Ginebra – Un total de 4.503 personas fallecieron o desaparecieron este año cuando intentaban emigrar, un 35,9 % menos que en 2017, según cifras de la Organización Mundial de la Migración (OIM) en las que se evidencia que el Mediterráneo continúa siendo la región con más muertes.
La mitad de los fallecimientos se registraron en aguas de la cuenca mediterránea, donde 2.242 personas se ahogaron en su intento de llegar a Europa desde el Magreb y Oriente Medio, de acuerdo con el Proyecto Emigrantes Desaparecidos, que enumera uno por uno casos de la OIM y de fuentes no oficiales hasta el 16 de diciembre.
Estos números -nunca completos, por la falta de información en muchas zonas remotas o en conflicto- suponen, como en el año pasado, que aproximadamente muere un 1,4 por ciento de los inmigrantes en el Mediterráneo (113.000 según las cifras más actualizadas de 2018, 172.000 en 2017).
De los 2.242 fallecidos en 2018, un total de 1.282 partieron de las costas libias y de Túnez, principalmente con destino a Sicilia, mientras que 793 salieron desde las costas de Marruecos y Argelia sobre todo con el objetivo de llegar a España y 167 perdieron la vida en el Mediterráneo Oriental.
Los fallecidos en la zona central de este mar bajaron un 54 % pero por contra se triplicaron frente a las costas españolas.
Tras el Mediterráneo, África del Norte y la región subsahariana concentraron el mayor número de muertes o desapariciones, con 567 y 545 respectivamente.
En el norte de África, cientos de inmigrantes murieron de deshidratación, hambre o abusos físicos -normalmente en centros de detención- cuando intentaban cruzar el Sáhara para llegar a la costa mediterránea, no exenta tampoco de riesgos.
Muchos de los incidentes -más de 250- se concentraron en las fronteras de Libia, país donde según un reciente informe de la Misión de la ONU de Apoyo al país africano (UNSMIL) se somete a «inimaginables horrores» a los migrantes, en ocasiones con la complicidad del Estado libio con las redes de tráfico ilegal.
Ese informe subrayaba que 29.000 migrantes fueron interceptados por la Guarda Costera Libia cuando intentaban cruzar el Mediterráneo y llevados a 11 centros de detención donde se registraron casos de tortura, trabajo forzoso y violaciones cometidas por los guardias.
Sudán del Sur, país que ha vivido casi toda su historia como nación independiente en guerra civil, también tiene un elevado número de inmigrantes muertos y desaparecidos reportados (161).
En la región subsahariana los conflictos de grupos armados en la República Democrática del Congo se han saldado con 184 fallecidos, en una zona donde la frontera entre migrante y refugiado es difusa.
En Latinoamérica se registró una ligera subida de los fallecidos en la frontera entre México y EEUU (de 348 casos en 2017 a 376 en lo que llevamos de 2018), pero las cifras no han variado mucho con respecto a 2016, cuando todavía no había asumido el Gobierno estadounidense Donald Trump -ferviente partidario de mano dura frente a la emigración- y hubo 365 muertos.
Según el Proyecto de Migrantes Desaparecidos, 228 fallecidos en la zona murieron en la parte oriental de la frontera y 148 en la occidental, mientras que en otras zonas de la región hubo 77 muertes en América Central, 32 en el Caribe y 27 en Suramérica, donde el principal éxodo va desde Venezuela a naciones cercanas.
En los países latinoamericanos se ha registrado este año un descenso del 25 por ciento de fallecimientos (512) con respecto a los 677 del pasado año, si bien en los últimos cuatro años no se ha conseguido descender del medio millar de muertes y desapariciones.
Los recientes fallecimientos de dos niños guatemaltecos cuando estaban bajo custodia de la Guardia Fronteriza estadounidense (Jakelin Caal y Felipe Gómez) han reavivado la preocupación por la situación del colectivo inmigrante en la zona, organizado en los últimos meses en caravanas que desde Centroamérica atraviesan México con destino a EEUU.