Los Ángeles (EE.UU.)– Si sus palmeras fueron importadas de otras zonas, las estrellas de cine no frecuentan las calles de Hollywood, su clima no es desértico sino mediterráneo, y su transporte, aunque terrible por los atascos, no es mucho peor que el de otras ciudades de EE.UU., ¿qué queda de real en Los Ángeles?
Los mitos y estereotipos sobre Los Ángeles, algunos simpáticos y otros ofensivos para sus habitantes, son la base del libro «This Is (Not) L.A.», recién publicado por Jen Bilik y Kate Sullivan y que, entre el rigor y la ironía, trata de rebatir las habituales críticas lanzadas contra la ciudad californiana para dibujar, en cambio, un retrato lo más fiel posible de ella.
«Creo que hay una larga historia de amor por odiar Los Ángeles», aseguró en una entrevista con Efe Jen Bilik.
Estéticamente fea, inabarcable por su enormidad, incomprensible a primera vista, superficial y sin alta cultura, un infierno de asfalto y contaminación con atascos kilométricos que forman ciempiés de coches, a Los Ángeles le han caído tradicionalmente bofetadas de tópicos de todos los tamaños y colores, especialmente al compararla con Nueva York o San Francisco.
Bilik apuntó que la mala fama de la ciudad pudo comenzar con la llegada de inmigrantes europeos a Los Ángeles durante la Segunda Guerra Mundial, quienes no entendían esta urbe y se veían «como exiliados de su cultura, no solo de su país».
«Se quejaron muchísimo públicamente», indicó al referirse a artistas europeos que echaban de menos su tierra.
Las autopistas y los coches, que modelaron una ciudad muy dispersa y sin un centro claro, se convirtieron en un emblema de Los Ángeles como si se tratara de un modelo fallido, según Bilik.
«Nos hemos visto sujetos a estándares que deben ser cuestionados. ¿Debe una ciudad existir siguiendo un modelo europeo de ciudad para ser considerada una ciudad válida y legítima?», dijo.
A ello se unió que Los Ángeles era la meca de una forma de arte «vulgar» y «denigrante» como el cine.
«Estaba esta reputación de Los Ángeles como un lugar de baja moral, de lugar al que la gente iba a ser descubierta. No es un mito, porque es verdad, pero era esa idea de que Los Ángeles es un sitio donde los sueños iban a morir», explicó Bilik.
«Los Ángeles ha cambiado – precisó – pero no su reputación».
En busca de una visión «real» de la ciudad sin caer en una imagen «idealizada y de cuento de rosas», «This is (Not) L.A.» recuerda, por ejemplo, que junto a las calles interminables y las autopistas sin fin de Los Ángeles también hay maravillas como Griffith Park, una reserva natural unas cinco veces más grande que Central Park.
Si se critica a Los Ángeles por no tener cultura más allá del cine, las autoras subrayan que tiene algunos de los mejores museos de arte del país.
Y si se acusa a su economía de ser poco más que Hollywood, el libro puntualiza que solo el 5 % de su población trabaja en el sector audiovisual mientras destaca la pujanza de industrias como la aeroespacial y la biociencia, así como la importancia de sus universidades.
Bilik admitió que, en ocasiones, las críticas son infligidas por los propios angelinos.
«Hay una tradición de gente mudándose a Los Ángeles temporalmente y que no la identifican como su hogar (…). Esta ciudad no se abre ante ti en cuanto sales por la puerta (…). Y si solo vienes de visita y no tienes a nadie que te guíe, es muy difícil entenderla», afirmó.
Tampoco rehuyó escandalosos problemas como la desigualdad, el racismo o la población sin techo.
«Tenemos muchísimos problemas (…). Es solo que nuestros problemas no son necesariamente peores que los de otras zonas (de EE.UU.)», expuso Bilik casi inventando un nuevo refrán: «mal de muchos, consuelo de angelinos».
Recomendado por el alcalde de Los Ángeles, Eric Garcetti, «This is (Not) L.A.» cuenta con un prólogo de Jonathan Gold, un admirado periodista angelino, fallecido este año, y que como el también añorado Anthony Bourdain trató de desentrañar la complejidad del mundo a través de la gastronomía.
«Los Ángeles no es siempre una ciudad especialmente espectacular, pero tiene un encantador tipo de bella fealdad: a veces anodina y melancólica, a veces deslumbrante, pero siempre un vivo tapiz de la vida misma», escribió Gold en su prólogo.