Fotografía del 29 de septiembre de 2019 que muestra a un grupo de visitantes en las Cuevas de Taulabé, en el departamento de Comayagua (Honduras). EFE/Germán Reyes

Taulabé (Honduras) – Descubiertas en 1969, las impresionantes Cuevas de Taulabé son un monumento natural de Honduras que, en 1972, acaparó la atención mundial porque en ellas estuvo escondido el aeropirata hondureño Frederick William Hahneman, quien secuestró un avión en EE.UU. y saltó en paracaídas en la región caribeña de su país con 303.000 dólares.

«Estas cuevas fueron descubiertas en 1969 cuando una compañía de Israel trabajaba en la construcción de la carretera del norte», comienza diciendo a Efe la guía turística Susan Ochoa, provista de una linterna de mano con la que va a alumbrando un sendero de gradas de cemento, con barandales de tubos de hierro.

Esa carretera pavimentada que entonces se construía en Honduras era para unir a las dos ciudades más importantes del país centroamericano, la norteña San Pedro Sula, y Tegucigalpa, su capital, en la zona central, separadas por unos 234 kilómetros.

Durante el recorrido por las cuevas, que puede llevar al menos media hora, Susan también alumbra cavidades, ramales profundos no accesibles, techos, paredes y figuras formadas de manera natural por estalactitas y estalagmitas.

De esa manera el visitante va viendo figuras como una que se asemeja a un tiburón, con su boca abierta y sus dientes; una «madre con el niño», «la nariz del indio», un «Buda», el «ala del ángel», colgante, de la que hay quienes afirman que puede pesar unas cuatro toneladas, y una «sotana del papa», entre otras curiosidades.

Antes de ingresar a las cuevas, al costado izquierdo de la entrada sobresale un «sombrero», formado por una estalagmita.

Hasta ahora no hay información precisa de cuánto miden las Cuevas de Taulabé, aunque con la ayuda de expertos se ha logrado penetrar hasta 921 metros, según la información oficial que maneja la administración de las tabernas, que se localizan a unos 100 kilómetros al sur de San Pedro Sula y 140 al norte de Tegucigalpa.

A medida que el visitante avanza, despacio, van asomando las múltiples figuras de las estalactitas, algunas de ellas verdaderas obras de arte natural, con sus puntas hacia abajo, como el «ala del ángel», o las estalagmitas a nivel del suelo, que resaltan a la vista en un ambiente colorido creado por un sistema de luces.

El sendero de gradas de cemento con sus barandas y el sistema de iluminación es un aporte desde hace unos 26 años de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).

La oscura cueva, que es húmeda y calurosa, para algunos vecinos de Taulabé es parte de un conjunto de 24 cavernas en los alrededores del pueblo, situado al sur del norteño departamento de Cortés.

Hay quienes creen además que las Cuevas de Taulabe, que se suman a otras no menos impresionantes en varias regiones del país, podrían medir unos once kilómetros y llegar hasta el cercano Lago de Yojoa, o conectar con otros sitios del occidente del país cruzados por ríos subterráneos y fuentes de aguas termales.

REFUGIO DE UN AEROPIRATA HONDUREÑO

Según apuntes históricos, Taulabé es un vocablo indígena que significa «Encuentro de caminos» o «Camino del jaguar», lo que quizá nunca supo el aeropirata hondureño Frederick William Hahneman, quien el 5 de mayo de 1972 secuestró en Estados Unidos un avión de Eastern Airlines.

El avión, un Boeing 727, con escalerillas en la parte trasera, se dirigía de Allentown (Pensilvania) hacia Miami (Florida) con 48 pasajeros. Se trataba del vuelo 175 de Eastern Airlines, cuya tripulación fue sorprendida por Hahneman, según se informó entonces.

Amenazando con un arma, Hahneman ordenó que notificaran a la empresa que le pusieran a su disposición 303.000 dólares en efectivo, seis paracaídas, comida y cigarrillos, recordó hace dos años el periodista hondureño Alberto García Marrder, quien en 1972 trabajaba para Efe en Washington.

Después de dos aterrizajes, en Dulles (Washington), y Nueva Orleans (Luisiana), y liberados los 48 pasajeros, Hahneman ordenó a los pilotos volar hacia la zona norte de Honduras, donde se lanzó en paracaídas entre las ciudades puertos de Tela y La Ceiba, departamento de Atlántida, en el Caribe hondureño.

Según publicaciones de prensa de entonces, Hahneman habría caído en el sector de Siempreviva, desde donde caminó varios kilómetros y llegó en un autobús a Tela. Ahí se cortó el pelo y luego siguió hacia San Pedro Sula, donde vivía su madre, Delia Pastor Ordóñez.

«A Hahneman lo traicionó un amigo que lo entregó. Él estuvo aquí 16 días y dicen que ofrecieron 1.000 lempiras (entonces 500 dólares) a quien ayudara a capturarlo», expresa Susan.

Hahneman, quien habría permanecido escondido unos 20 días en la Cuevas de Taulabé, al final, por recomendaciones de un familiar en Honduras, se entregó a las autoridades de EE.UU., donde fue condenado a cadena perpetua, pero solo estuvo 12 años preso. Fue liberado en 1984 y a los 69 años murió el 17 de diciembre de 1991.

Luego de su entrega, circularon rumores de que Hahneman había dejado el dinero escondido en las cuevas, lo que algunos turistas, que eran jóvenes en 1972, bromean y dicen que van a buscar «los dólares que dejó aquí» el aeropirata hondureño-estadounidense.

Las autoridades de Estados Unidos recuperaron el dinero, sin que se conozcan hasta ahora las causas por las que Hanneman secuestró el avión de Eastern Airlines.