naufragó al norte de Tarfaya. Escuchó los gritos de una mujer que lloraba por su bebé.
«Cada vez habrá más muertes. En las rutas más peligrosas pierden poder las comunidades migrantes, pierden poder las familias y las propias personas para defenderse, que dependen de redes criminales más fuertes. Cada vez saldrán en embarcaciones peores, como estamos viendo, con condiciones meteorológicas peores y no se invertirá en proteger sus vidas, sino en dispositivos migratorios para controlar las salidas», sentencia.