Srinagar (India)- Antes de que el 5 de agosto el Gobierno retirara el estatus especial a la Cachemira india, pidió que todos los no cachemires, incluidos los jornaleros, abandonaran la región, generando una escasez de mano de obra en plena temporada de cosecha que los locales suplen ahora con trabajo comunitario.

Lo llaman «halsheri», una tradición ancestral basada en el trabajo comunitario en la que vecinos y familiares se alían para la recolección de los cultivos, evitando así que se echen a perder las cosechas y uno de los principales sustentos de la región.

También participan los jóvenes, después de que el corte total de las comunicaciones y la inestabilidad les empujara a abandonar escuelas y universidades hasta que no mejore la situación.

Es el caso de las dos hijas y el hijo de Ramzan Joo, que acaban de terminar la cosecha en la aldea de Mirbazar, en el sur de Cachemira, que bulle estos días de actividad mientras docenas de antidisturbios vigilan la carretera próxima a las grandes extensiones de arrozales.

«Fue una tarea difícil este año sin trabajadores en la zona, pero los compañeros de clase de mi hijo nos facilitaron el esfuerzo», reconoció Joo a Efe, cuyos hijos, estudiantes universitarios, forman parte de un grupo que ayuda a los agricultores del vecindario.

«Hemos formado grupos voluntarios de ocho estudiantes cada uno para hacer que nuestra gente entienda que podemos hacer fácilmente nuestro trabajo por nosotros mismos», explicó Aqid Altaf, otro de los estudiantes.

Todo empezó cuando el Gobierno indio, anticipando una posible reacción violenta a su decisión del pasado 5 de agosto de revocar el artículo 370 de la Constitución que otorgaba el estatus especial a la región, pidió a los foráneos que salieran de Cachemira e impuso un bloqueo a las comunicaciones y un estricto toque de queda.

Así, miles de trabajadores migrantes llegados desde todos los rincones de la India salieron de la región del Himalaya, al tiempo que decenas de miles de tropas adicionales se internaban en Cachemira, ya de por sí una de las zonas más militarizadas del mundo debido a la disputa del territorio entre la India y Pakistán.

Cada verano, según cifras oficiales, llegaban al valle en torno a medio millón de migrantes en busca de empleo; una tendencia que comenzó a finales de la década de 1990 y que se consolidó debido a la experiencia y menores demandas salariales de esos trabajadores.

Sin embargo, la salida repentina de jornaleros dejó un vacío en la agricultura y la construcción, los sectores que sostienen la economía local.

En el pueblo de Nipora, en el sur de la región, los agricultores acomodados pagan a los estudiantes por su trabajo diario, quienes usan ese dinero para cubrir sus «necesidades básicas», según confirmó a Efe Zafir Ahmad, uno de los estudiantes que trabaja en esa zona.

«Queremos demostrar que la tarea también se puede hacer sin los trabajadores foráneos», añadió.

Para el maestro de una escuela gubernamental en el pueblo de Arwani, Ghulam Rasool, la reactivación del sistema «halsheri» ha restaurado un profundo sentimiento de fraternidad entre los locales, «uniendo a la gente con más fuerza que antes».

El profesor relató que antes era habitual que la gente se ofreciera de manera voluntaria para realizar arreglos en casas particulares, en caminos y pequeños puentes públicos e, incluso, para ayudar de manera colectiva a los necesitados, pero que esa tradición fue disminuyendo con los años.

En ese sentido, otro estudiante que se presentó como Parvez -no es su verdadero nombre- aseguró a Efe que el esfuerzo conjunto de la comunidad «nos ahorra recursos y tiempo y nos une en épocas difíciles».

Un sentimiento parecido al del empleado de banca Shayak Ahmad que, aunque «casi había olvidado el arte de la cosecha», afirmó sentirse «de muy buen humor trabajando junto a sus vecinos».

«Como dice el refrán ‘la necesidad es la madre de la invención’, la ausencia de trabajadores inmigrantes nos enseñó mucho», sentenció.